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Mostrando entradas de 2011

La esperanza de todos los días

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Mi condición de librepensador no me impide conjeturar que Dios, en su infinita bondad, y consciente de nuestra triste condición de mortales, nos envía ángeles de esperanza todos los días. En cualquier caso, no los concibo como los íconos de la imaginería católica. No los veo enfundados en trajes de batalla y armados con espadas vengadoras como los representa, pongamos por caso, Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, nuestro artista barroco de la colonia, en sus pinturas; o con trompetas apocalípticas que claman justicia y anuncian el fin de los tiempos. Tampoco me los figuro volando asexuados por los cuatro puntos cardinales del planeta, o haciendo guardia con sus ejércitos de arcángeles, principados, potestades, virtudes y dominaciones. No. Los ángeles a que me refiero son los niños y las niñas –y me perdonarán el símil tan manido- que pueblan nuestra tierra “agobiada y doliente”. No en vano la esperanza cristiana está representada en la inocencia de un infante. Porqu

En la costa dispensan la alegría al granel y sin fórmula médica

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El peatón cuenta que… En la costa dispensan la alegría a granel y sin fórmula médica. Y no me refiero al PROZAC que recetan los psiquiatras a los melancólicos que han extraviado en alguna gaveta de su cerebro el expediente que contiene el sentido de la existencia. No. Hago referencia a una bola de millo aglutinada con panela derretida (melaza) y aderezo de coco, golosina exquisita que preparan las hermosas palenqueras del caribe colombiano para comerciar en los parques, calles y playas de sus ciudades adoptivas. Pero es sabido por el Eclesiastés que “la alegría no es una sola”. De suerte que ellas venden “Alegrías” –en plural y con mayúscula- que acomodan con pericia de malabarista en una enorme batea que viaja, ingrávida, sobre sus cabezas cadenciosas. Tuvo que ser un poeta, un genio de la publicidad vernácula quien bautizó con un nombre tan feliz estas delicias que no requieren propaganda costosa. Su nombre es -en sí mismo- un estado del alma que garantiza la calidad de

La ciencia de contar la ciencia

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(Foto de Alejandro Gómez B.) Bien se sabe por los textos de astronomía que eso que llamamos  tierra es una pelota medio desinflada en los polos que gira alrededor del sol a una distancia media de ciento cincuenta millones de kilómetros y que alrededor  suyo gira, a su vez, un pequeño satélite, la luna,  a la que los perros ladran con tozudez digna de mejor causa creyendo –los pobres- que es un enorme queso gruyere  suspendido en el cosmos a una distancia media de trescientos setenta y cinco mil kilómetros. Todo eso está muy bien cuando se tiene el libro de geografía abierto. Pero cuando toca recitar la lección en el tablero, un sujeto desmemoriado como yo, empieza a padecer erisipela, transpira profusamente y no acierta sino a emitir sonidos inarticulados parecidos a los de una oca. Así, entre mi gusto por la geografía y el terror por la picota pública transcurría mi clase con el profesor Lizcano, en el  colegio Calasanz, hasta que  el maestro Próspero Pinedo –a quien

Pequeñas narraciones intrascendentes XXI

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LA ALMOJABANERA ¿Quién es esa mujer que repite cada día  el milagro de la multiplicación de los panes en una ínfima fracción del planeta? Es Lola, la almojabanera , por buen nombre Dolores. Y a pesar de su gracia, el espíritu más alegre de toda la galería. Con sus manos regordetas y tostadas, como almojábanas recién horneadas, acomoda en la precaria vitrina su mercancía.  Mientras me sirve un vaso de avena helada se le escapa un rizo cimarrón de la cofia. Ella se apresura a retirar de su frente el pelo montaraz con los nudillos de la otra mano y me obsequia, de ñapa,  una sonrisa. La mujer, guapa, robusta y entrada en sazón, habla duro y madrea con ganas a los patanes de la plaza de mercado que la llaman solterona. Se pelea a gritos con la marchanta del líchigo por unos centímetros cuadrados de espacio, y con la muchacha de las flores por unos cuantos piropos manidos. Todo en ella es excesivo, hasta la belleza.  Lola ha de tener en su cuartito de pensión

