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Mostrando entradas de febrero, 2011

Peces antediluvianos

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A pesar de la orden perentoria de Yahvéh Elohim, Noé, hombre justo y cabal, fracasó en su intento de salvar una pareja de peces, que, pudiendo nadar con pericia bajo el agua, murieron sofocados sobre el piso impermeable del Arca. Créditos foto: "El peatón en la Sierra Nevada del Cocuy", foto de Francisco Hernández

Buzón de correspondencia devuelta II – Carta a Berenice

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Hay cartas que nunca se escribieron, cartas que nunca se enviaron y cartas que nunca llegaron. Hay asimismo cartas que nunca se leyeron, cartas ficticias con motivaciones reales y cartas reales con motivaciones ficticias, epístolas, en fin, que retornaron, después de un periplo por la imaginación afiebrada del peatón, al buzón de correspondencia devuelta. Berenice: No sé si alguna vez habrá notado mi presencia en el Café Pentágono. Con esta enorme humanidad que llevo encima como una coraza de rinoceronte es difícil pasar desapercibido; y no lo digo precisamente por mi buena figura, sino por el tamaño de mi perplejidad y el peso de mis dudas. Estoy más cercano a la brutalidad del oso que a los ademanes marciales y ridículos del maestro de ceremonias del circo. El hecho es que, como animal grande y sensitivo, me esfuerzo por estar intensamente vivo, de modo que me río con frecuencia y estruendo; y me enfado con vehemencia, aunque sin violencia ni rencor. De esta suerte, re

Nostalgia por las librerías de antaño

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(Librería Buchholz, años 60s., Bogotá, Colombia) Sin más ni más se fueron apagando las luces de la sabiduría en Bogotá. Y como la cultura no tiene muchos dolientes en nuestra, dizque “Atenas” suramericana, pocos se percataron de la desaparición de las librerías emblemáticas de la ciudad.  Vivimos en una ciudad relativamente joven, atacada con precocidad, como los lotófagos, por la enfermedad del olvido. Una urbe poseida por las contracciones nerviosas producidas por la incertidumbre y los juegos de azar –no en vano hay un casino en cada esquina-.  Pero librerías… quedan muy pocas.  Sobreviven  por fortuna la Central –fundada por el sabio austriaco, Hans Ungar, alma bendita-, la Mundial, de mi amiga, la señora Gaitán , la Lerner, Luvina, San Librario, Alejandría, Biblos, la Nacional, FCE y otras dos o tres. Muy pocas, en todo caso, para una ciudad de casi nueve millones de potenciales lectores. Y ni que hablar de los libreros: partió hace unos años don Hugo –el de la L

Recetario del rebusque IX

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Como estamos en las postrimerías de esta quincena y ando escaso de blanca, le propuse a doña Anita escribir en mi blog una nota gastronómica acerca de su restaurante, a cambio de un “corrientazo”.  Doña Anita, mujer del campo, curtida por las aulagas y curada de los malos negocios, me respondió: -Doctor –así me dice ella candorosamente-, yo no sé de que trata su “blok”, y usted puede escribir allí lo que le dé la real provocación, pero si quiere almorzar a cambio de trabajo, entonces mejor ayúdeme a repartir estos volantes en la plaza de mercado. El punto, sin embargo, es que no soy  bueno para el “marketing”, y carezco de vocación de hombre-anuncio o de payaso con megáfono, para promocionar almuerzos ejecutivos en la galería. De manera que decliné la contrapropuesta de doña Anita.  Pero ya entrado en gastos, resolví  escribir la presente crítica gastronómica, de balde. Gastronomía de alpargata “Que ayunen los santos que no tienen tripas”. Adagio popular En

Pequeñas narraciones intrascendentes XIV

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El peatón cuenta que… No hay nada más frío que un lunes bogotano al anochecer. Y a la entrada del supermercado, una muchacha menuda en traje de colombina ofrece degustaciones de café. La blusa vaporosa y la minifalda innecesaria exponen su piel trémula a la noche glacial. Aun así le alcanza el ánimo para regalarme una sonrisa franca, como respuesta a mi saludo exento de lujuria. -¿por qué no te pones un saco? –le pregunto. -no me dejan, es por el uniforme. –me responde tiritando. -entonces toma un café de la degustación para que te calientes. –le aconsejo. -no está permitido. –me dice con su voz de seda. -hazte más adentro, alejada del sereno. –le insisto. -este es mi sitio asignado; de aquí no me puedo mover. –me aclara con otra sonrisa, esta vez más dulce. -¿qué clase de empleo es ese que somete a una niña a la inclemencia de los elementos, a la patanería de los administradores  y a la lascivia de los cafres? –me pregunto. -el que me tocó aceptar. –responde la muchac

Buzón de correspondencia devuelta

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Hay cartas que nunca  se escribieron,  cartas que nunca se enviaron y cartas que nunca llegaron. Hay asimismo cartas que nunca se leyeron, cartas ficticias con motivaciones reales y cartas reales con motivaciones ficticias, epístolas, en fin, que regresaron, después de un periplo por la  imaginación afiebrada del peatón, al buzón de correspondencia devuelta. “La experiencia de muchos años en la crónica de éste género me dice que el lunes es el día del suicidio.”  Felipe González Toledo Esta carta fue encontrada en el bolsillo  del uniforme camuflado de un  soldado  mutilado, que, estando en terapia de rehabilitación y sin mediar aviso, intentó pegarse un tiro. “Mi teniente Soler: Ayer en el circo supe que la amaba.  Disculpe que sea tan directo. Pero usted es mujer antes que oficial. En otras circunstancias no me habría atrevido a escribirle estas letras, y menos aún a decírselas, no tanto por temor a  la sanción por irrespeto