Los árboles de Bogotá: Tejido vegetal para nuestra ruana verde



“De verde te amo más, con el vestido
que se parece al campo cuando llueve…”
Carlos Castro Saavedra, “Vestida como el Campo”

En uno de sus admirables escritos titulado “No maten a los árboles”,  el poeta Carlos Castro Saavedra -siempre vivo en nuestra memoria-,  nos invita a cuidar los árboles. Y siguiendo su consejo verde, he agarrado la maña de abrazarlos. No contento con eso, también los beso, les hablo, y me acojo a su  protección. Tal costumbre me ha significado la mala voluntad de algunos perros, pero sobre todo de sus dueñas, que miran con recelo mi comportamiento en los parques.

De un tiempo para acá siento que tengo aliento vegetal, y cada vez que me baño, me encuentro nuevos brotes de hojas  en la ingle y en las axilas. El médico del Seguro Social, entre ignorante y escéptico, me ha recomendado consultar a un ingeniero forestal, porque dice que mi  enfermedad no está cubierta por el plan de beneficios.

¡Ya estoy divagando de nuevo!. Pero ustedes, mis colegas de pata al suelo, acostumbrados a mis digresiones sin sentido, me sabrán perdonar.

Mas es lo cierto que para nuestra dicha, Bogotá ha sido bendecida  con muchos árboles.  Aunque no los apreciemos, ellos están siempre firmes a nuestro servicio para hacernos  la vida más amable. Son el tejido de la ruana verde que nos protege a los bogotanos del frío y  la demencia. Nos  brindan generosamente  la sombra y colorean el paisaje.


Hace unos quince años, como inusitado acto de amor por la naturaleza,  el DAMA -hoy Secretaría Distrital del Ambiente- patrocinó una publicación sobre los árboles de Bogotá.  Se trata de un lírico -no muy científico- inventario con fotografías en blanco y negro y hermosas ilustraciones hechas por arquitectos amantes de los árboles.  Conservo ese libro con aprecio, pues ha sido mi guía de campo para el reconocimiento, in situ, de nuestro patrimonio forestal durante mis caminatas bogotanas. Que yo sepa, no hay otros.  Creo que les debemos a nuestros árboles capitalinos más libros, ojala  con fotografías en color y descripciones científicas e históricas, con su ubicación en la ciudad junto a sus nombres comunes y, claro está, impresos en papel reciclado para no herir su memoria vegetal con nuevas e infames talas. 

De manera que, como homenaje a mis árboles bogotanos predilectos, hago la siguiente selección personal:

¥    Una hermosa palma de cera -árbol nacional de Colombia, para más señas- de más de veinticinco metros de altura, ubicada en la calle setenta y dos con carrera séptima,  -rodeada por pedantes edificios financieros que la miran con lascivia-, cuya elegancia, esbeltez y belleza me recuerdan a la negra del poeta X-504. Aquí se las presento: “Mi negra es alta y esbelta, muy lucida y bien plantada, su cuello es tan largo que anda su cabeza por el aire. El donaire de mi negra no cabe en ninguna parte”. ¡Imposible no enamorarse uno de ellas!. De la negra y de la palma de cera. Más todavía cuando nos evocan la calidez del trópico en este frío páramo.  Hay otras palmas de cera en la carrera séptima con calle noventa y tres, en un lujoso conjunto residencial al lado del parque del Chicó, en el Jardín Botánico, cómo no, en el parque de la Independencia y algunas más regadas por la ciudad. Pero me gusta esta por solitaria, por su  estoicismo y dignidad.
¥    Un entrañable árbol de yarumo plantado en el antejardín de mi casa paterna de la carrera 13 A con calle 109, cuyas hojas encumbradas parecen un muestrario  de paraguas abiertos.
¥    El enorme cedro del parque de Usaquén que, por su imponencia, inspiró a quienes bautizaron con su nombre al barrio ubicado en esa localidad donde, paradójicamente,  se talaron muchos cedros y cedritos para levantar tanto edificio feo que cunde por allá. Con frecuencia visito al cedro de Usaquén para recoger del suelo algunas flores de palo que generosamente me regala.
¥    Los robles,  por gigantes, fuertes y generosos, parecidos a un abuelo sabio y protector.
¥    Los papiros del antejardín de la señora Yoheta, al frente de la casa de mi padre,  cuyo elaborado conjunto armoniza con dos grandes Sauces llorones que nos hacían sentir que navegábamos por el delta del río Nilo.
¥    Los cerezos, los brevos y los papayuelos del jardín de mi casa, que le dieron de comer a mi infancia.
¥    Y los  sietecueros, y los alisos, y las araucarias, y los cauchos sabaneros, y los nogales, y  los alcaparros, y los encenillos y los pimientos, y las acacias, y los pinos,  y las palmas fénix, y los gaques, y los cucharos,  y el trompeto, y el arboloco, por loco; y aun los eucaliptos de la avenida Pepe Sierra que se tragaron las calles, pero nos dieron a cambio su aroma;  y los urapanes del Park Way aunque nos hagan zancadilla con sus enormes raíces.

A todos ellos agradezco su verde presencia.


Créditos foto: Palma de Cera, Diego Morales, www.flickr.com

Comentarios

  1. Darío: Tocas un punto neuralgico: la extinción de los árboles entre mil especies de arbustos, flores y demás, algo que me ha preocupado siempre, ya que ha habido muchas denuncias a cerca de la tala inmoderada de nuestros queridos árboles y de todo lo verde.
    Creo que alguna vez me he referido a la vergüenza que siento de saber que yo misma acepté que edificaran mi casita sobre lo que alguna vez fue un terreno de siembra. En mi descargo diré, que, debido a lo poco que ganan los campesinos con sus cosechas, prefieren vender sus terrenos y hacer otro tipo de negocios, el ex dueño del terreno sobre el que se construyó mi hogar, ahora tiene un prospero taller de autos. Así que de todos modos, si no hubiera sido yo, cualquier otro hubiera comprado el espacio que ya no tenían voluntad de trabajar y que ya no estaban sembrando.
    Pero ha habido otras calamidades este año en especial, ya que miles y miles de hectarias se han incendiado debido al extremoso calor, sin contar con la sequía que asola muchos de los estados de mi país.Presiento que habrá escasez de alimentos, más tornados, huracanes (al no haber árboles que detengan el paso del viento)y ve tú a saber cuantas consecuencias.
    más.
    Yo, como poniéndole un parche a una gran herida, he llenado mi jardín de árboles incipientes, de flores y de verduras. Bueno, algo es algo.
    Recibe mi cariño de siempre: Tía Ku

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  2. Yo recuerdo que Andrés Pastrana, cuando fue alcalde, por allá iniciando los noventas, taló miserablemente todos los árboles de la avenida Caracas, para hacer una obra horrorosa en el separador. La ciudad sigue teniendo árboles a pesar de los arboricidas.

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  3. Tía Ku. Estoy seguro de que ese apósito verde que le pusiste al pedazo de planeta que habitas contribuye a oxigenar nuestra existencia. Pero sobre todo, es un mensaje de esperanza.

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  4. Danilo, si, ahora que recuerdo era horrorosa esa estructura llena de hierros retorcidos, como si fuera una línea de protección de tricheras de la primera guerra mundial

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