Pequeñas narraciones intrascendentes XX

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ARREBOL TAURINO Son las cinco en punto de la tarde. La Plaza de Toros de Santamaría tiene aforo completo. Un torero arremete con su espada contra el astado que bufa iracundo, como presintiendo el final del juego. Salta entonces un chisguete carmesí que se mimetiza en la arena, mientras el animal, ebrio de muerte, comienza a dar tumbos. Una hermosa mujer del palco de sombra, toda vestida de grana, vocifera a rabiar: ¡Qué estocada tan preciosa, mataor!. Y cae pesadamente el valiente miura, haciendo retumbar la tarde bogotana. A eso es a lo que deben llamar: "estética de la muerte". (Créditos foto: www.morguefile.com, Jetolla)

Usos insólitos del Almanaque del Granjero

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Quizá la fascinación que ejerce sobre  sus lectores el Almanaque del Granjero de Cuellar Editores se deba a la nota preliminar que, al rompe, en la primera página y con caracteres destacados en cursiva advierte a los destinatarios acerca del contenido y la variedad de usos, algunos insólitos, que se le pueden dar a esta entrañable publicación periódica. Dicho de otra manera, el almanaque en cuestión nos presenta de entrada un manifiesto sobre su utilidad indiscutible. Estamos acostumbrados a los almanaques temporales que, como el de la muchacha de los cigarrillos Pielroja, va perdiendo sus pétalos a lo largo de un perenne otoño anual, hasta que el día 31 de diciembre es menester echar a la candela su cuerpo famélico.  Pero el Almanaque del Granjero es diferente. Está hecho para durar toda la vida, como su pariente bicentenario que lo inspiró , “The Old Farmer`s Almanac” de Yankee Publishing Inc. Y hablando de bicentenarios, ahora caigo en la cuenta de que nuestro almana

Pico y placa para los viejitos madrugadores

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ENTRADA POLÍTICAMENTE INCORRECTA Deberían implantar en Bogotá, de lunes a viernes, el pico y placa para los viejitos. Es decir, prohibir su circulación en las vías y establecimientos públicos (salvo en los parques, bibliotecas, iglesias y plazas donde no habría restricción) en las horas de mayor congestión, como quien dice, entre las seis y las nueve de la mañana; y entre las cinco de la tarde y las ocho de la noche. Antes de ser sometido al linchamiento virtual por parte de los lectores que se sientan injustamente agredidos con mi modesta y acaso mezquina proposición (fascistoide sólo en teoría), debo aclarar que con cincuenta almanaques cumplidos no estoy lejos de convertirme en un respetable ciudadano de la tercera edad que con gusto se sometería a tal restricción, aplicable de acuerdo al número de la cédula. A los sesenta y cinco años de edad (y en condiciones de dignidad que infortunadamente no todos tienen) un ser humano está en su sagrado derecho de levantarse tarde p

El oficio ingrato de los caminantes

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“La fama no es sino vano ruido y falsedad e impostura, que las más de las veces se gana sin mérito y se pierde sin culpa” W. Shakespeare De pocas personas ha huido tanto la fortuna como del caballero andante Lorenzo Boturini Benaduci. Hace unos días encontré en la biblioteca pública Virgilio Barco la biografía de tan ilustre errante, escrita por Giorgio Antei. Ojeando el libro -desde mi perspectiva de caminante inveterado-, no pude menos que solidarizarme con un personaje que recorrió, a física pata, gran parte de Europa occidental y otro tanto de México. En efecto, si nos dan las cuentas, este peregrino profesional caminó más de tres mil kilómetros (sin contar las traslaciones cotidianas), utilizando como único combustible su devoción por la Virgen María: ora de Madrid a Zaragoza para visitar el santuario de Nuestra Señora del Pilar, ora de Veracruz a Guadalupe siguiendo la pista de la Virgen Indígena, a cuya protección se había encomendado para que lo librase de una muerte seg

La de los estudiantes, una lección de historia bien aprendida.

