Los serenateros de la Caracas con 54: ánimas siempre firmes
Un vecino.
Si la Ciudad de México tiene su Plaza Garibaldi, Bogotá tiene su playa de los serenateros en la Avenida Caracas con calle cincuenta y cuatro. En ese lugar se les ve tomando el sol o chupando frío con el mismo estoicismo de un soldado de plomo. Mariachis, tríos y parranderos vallenatos permanecen allí dispuestos a servir las veinticuatro horas del día, trescientos sesenta y cinco días al año, tal como reza el eslogan de los cajeros automáticos de los bancos.
Y al igual que los banqueros, los serenateros carecen de alma. Pero a diferencia de estos, no es por avaricia sino que la fueron perdiendo entregándola gota a gota, generosamente, en cada canción. El alma, además de otros usos que le atribuyen religiosos y moralistas, es para los artistas el insumo necesario para interpretar con fundamento boleros exquisitos, tangos sensibleros, sórdidas rancheras y aun baladas cursis. Ni que decir tengo que los músicos de la Caracas con cincuenta y cuatro se ven obligados a conseguir en el mercado negro y a precios altísimos, cápsulas de extracto de soul para poder desempeñar el oficio.
Es sabido de antiguo que los átomos del alma son volátiles, atributo que dificulta su almacenaje. Sin embargo, los vendedores de alma envasada, conocedores a su manera del espíritu humano, han perfeccionado el reciclaje de suspiros de muchachas enamoradas (que no son otra cosa que burbujas de alma); han destilado asimismo el sustrato de tolerancia de las homilías de los curas, útil para las serenatas de reconciliación; y han extractado el espíritu desdeñoso de algunas divas de televisión, que los músicos insuflan con frecuencia a las canciones inspiradas por el desengaño.
Es sabido de antiguo que los átomos del alma son volátiles, atributo que dificulta su almacenaje. Sin embargo, los vendedores de alma envasada, conocedores a su manera del espíritu humano, han perfeccionado el reciclaje de suspiros de muchachas enamoradas (que no son otra cosa que burbujas de alma); han destilado asimismo el sustrato de tolerancia de las homilías de los curas, útil para las serenatas de reconciliación; y han extractado el espíritu desdeñoso de algunas divas de televisión, que los músicos insuflan con frecuencia a las canciones inspiradas por el desengaño.
Se advertirá, entonces, que cuando el cliente enamorado es asaltado por las hordas de músicos que ofrecen sus trinos, deberá escoger con sabiduría no sólo las canciones del repertorio, sino también el alma de los serenateros que las interpretan, no vaya a suceder que por falta de enjundia el agasajo a la mujer amada resulte insulso y tímido, cuando se esperaba que fuera melifluo o devastador, según el caso.
Créditos foto: de Héctor Merchán, www.flickr.com
Peatón, yo era cliente de los chiflamicas de la Caracas en Chapinero, pero nunca me imaginé que tocaba también "tantearles" el alma además del rítmo. Bueno saber para la próxima serenata.
ResponderEliminarDarío, ahora apreciaré mucho más las serenatas que me den. (hace rato que no me traen, pero no pierdo la esperanza) jajajaja. Muy lírica tu entrada, me gustó mucho.
ResponderEliminardon Danilo, eso es para que vaya viendo cómo es la cosa...
ResponderEliminarDolores, pues esta serenata es precisamente para tí.
ResponderEliminarCon una serenata se conquista mas de un corazón.
ResponderEliminarSin duda alguna, Mariachis de Bogotá. Por eso esta entrada es un pequeñísimo reconocimiento a la generosidad de su oficio.
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