Pequeñas narraciones intrascendentes II



El Peatón cuenta que….


Corderito era el vendedor de dulces del barrio, y además tenía el don de la ubicuidad. Cuando nos reuníamos en el parque de Santa Paula, era frecuente que algunos amigos de la cuadra coincidieran en decir que habían visto a Corderito, el mismo día y a la misma hora, en diferentes sitios de la ciudad. También tenía Corderito el don de la inmortalidad, pues tres generaciones de muchachas y muchachos del barrio fuimos testigos de sus periplos por nuestras calles, con su rostro sempiterno y su venerable cajón de golosinas. Ni una cana más, ni un dulce menos. Ni una arruga más, ni un chicle menos, a través de los años.

Tenía Corderito la ruinosa estrategia comercial de no cobrar por su mercancía, aunque era poca cosa: algunos confites, siempre los mismos, barritas rayadas de menta que no se conseguían en ninguna tienda y unas cajitas de chicles "charms" constituían toda su variedad.  

– Cuanto le debo, Corderito, - le preguntaba el comprador que tomaba un caramelo del cajón, y Corderito negaba con la cabeza al tiempo que respondía sonriendo: - no es nada, se lo regalo. – 

Entonces el cliente insistía en pagar (porque nadie en el barrio, lo habrán intuido ya, quería aprovecharse de su discapacidad cognitiva), pero él se negaba con tozudez a recibir el precio. Sin embargo a Corderito nunca se le quebró el negocio, y siguió rezumando bondad por los poros durante muchos años hasta que, sin darnos cuenta, desapareció. 


Se me ocurre que su ángel de la guarda, con mejor visión comercial y cansado de financiar las pérdidas inveteradas del negocio de Corderito, le dio por permitirle el acceso al otro toldo, donde la gente no come golosinas o al menos no lo hace sin pagar.

Créditos foto: www.morguefile.com

Comentarios

  1. Muy tierno el relato de Corderito. ¡Quién le pondría ese mote?

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  2. Ahora que lo mencionas, Dolores, debo decirte que no lo sé. El origen de su nombre es tan misterioso como el del personaje mismo. Pero que existió, si existió; al menos en la memoria colectiva de los amigo de la infancia.

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  3. Yo también creo en la ubicuidad del tal Corderito. Me parece que en cada barrio tuvimos un personaje parecido.

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  4. Me parece una narración llena de ternura, una vuelta a la infancia que me trajo a la memoria los vendedores de barquillos dulces que había en el parque donde me llevaban a jugar con mis hermanas...¿qué habrá sido de aquellos vendedores de sueños y de risas? Un abrazo, me encanta como cuentas historias.

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  5. Si, María los hermosos recuerdos de la infancia nos dan la fortaleza necesaria para seguir luchando por recuperar la Arcadia perdida. Gracias por tu generoso comentario.

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  6. Don Danilo, no me cabe la menor duda de que en el lejano barrio de nuestra infancia siempre hubo un Corderito.

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  7. Creo que en la vida de aquellos que crecimos en Bogotá siempre existió un Corderito!
    El mío estaba por los lados de la 13 con 69!

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    1. En el entrañable barrio de Chapinero, cómo no. Gracias por compartir los recuerdos dulces de la infancia.

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