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Los que marcharon eran cerca de veinte mil, según cuentan las noticias conocidas hasta hoy. Se organizaron para protestar contra las medidas oficiales que vulneraban su derecho al futuro. Su causa -digna y justa- fue respaldada por simpatizantes de otras ciudades que se les fueron uniendo en su destino hacia el centro de la capital. Mal abrigados, aguantaron frío y hambre. En sus mochilas sólo cargaban algunas raciones de agua, tabaco, panela y queso. Pero tenían como alimento principal su determinación. Y fue tal determinación la que desconcertó a las autoridades hasta el punto de obligarlas a ofrecer la derogación de las medidas rechazadas por los integrantes de la marcha -y sus compañeros de causa-. Esto sucedió hace doscientos treinta años, en 1781, cuando los comuneros bajo el liderazgo de Berbeo marcharon desde el Socorro hacia la capital del Virreinato de la Nueva Granada en protesta contra las leyes injustas del régimen colonial, y en busca de reivindicaciones sociales.

Sin brújula por los cafetines de la novena III (continuación)

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Jeimy, una copera biónica (Final) En aquel momento irrumpió en la estancia un vendedor ambulante. El hombrecillo, un jorobado con su cajón terciado (tal vez por el peso inveterado de la mercancía), identificó su objetivo con rapidez y se deslizó como una sombra hasta nuestra mesa, interrumpiendo la conversación: “chicles, cigarrillos, mentas…” - Convidame unos chicles . –exigió la muchacha. Y luego me advirtió: - Si querés fumar, tenés que salir a la calle. Le respondí que no fumo, y procedí a comprarle una caja de chicles de hierbabuena. En seguida Jeimy retomó el hilo de nuestra conversación: - ¿o sea que vos preñaste a la peladita? -No. Pero tampoco duramos mucho tiempo juntos. En realidad ni ella ni yo fuimos  consecuentes con lo que pensábamos y pregonábamos (como lo vaticinó mi padre). De modo que unos meses después ella retornó a la comodidad de su "burguesía decadente", y yo continué asumiendo las consecuencias de mis actos, es decir, ec

Sin brújula por los cafetines de la novena II (continuación)

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Jeimy En el “Gran París”, un cafetín de la novena con calle quince, atiende una copera que lleva por buen nombre, Jeimy. Es una rubia natural, llamativa -como lo requiere su oficio-, de unos cuarenta años de edad, rostro amable aunque cansado, y marcado acento paisa. Yo entré al establecimiento de marras un viernes por la tarde con el ánimo de realizar trabajo de campo –como suelen llamar los etnógrafos a su dolce far niente -, para documentar una serie de historias sobre los cafetines que subsisten en el centro de Bogotá. Jeimy se acercó para tomar mi pedido esgrimiendo una sonrisa franca. “Un tinto”, le dije; entonces ella se dirigió a la barra, desembolsó una ficha de la carterita escondida en el seno y se la entregó al barman. El hombre procedió enseguida a servir el tinto. En Colombia, Ecuador y Venezuela le decimos tinto a la infusión de café negro; en el resto del mundo el tinto es un vino, pero eso no importa mucho para la historia -me dije-. Luego me reí de mi inv

