La ley de los números grandes




"El secreto del éxito es la honestidad. Si puedes evitarla, está hecho". Groucho Marx

No soy bueno para los números. Y atribuyo tal falencia a mis profesores del colegio, que, con su pedagogía de la férula, insuflaron  en mi mente el terror por las matemáticas. Tarde llegó a mis manos ese maravilloso libro denominado “El hombre que calculaba”, una suerte de “mil y una noches” de las operaciones aritméticas.  De haberlo encontrado en mi época escolar, otro gallo cantaría.

El hecho es que soy poco versado en el asunto, pero tengo el suficiente sentido común  para entender que los banqueros son amantes de los números grandes. Eso es evidente, como quiera que también son grandes sus rebaños. Y ni que decir tengo de sus impúdicas utilidades.  De manera que para administrar eficientemente tal abundancia, ellos aplican la que he dado en llamar –teorizando sin ningún fundamento- “Ley de los números grandes”, que no debe confundirse con la “Ley de los grandes números”, aplicable al estudio de la probabilidad, muy útil en los sistemas aleatorios de las Compañías de Seguros. Digamos que en este caso el orden de los factores si altera el producto.

¿Y en qué consiste la fementida Ley de los números grandes? Para responder a esta pregunta me remito a las recientes declaraciones de la presidenta de la Asociación Bancaria, quien afirmó con su acostumbrado tono soñoliento que en Colombia existen más de dieciocho millones de ciudadanos “bancarizados”. Lo anterior quiere decir que el cuarenta por ciento de los colombianos está vinculado a la banca, ya sea mediante  una cuenta corriente o una de ahorros.  Y no necesariamente por su propia voluntad, pues hasta la población desplazada víctima del conflicto está recibiendo las “ayudas” del estado a través de tarjetas débito emitidas por los bancos. Lo mismo pasa con los trabajadores que se ven obligados por sus empleadores a constituir onerosas cuentas de nómina para recibir sus salarios.  Ahora bien, es conocido que en Colombia los bancos cobran a sus clientes hasta por la sonrisa, y es allí donde radica la rentabilidad de la Ley de los números grandes, sin perjuicio de las tasas de interés que, como sabemos, son de las más altas del mundo, amén de  los pequeños “ajustes al peso”, las equivocaciones “de buena fe”, y los servicios cobrados pero no prestados, que merecen capítulo aparte.  

Como no soy bueno para los números, no alcanzo a calcular las ganancias que reciben los bancos por los millones de transacciones –muchas de ellas innecesarias- que obligan a realizar a sus clientes cautivos, merced a la Ley de los números grandes. Pero intuyo que son muchas, y sin causa. Bien lo dice el Eclesiastés: todo tiene una ley, pero esa ley no podemos comprenderla. También dice el hagiógrafo que “las riquezas no dan la felicidad, sino que quitan la paz.”. Y nosotros, los ciudadanos de a pie, sabemos que es perecedera la alegría que producen las cosas materiales. Sin embargo los banqueros, que son más prácticos que religiosos, se dedican tranquilamente a la usura sin hacer mucho caso a las sagradas escrituras.

Como ya habrán descubierto a estas alturas queridos peatones, mi Ley de los números grandes es un verdadero disparate. Una ficción tan absurda como la triste realidad que nos rodea. Pero esa Ley es de la misma estirpe de la Ley del embudo y de la Ley del más fuerte, y los banqueros lo saben. Ya tienen cautivos a dieciocho millones de colombianos, y vienen por más. De modo que no se dejen adormecer por el tono abúlico de la señora presidenta de ASOBANCARIA. Los banqueros son muy despiertos.

Así las cosas, con el ánimo de ser propositivo y no aparecer ante ustedes como un resentido sin ideas, me permito invitarlos a ejercer pacíficamente el derecho a la “desobediencia civil”, o mejor, a la  “desobediencia financiera”- si se me permite el término- para contrarrestar los efectos perniciosos de la mencionada Ley, así:

  • En lo posible no tenga su dinero en el banco.  Guárdelo mejor en el dobladillo de las cortinas de su cuarto, o debajo del colchón si la imaginación no le da para más. Si entran los ladrones a su casa, es preferible que se lo roben ellos –a lo mejor lo necesitan más que usted-  a que se lo esquilme el banco.  Si no está muy seguro de este consejo, recuerde entonces la máxima de Bertolt Brecht según la cual es más criminal el que funda un banco que el que lo asalta.
  • Cuando salga a la calle nunca  pague con tarjetas de crédito o débito.  Cancele en efectivo lo que se va a comer, a poner, a mirar, o a tomar.  Es mejor tener billetes en el bolsillo para que cuando lo atraquen –no se llame a engaño, en Bogotá algún día lo van a atracar-  tenga con qué negociar su vida.  Sólo así podrá usted discernir la paradoja planteada por Ambrose Bierce respecto del viajante asaltado por un bandolero, que debe decidir entre la bolsa o la vida: si escoge la bolsa, no podrá disfrutarla sin la vida; y si escoge la vida,  será una vida muy triste sin la bolsa y además será una vida inútil que no le sirvió ni para salvar la bolsa.
  • No compre en los grandes supermercados. Cómprele mejor al tendero de la esquina que no maltrata a sus proveedores y no obliga a sus trabajadores a mendigar el sueldo con las “propinas voluntarias” de sus clientes.  Además el vecino de la esquina le fía. Busque también los mercados campesinos y los grupos de comercio justo.
  • Vuelva al trueque: cambie un curso de esperanto por unas carpetas en macramé,  la calzada de una muela por un repuesto para la olla “express”, media libra de azúcar por un beso dulce de la vecina, una clase de matemáticas por un kilo de moras, una consulta médica por una torta de ahuyama de la abuela, una mochila por una ruana, un sombrero por un balón o un memorial por una invitación a almorzar. Saque de su vida al dinero plástico.

