Buzón de correspondencia devuelta II – Carta a Berenice


Hay cartas que nunca se escribieron, cartas que nunca se enviaron y cartas que nunca llegaron. Hay asimismo cartas que nunca se leyeron, cartas ficticias con motivaciones reales y cartas reales con motivaciones ficticias, epístolas, en fin, que retornaron, después de un periplo por la imaginación afiebrada del peatón, al buzón de correspondencia devuelta.

Berenice:

No sé si alguna vez habrá notado mi presencia en el Café Pentágono. Con esta enorme humanidad que llevo encima como una coraza de rinoceronte es difícil pasar desapercibido; y no lo digo precisamente por mi buena figura, sino por el tamaño de mi perplejidad y el peso de mis dudas. Estoy más cercano a la brutalidad del oso que a los ademanes marciales y ridículos del maestro de ceremonias del circo. El hecho es que, como animal grande y sensitivo, me esfuerzo por estar intensamente vivo, de modo que me río con frecuencia y estruendo; y me enfado con vehemencia, aunque sin violencia ni rencor. De esta suerte, reúno en un solo cuerpo las culpas de la humanidad, pero también su inocencia. Y así es como las convido, sin pudor, a tomar café en el Pentágono, establecimiento que, como usted bien sabe, no es tan reservado y seguro como su homónimo del Estado de Virginia, al lado del río Potomac.

En cambio yo si percibí desde el principio su presencia sin mesura, su encantador semblante de mujer en sazón, ¡y qué sazón!. Usted entró una tarde al Pentágono para hacer una llamada telefónica, iluminando con sus ojos la estancia. El embolador, un tipo canijo y desmueletado que intentaba sacarle inútilmente brillo a mis botas de cuero graso adivinó la curiosidad en mi rostro y me dijo, sin necesidad de preguntarle, que su nombre es Berenice, la vendedora de unas rifas "muy" exclusivas. Yo me quedé contemplándola como a la Eva de Durero, ensayando una sonrisa en la mitad del cosmos, tratando de inventar una ocurrencia para halagarla, pero su resplandor me cegó como las luces plenas de un Transmilenio que se viene encima y entonces se cayeron de los anaqueles de mis recuerdos todas las Berenices: Berenice, reina de los Ptolomeos; Berenice, reina de los Cirenáicos y de los Seléucidas; Berenice, reina de los Egipcios; y pensé asimismo en otras dos Berenices, princesas judías, hijas de Herodes el Grande y de Herodes Agripa respectivamente, y no porque yo tuviera una cultura universal, sino porque me lo contó otra Berenice, una muchacha triste -no tan hermosa como usted-, que tocaba un violín rosado en los parques; y se me vino también a la memoria un cuento de Edgar Allan Poe que lleva por título “Berenice”; y recordé con candor infantil a Berenice, la primera mujer que ví desnuda en mi vida, bañándose a totumadas en el lavadero de una finca en San Antonio de Tena como una sirena de tierra templada, en fin, Berenice, nombre de origen macedonio que significa “portadora de la victoria” según me dijo un amigo muy culto, y entonces concluí que el suyo es un nombre predestinado para una mujer que vende billetes para rifas exclusivas en los cafés de la novena o para una gitana que dice la buena ventura.

Mas cuando regresé de mis divagaciones usted ya había culminado su llamada, conque salió del establecimiento escoltada por las miradas trastornadas de todos los sujetos que ocupábamos las mesas sin oficio ni beneficio con una taza de café dilatada hasta el infinito, talvez esperando la fatalidad mientras escuchábamos sórdidos tangos que nos recordaban que “La juventud se fue...Yo ya no espero más...Mejor dejar perdidos los anhelos que no han sido y el vestido de percal”, y que, la pastora “se ha caído al pedregal de donde ya no volverá porque una estrella la llevó donde se va sin regresar”. Y yo le pedí sinceramente a Dios que no le fuera a pasar a usted lo de la pastora, porque aún tengo algo que decirle, no sé qué, pero ya se me ocurrirá el libreto; ¡qué va!. En realidad no se me ocurrirá nada, porque cuando llegue el momento, si es que llega, me pasará como al tiranuelo del cuento de Julio Cortazar, que no pudo decir nada para configurar su destino histórico retrospectivo, porque a duras penas balbuciré un piropo manido y destemplado que usted, preciosa Berenice, recibirá con desdén más que justificado, sin llegar a enterarse nunca de que cada vez que entra al Pentágono su altiva presencia nos regala un perfume de flores capaz de llenar el universo, y que sus formas generosamente contorneadas nos sugieren las rutas que perdieron a los navegantes alucinados del caribe. No sabrá tampoco que cuando circula con sus cadenciosas caderas entre las mesas, los clientes habituales del café, incluido un tío que sale cada diez minutos al zaguán para jugar con el humo de su cigarrillo “Pielroja”, sentimos un vértigo parecido al del trapecista que da el doble salto mortal en el vacío y que sólo recupera el aliento cuando puede asirse nuevamente al columpio salvador que lo regresa a la vida después de haber estado por un instante en el espacio muerto, en fin, cosas de índole parecida que permanecerán en mis labios a punto de salir cada vez que usted entra con el cielo puesto al Pentágono.

Su admirador,

H.D.G.A.

créditos foto: H. Darío Gómez A., "Sobre las nubes de la Sierra Nevada del Cocuy, 1,987"

Comentarios

  1. ¡San pichuchín de la cola larga!si yo hubiese recibido una carta así en mis años mozos no sé como hubiese reaccionado, desde luego en forma agradecida, pues eso de que piensen en una de esa manera y de que escriban tan lindo y tan originalmente, pues es para agradecerlo, ya que hace tremendo contraste con los piropos groseros y nada originales de los parlurdos que pasan al lado de una (bueno, eso recuerdo).
    Las mujeres ( porque tu tía todavía es mujer) reaccionamos favorablemente a las cositas que nos dicen ál oído, claro que deben ser bellas como eso de:pero su resplandor me cegó como las luces plenas de un Transmilenio que se viene encima, ¡guauuuu!, eso es un halago, no lo que me dice mi Pancho.
    Lo que si me hubiese fastidiado, es saber que alguien me escribió algo tan bello y yo no haya podido leerlo.
    En fin hay cartas que se volaron, como un pañuelo viejo y ¡ni modo!
    Cariños de la tía:Doña Ku

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  2. Tía, eres mujer en todo el hermosísimo sentido de esa palabra que nos contiene a todos y justifica nuestra existencia. Don Juan Crisóstomo te manda agradecer el piropo de vuelta.

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  3. Bien bonita si debe de ser la señora si es tal y como la describe el firmante de la carta

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  4. Hermosa carta. Para mí es pura prosa poética. Coincido con Dora Ku. Que rico que le escribieran a una así.

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  5. Bonita, sin duda, don Danilo.

    Dolores, yo francamente no puedo creer que no hayas recibido cartas parecidas con toda la belleza interior y exterior que rezumas.

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  6. BUEN DIA

    Con permiso

    Señor Dario:

    Usted se convierte, poco a poco en toda una referencia para mi. Esa manera de escribir tan impecable suya me alucina!!! Este escrito tan exquisito y a la vez, conectando elementos de nuestra indiosincracia. Su wikipedia personal abarca un espectro enorme y yo admiro profundamente eso. Cuando lei el nombre de Berenice de una lo conecte con Allan Poe.

    Deberia usted escribir un libro de solo cartas!!!! Seria espectacular y de paso, enseñaria usted a "escritores" jovenes y superfluos (como yo) Sobre como se debe escribir realmente. Usted en ese sentido, es un artista. Me permito felicitarlo y le animo a escribir mil veces mas. Este blog, ya de caracter obigatorio para mi, asciende en mi top de favoritos como la espuma de una buena pola en tierra caliente

    STAROSTA
    (UN PRODUCTO DE SU IMAGINACION)

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  7. Muchas gracias por sus generosas palabras, Starosta. Cada cual va encontrando su estilo por el camino a través de la persistencia. No sabe cuanto aprecio su espaldarazo para seguir porfiando, porque, usted bien lo sabe como creador que es, el asunto requiere disciplina y dedicación. Y la cosa no es fácil teniendo que trabajar en algo "productivo" para comer y mantener a la familia. Gracias de nuevo.

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  8. Querido Gómez: Espero que Berenice cargue un diccionario, para entender todas esas antiguas y "rimbobantes " palabras que su mente guarda en el cajon con admiracion y celo para unirlas en frases, prosas y parrafos mágicos y le permitan enfocar su mirada en el inmenso "ursidae" boquiabierto en el fondo del salon...!

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    Respuestas
    1. Ay, negrito, seguro que esa Berenice de marras no requiere diccionario, igual, no alcanzaría para describirla.

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