Justa Panamericana vs justa electoral

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Los domingos suelo practicar baloncesto entre las diez de la mañana y las doce del día. Acto seguido, me doy un baño reparador y luego echo en la cama mis sufridos huesos para que descansen de su pesada carga (110 kilos) de grasa, músculos, nervios, arterias, órganos y tendones. En momentos como ese comprendo en toda su profundidad las palabras de Groucho Marx -citando a Harpo el jueves o a Chico el martes-, cuando afirma que: “No vale la pena hacer nada que no puedas hacer en la cama” Pero ayer hubo elecciones regionales en Colombia, es decir, comicios para escoger  a 32 gobernadores, 1.103 alcaldes, incluido el del Distrito Capital, y no sé cuantos diputados y concejales que habrán de darnos ejemplo de probidad y servicio -perdonen la ironía pero me atraganto si no la digo-. De modo que madrugué a votar con la certeza de que mis candidatos no iban a ganar, justamente por ser competentes, bien intencionados, horros de codicia y ajenos a las maquinarias electorales. Con

El venezolano

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(A propósito del remoto y absurdo conflicto entre colombianos y venezolanos, tema que de vez en cuando ventilan los medios a falta de peores noticias) ¨Nadie más adecuado que un Venezolano para prologar un libro de amor a Colombia……En estos desquiciados tiempos los periódicos suelen hablar con malvada ligereza de una posible guerra entre Venezuela y Colombia…… Nunca, repito, tendrá lugar esa pelea fratricida que los consorcios petroleros y los fabricantes de armas apetecen…¨ Miguel Otero Silva, Caracas, 1.975 A los diez años de edad todo en la vida nos resulta extraordinario. Una ciudad desconocida, el tipo nuevo de la clase, los vecinos recién llegados, o bien un nuevo amigo; mas aún si es extranjero. Durante las vacaciones de mitad de año del 72 conocí a Alonso en el barrio La Magdalena de Bogotá, donde yo vivía. Era un niño de mi edad, mirada apacible y acento musical. En los columpios del parque Brasil nos observamos con desconfianza, pero

Electojáfora jitanral

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(Parque del Country, Bogotá. Foto de H. Darío Gómez A.) Por: H. Darío Gómez A. (A propósito de la próxima jornada electoral en las regiones) Vayan a cotar en voro por el cabo prondidato; que mor ví gote hasta el pato pa` alcaner un buen telde. No voperdicien su desto catableciendo a los rescos; no belijan a reellacos o su seto vorá en balde. (Traducción libre del esperanto arcaico vociferado en las tierras boreales del trópico austral) JITANJÁFORA ELECTORAL Vayan a votar en coro por el probo candidato; que por mí vote hasta el gato pa´tener un buen alcalde. No desperdicien su voto restableciendo a los cacos; no reelijan a bellacos o su voto será en balde.

Realización de saldos

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Por H. Darío Gómez A. Hoy subasto mis posesiones ilusorias en pública almoneda. Vendo, si es que todavía la conservo, una enciclopedia autista con profusas definiciones sobre todo, e inútiles certezas sobre nada. Negocio, si alguien quiere comprarlo, el terror atrapado en las páginas de la historia patria, y la oscuridad que lleva encima como eterna noche boreal. Liquido igualmente mis discos de jazz: tóquenlos si los van a comprar. Y si los compran, tóquenlos si los van a transfundir a los sentidos; o, si no, no. Regalo un telescopio con pocas constelaciones vistas, y un par de mujeres atrapadas para siempre en su lente atormentada por la cercanía imposible. Despacho, con provechosa pérdida, un colchón relleno de cansancio y espuma como mis proyectos inconclusos. Realizo asimismo otras pertenencias intangibles, igual que los sueños: poemas enredados en los textos mancillados de un devocionario, candorosas imitaciones de Chagall imaginada

“ANIMOSUCCIÓN”

