El espectro de mi acreedor


“he visto bajo el sol que ni es de los veloces la carrera, ni de los valientes el combate, ni de los sabios el pan, ni de los inteligentes la riqueza, ni de los instruidos la estima, porque el tiempo y la mala suerte alcanzan a todos” Eclesiastés (9,11)

Hace cinco años resolví no volver a contestar el teléfono de mi casa.  Me cansé de lidiar con un banco que se ha convertido en mi más amoroso seguidor: no ha querido olvidarme. De modo que cada cierto tiempo reanuda sus desapacibles incursiones telefónicas, obstinado en cobrarme una deuda, que, por principio de conducta,  no reconozco.  Soy muy testarudo y me niego a pagar lo que no debo, de suerte que nuestras diferencias están separadas por un abismo insondable.

El hecho es que el jueves santo rompí mi regla de oro, y cuando sonó el timbre del teléfono, en lugar de escuchar pacientemente los repiqueteos del aparato hasta su extinción, como acostumbro, me animé a contestar.  Era una muchacha –lo deduje por su voz de seda- que me dijo:

-          Hola, monis, prepárate porque ya paso por ti, y voy con todos los fierros.

Quizá por mi delirio de persecución la voz me resultó familiar, o al menos parecida a la de una de las telefonistas de la agencia de cobranzas. Yo pensé, entonces, que había llegado la hora señalada, y que de tal calamidad ya no me salvaría ni la ¡Maunífica![1]. Este banco, ¡carajo!, no respeta ni las fiestas de guardar, me dije; conque resolví prepararme para dar la pelea. Que el banco haya resuelto aplicarme la “capitis diminutio” incluyéndome en las listas negras de las centrales de riesgo por los tres pesos que dice que le debo, vaya y pase; pero organizar una incursión a la intimidad de mi hogar “por todos los fierros” –eso fue lo que yo escuché- en plena semana santa, si me pareció una exageración que no estaba dispuesto a tolerar.

Armado con un bate de béisbol que mantengo debajo de la cama –no sé para qué- y de una bacinilla esmaltada que guardo allí mismo –ya sabrán para qué-, me dispuse a defender con la vida mis fierros, a saber: la radiola "Motorola", el televisor "Philips" y la nevera "Westinghouse". Y sucedió que cuando inicié la guardia en la puerta de mi casa, bajó mi hijo adolescente con toda la parafernalia para acampar, y me preguntó:

-¿Qué haces ahí, pá?
-Aquí esperando a los ladrones del banco pa`recibilos a garrote, a ver si son capaces de quitarme mis pertenencias. –respondí.
-ah, bueno, pá, pero no vayas a salir así cuando llegue Mariana por mí,  con los fierros de la carpa, ¿bién? ¡es que te ves ridículo!

Y en efecto, ridículo me sentí, cuando acaté que me había dejado asustar en vano por el espectro de mi acreedor.



[1] Magníficat: oración que, según dicen, protege a los desamparados de los grandes males. "Él hizo proezas con su brazo: dispersó a los soberbios de corazón, derribó del trono a los poderosos y enalteció a los humildes, a los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió vacíos". Una clara alusión a los banqueros, es evidente.

créditos foto: de Menta, www.flickr.com

Comentarios

  1. jajajaja... Darío, parece que los fantasmas financieros te embarcaron en una cruzada contra los bancos jajajaja...

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  2. Dolores, me gustó mucho tu idea de la cruzada contra los bancos. Aunque no pasaría de ser una quijotada. Ahora bien, queda la opción de la justicia poética.

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  3. ¡Hola compañero de mi dolor!,¿me espías o lees mi correspondencia?
    No creo que sólo seamos dos, pero esta que te escribe si se pasó de impertinente y como dicen: "en el castigo llevo la penitencia", así que a mis tarjetotas le salieron alitas y/o pago al rabioso contado o me quedo sin los artículos necesarios (sanción otorgada por mis hijos, con justa razón)
    No me lo vas a creer, pero estoy mucho más tranquila desde que entré al reino del efectivo, ya no siento que se me quedan mirando los banqueros con ojos de "¿cuando pagas?, ni paso por los momentos de "¿pasará o no pasará?" al momento que entregaba mi plástico amigo en manos de la cajera en turno.
    Esta vida tiene menos adrenalina, pero ya no estoy para esos trotes.
    Te quiere tu tía:Doña Ku

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  4. Peatón, creo que ni el banco se qudaría con sus fierros, porque por las marcas que menciona, deben de ser viejísimos. así que tranquilo. Lo acompaño en su viacrucis que es el de millones de colombianos honestos que algún día tomaron la decisión equivocada de meterse con los bancos. Incluído yo. Suerte

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  5. tía Ku, aklguna vez propuse la "desobediencia financiera", tal como Thoureau propuso la "desobediencia civil". Volver al trueque, sacar de nuestras vidas a los bancos. Una locura, es cierto, pero también una hermosísima utopía.

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  6. Danilo, eso de los fierros es como una herencia atávica (mi padre era antioqueño). El televisor, para ser bueno, tenía que ser Philips; la radiola, (tocadiscos) Motorola; y la nevera, Westinghouse.

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