Quién quita que con muchas transacciones solidarias, justas y extrabancarias le cambiemos a la Ley de los números grandes ese tufillo de avaricia, por aire limpio para respirar.

créditos foto: Performance de Alejandro Gómez 

Comentarios

  1. Señor Dario buenas tardes y con permiso


    Excelente. Por donde lo leo, excelente en realidad. Tengo aqui en mi mano un ejemplar muy viejo de una revista que siempre me ha gustado mucho, la reader´s digest y cito esta frase celebre:

    “Si quieren seguir siendo esclavos de los banqueros y pagar por el costo de su propia esclavitud, permítanles continuar creando el dinero y controlando el crédito de una nación”

    Sir Josiam Stamp

    Los empleados del pais tambien son unos esclavos por "default" del universo bancario ya que las empresas los endosan en las cuentas de nomina como dice usted y es tan vil, que el empleado nisiquiera puede escoger al menos en cual banco quiere tener la cuenta. Le toco el que le toco y de malas. A quejarse al mono e la pila como decia mi abuela. Y por supuesto, el que quiera atreverse a pedir un prestamo de dinero en estas entidades, debe demostrar, plenamente, que no lo necesita. De lo contrario, el perfil, el estudio de credito "no aplica" segun las condiciones del banco. La persona,los de ruana, como quiera llamarlos, llevados, a veces, por la necesidad imperiosa terminan recurriendo al prestamista gota a gota, y ...Dios nos libre de ellos!!!

    Muy linda la utopia del ultimo parrafo. Yo no se en este momento de mi vida, como cambiar este mundo, este pais, pero si usted encuentra la forma don Dario, cuente conmigo!!!

    SALUDOS

    STAROSTA
    (UN PRODUCTO DE SU IMAGINACION)

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  2. ¡Ay sobrino! A mi las matematicas, un día me dieron la espalda y nunca más me perdonaron.
    Así como me ves, la he pasado con las más elementales operaciones numéricas (casi, casi compro un ábaco, como los chinos).
    Pero un día llegaron mis hijos pálidos y muy asustados, me pidieron mis diez y ocho tarjetas de crédito y mis estados de cuenta.
    Al día siguente pagaron mis deudas e hicieron pedacitos mis queridas tarjetas.
    ¡Ay hijos y ahora con que voy a pagar!, "con efectivo mamá, con efectivo".
    Fue como salir de un sueño. Por mucho tiempo viví en el feliz planeta del dinero plástico, pero desperté y supe que todavía había personas que pagaban con billetes y monedas.
    Si me permites opinar, te sienta mejor la guayabera.
    Te quiere la tía Ku

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  3. ya los mercaderes de venecia no se conforman con un kilo de corazón del deudor, sino que van hasta por su libertad.

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  4. Buena propuesta. Volver al trueque. Acá con la dolarización nos acabaron de matar hace unos años.

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  5. Starosta, ahora si le creo que es usted un irresponsable. Tener la intención de unirse a mi causa sin futuro, es un acto de insensatez.

    Ahora bien, en cuanto al READER`S DIGEST, le cuento que a mí también me gusta mucho. Es más, he adoptado como terapéutica contra el absurdo aquello de "La risa, remedio infalible", ¿recuerda?.

    Mi padre, que tenía buen sentido del humor, decía que esas eran lecturas escatológicas, pues se leían estando uno sentado en el inodoro.

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  6. Tía Ku:

    Es que no hay nada más peligroso que el dinero plástico. Por lo visto, quedaste endeudada con tus hijos hasta por tres reencarnaciones más.

    Y acerca de lo de la guayabera...qué te diré...recibí el mensaje. A buen entendedor, pocas palabras bastan.

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  7. Danilo, Dolores:

    Si, volver al trueque es una respuesta al utilitarismo brutal del dinero. Los valientes argentinos de a pie, sobrevivieron al corralito, entre otras cosas, gracias al trueque.

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  8. Un pequeño comentario: Si hay una publicación que detesto, ea el famoso Reader´s digest, ya que cómo su nombre lo dice, mastican la comida para que tú la comas ya hecha bolo alimenticio.
    A mi me gusta paladear con suma calma las letras, comerlas yo misma y hacer mi propia digestión.
    No entiendo cómo puede gustarles esa revistilla, que no es más que porpaganda gringa.
    Sorry Darío y Starosta, pero es mejor escupirlo a que se me atore.

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  9. ¡Ah, caramba!, adorada tía Ku. O sea que estás de acuerdo con mi viejito -alma bendita- en que las del READER`S DIGEST son lecturas escatológicas. A mí si me gustan varias de ellas. Al igual que los comics, son un referente de nuestra cultura mediática de los últimos 40 años. Me encanta también tu juego de palabras acerca del DIGESTO (digestión). ¡Qué diría Justiniano! al enterarse de que estamos jugando con su compilación sistemática del saber, como si fuera un bolo alimenticio. No te disculpes, tía, si precisamente se trata de ponerle sal y picante a este asunto.

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