Pasaje redondo (cuento) pseudo odisea por entregas, (V) penúltima entrega




MAESTRO DEL REBUSQUE

"Viajamos para cambiar, no de lugar, sino de ideas"
Hipólito Taine

La mañana avanzaba con un sol inexorable que penetró nuestra ventana obligando a Uriel a restregarse los ojos.

- Pues si - continuó -,  ese trabajo de valet parking me duró sólo tres meses hasta que me pillaron abriendo el reloj de control horario, usted sabe, para ponchar más horas y cobrar over time.    Después de eso, como estaba sin trabajo y sin hablar ni jota de inglés, me fui un día a un hospital por Kendall Drive donde necesitaban gente para hacer experimentos médicos o farmacéuticos, qué sé yo.  El aviso de prensa decía que requerían personas con trastornos depresivos  de la personalidad para administrarles un medicamento experimental durante varios días de hospitalización,  y que recompensarían a los voluntarios a razón de ciento cincuenta dólares por día. Yo no sé qué será esa mierda de trastorno de la personalidad, pero si sé que vivo con depresión permanente por esta soledad tan hijuemadre y por la falta de mi familia. De modo que acudí a lo del aviso, me contrataron, conque estuve una semana hospitalizado como un zombi. Claro que  antes de dejarme tocar un pelo tuve la previsión de pedirle a la enfermera, una cubana hermosísima, que si me moría en el experimento vendiera mi cadáver a un escultor loco que por esos días tenía en Miami una exposición de cadáveres de Chinos embalsamados y que, hecho el negocio, le enviara la plata a mi mamá en Colombia, que no a mi esposa porque, para que otro disfrute la plata del difunto, tiempo sobra...

Uriel se refería seguramente a la exposición “Bodies” que tuve la oportunidad de conocer recién llegado a Miami en una galería de Sunset Street.  Pensé que su disposición testamentaria además de ser algo estrafalaria no hubiera tenido mucha acogida, pues el cuerpo seboso de Uriel no se prestaba para embalsamar tan apropiadamente como los cuerpos magros  de los orientales expuestos. Además, incluso después de muertos nuestros cuerpos tienen diferencias de clase, más aun si se trata de exposiciones artísticas o facultades de medicina:  están los de primera clase que son los de personas jóvenes con huesos fuertes y todas las piezas dentales en el cráneo y el maxilar; y los de segunda, o sea el resto. Es decir, como el de Uriel o incluso el mío.  En Colombia, sin embargo, el precio de los cadáveres es muy reducido. Si la vida vale poco, la muerte vale menos -“todo no vale nada, si el resto vale menos”, dice el poeta De Greiff-. Recuerdo que hace unos años el administrador de la morgue de una facultad de medicina en Barranquilla vendía  cadáveres a los estudiantes, a  cien dólares el "muñeco", cuerpos que preparaba para el aprendizaje anatómico de  manera macabra, como quiera que su mercancía  tenía el defecto de estar viva antes del proceso, de suerte que era menester  matarla primero a palos o pasarla a cuchillo, a elección del embalsamador.  Pero volvamos a Uriel. En efecto, su voluntad mortis causa respecto al propio cadáver resultaba harto candorosa.

- Sí, mano, en esas estuve también. No me morí por las dosis experimentales, pero  desde entonces sufro de hemorragias nasales, temblores  y dolores de cabeza que me atacan a mansalva por la noche; pero lo peor de todo, mano, es que sigo en la inmunda, igual de jodido.  Si, mano, lo triste del cuento es no tener con quien hablar.  Cómo le parece que un día estaba tan deprimido que le envié una carta al Padre Alberto. Si, el de la televisión. Por aquí la debo tener, aguarde tantico.

El hombre sacó de su billetera un recorte de periódico doblado y grasiento, al parecer de un diario local, que me obligó a leer en voz alta, como queriendo escuchar el eco de su yo interior:

“Padre Alberto:

Dejar el terruño es cosa muy triste, pero abandonarlo dejando mujer e hijos atrás es aún mas duro; es insoportable. Como verá soy un colombiano que tuvo que salir de su patria a buscar oportunidades, pero acá la soledad es  tan brava que mi corazón se marchitó obligándome a pecar, así que me junté con una muchacha cubana que es auxiliar de enfermería, a quién  aprendí  a querer honestamente. 

El asunto es que un día llegué borracho a la casa y le pegué porque ella había invitado a unos compañeros de trabajo. A mí no me gusta que ningún hombre entre a la casa donde vivo con mi mujer. Entonces ella, ofendida, me echó de su casa.  Como yo no me quería ir, amenazó con denunciarme con la migra y ahí si que le pegué más duro.  Estoy arrepentido por haberla maltratado y quiero volver con ella; pero hace más de un mes no me aparezco por la casa pues me da miedo que cumpla su promesa. ¿Qué debo hacer, