¿Cuánto vale un Ferrari en Colombia?



Hace unos días culminó el XII Salón Internacional del Automóvil de Bogotá. Un amigo conocedor de mi fascinación pueril por los carros tuvo a bien convidarme a la exposición. No obstante, como yo sabía que la invitación era a la “americana”, esto es, cada uno pagando su entrada, la decliné, pues no estaba dispuesto a gastar lo que valen cuatro corrientazos –almuerzos populares- en un evento tan presuntuoso. Sin embargo el buen hombre, después de criticar mi tacañería, me extendió una de las dos invitaciones VIP que había conseguido para que lo acompañara.

Y allí estuvimos el sábado 13 de noviembre admirando esos juguetes costosos con la tranquilidad del voyerista que no aspira a poseer, sino únicamente a deleitarse en la contemplación de esa combinación perfecta de belleza, poder y tecnología que tienen los autos deportivos de pura raza. Porque, en efecto, mi gusto por los carros se limita a conocer todo sobre aquellos que me atraen sin que me trasnoche la frustración de no poderlos comprar. Nunca renunciaré al placer infinito de caminar. Así lo certifica el humilde utilitario que descansa burocráticamente en el garaje de mi casa esperando ser poseído los fines de semana por mis hijos adolescentes. Mas es lo cierto que mi pasión en ese sentido era tal, que a los once años de edad podía recitar de memoria las sutiles diferencias que existen entre un Chevrolet Bel Air modelo 55 y uno modelo 56.

Desde luego mi amigo y yo no perdimos el tiempo mirando los autos de calle, que al fin y al cabo se pueden apreciar en las vitrinas de la ciudad, y nos dedicamos más bien a disfrutar los deportivos de “alta gama”. Al menos yo, porque a mi acompañante lo sedujeron otras líneas, a juzgar por sus ojos desorbitados orientados sin recato hacia las modelitos del stand de Ferrari.

Pero, -¿Cuánto vale ese Ferrari 599 GTB amarillo?, -preguntamos.

Un sujeto bastante antipático nos respondió con desdén –al vernos la catadura de peatones- echándonos en la cara una cifra inverosímil pero cierta que yo, merced a mi deformación mental de investigador social, convertí a salarios mínimos:

-Ese carro vale el salario anual de 183 mensajeros sin moto… y sin Ferrari. - comenté.

Claro está que para los menos pretenciosos ofrecían un Maserati Quattroporte GTS que tiene un motor V8 de 4,7 litros, con 440 caballos de fuerza y un torque de 490 Nm a 4.950 rpm. Y por eso vale apenas lo que cuestan 430.000 litros de leche embolsada en las panaderías de nuestros barrios marginales.

Con pena ajena mi amigo me agarró del brazo para alejarme del stand, protestando por mis apreciaciones de mal gusto producto de mi resentimiento social. Entonces le respondí que, a mi juicio, resulta más impúdico transitar en un carro que vale lo mismo que cinco y medio millones de panes de a 200 pesos por las calles de una ciudad donde hay mujeres que alimentan a sus hijos bajo los puentes con una sopa hecha a base de papel periódico y agua de panela. Mi amigo asintió con desesperanza, y me lanzó esta pregunta:

-¿existe, por ventura, algún carro que usted quisiera poseer?

-Si, hay uno, -le contesté. -Un Ford Fairlane 500 Skyliner modelo 54 color marfil, con techo azul celeste panorámico, tapicería blanca con vivos azules, tablero de mandos azul celeste, motor de persecución V8 y timón color almendrado; como el que tenía mi viejo cuando yo era un niño de 8 años, finalizando los sesentas, y que rodaba sin mucho esfuerzo a 150 kilómetros por hora a través de la Autopista del Norte los domingos de paseo. 

De esa nave conservé durante algún tiempo, como reliquia y juguete, el timón de color marfil que se rompió en un aparatoso accidente sufrido por mi padre, afortunadamente sin consecuencias fatales.

-¡Usted no tiene remedio!, -sentenció mi acompañante.

Después de aquel aciago sábado 13 de noviembre de 2010 mi amigo juró no volverme a invitar nun-caen-la-vi-da a ningún evento.

Foto de: maese Celso Román. Ford Fairlane 500 1954 Skyliner con el suscrito (no precisamente de 8 añitos)

Comentarios

  1. jajaja debo confesar querido peaton que yo tambien sufro del mismo mal y con el agravante de la ignorancia supina en el tema automovilistico, pues no solo no me trasnocha el no tener un carro ultimo modelo, sino que para mi es igual un ferrari y un renault 4; ambos tienen 4 ruedas, un motor y sirven pa' lo mismo.

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  2. Más claro no canta un gallo, mi adorada Angelita.

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  3. Fascinante artículo!

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