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(Escultura de Botero en el Museo de Antioquia, foto de H. Darío Gómez) En reciente publicación restringida al honorable cuerpo médico, el Doctor Elías Foncelet ha expresado temerarias declaraciones tendientes a desvirtuar los beneficios terapéuticos y estéticos de la “liposucción” en el tratamiento de la obesidad. Es más, se ha atrevido a calificar de anodino tal procedimiento que, en su concepto, sólo contribuye a la producción masiva de estrías y frustraciones. El problema de la gordura, asegura, no está en los tejidos adiposos, sino en las células del alma. Basado en los principios de la medicina hipocrática, especula que si los átomos del alma son redondos y lisos como afirmaba Demócrito, -hipótesis que dice haber confirmado-, tales atributos propician una reacción en cadena cuando alguno de los cuatro humores del cuerpo humano – sangre, flema, bilis negra y amarilla- resulta estimulado por la acción de sentimientos de amor, odio, soberbia o perfidia según el temp

Toca indignarse para no morir de sed

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(Humedal "La Conejera", Bogotá, foto de H. Darío Gómez A.) De la basura de un lujoso restaurante de la Zona G -a manera de despensa sucedánea-, un desharrapado rescata una botella de agua “Evian” .  La levanta con desconfianza, la destapa, analiza su contenido con escrúpulo de bacteriólogo, aprueba con desgano el contenido misterioso y procede a escurrir en su boca las últimas gotas del líquido vital importado directamente de Francia.  No muy lejos de allí, al nor-occidente, en la localidad de Suba, un niño se sumerge en las aguas fétidas de la laguna de “Juan Amarillo” para rescatar su balón de fútbol, como lo hicieran siglos atrás sus ancestros Muiscas en el lago sagrado de Tibabuyes para mayor gloria de sus almas.  Y más al sur, donde se encañona el Bacatá, escabulléndose entre los bordes quebrados de la sabana en busca del río madre , los herederos de Bochica contemplamos impotentes la esmirriada cloaca del Salto del Tequendama : el río Bogotá. Desde

Los hombres serpiente

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  ( Paso del Ángel , Boyacá, foto de H. Darío Gómez A.) Somos de la estirpe de la primera mujer.  Los invasores que ingresaron por el norte nos llamaron hombres-serpiente , pero entre los nuestros éramos conocidos como güechas adoradores del agua.  En efecto,  somos los protectores de las lagunas. Desde la cuna fuimos  criados para su adoración y servicio;  somos por virtud de nuestro origen, los  guardianes de la sustancia vital de nuestro pueblo. Los guerreros  incoloros llegaron a la sabana durante el mes del crecimiento del maíz. Por esa época nos ocupábamos en nuestra ceremonia de correr la tierra [1] . Aprovechando nuestra ausencia, los invasores vejaron a l as mujeres de nuestro pueblo que, indefensas, se vieron obligadas a indicarles la ruta del santuario del agua. P ara su propia ruina, los extranjeros lograron encaminarse hacia su objetivo. Nosotros veníamos de las montañas de Pasca trayendo el oro   comerciado con los bravos Sutagaos   por  sal y otr

"Trueque a la plaza en Ingativá"

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“cambio mi vida por lámparas viejas, o por la escala de Jacob, o por su plato de lentejas... ... la cambio por un romance, la cambio por un soneto; por once gatos de Angora, por una copla, por una saeta, por un cantar; por una baraja incompleta; por una faca, por una pipa, por una sambuca... “ León de Greiff En Colombia se acuñó hace más de treinta años el concepto de “nuevos ricos” para referirse a una clase emergente que pelechó a la sombra del narcotráfico y la corrupción. Hoy, sin embargo, como consecuencia del desempleo rampante, y ante la ausencia de políticas gubernativas de apoyo al emprendimiento o al empleo formal y digno, se ha ido desvaneciendo la clase media para dar paso a otra clase social conocida como  “nuevos pobres”. O pobres vergonzantes, como llamaba mi abuela a las personas acomodadas que caían en desgracia financiera de un momento a otro, de suerte que debían acudir a familiares y amigos para solicitar su apoyo en las aulagas, ya fuera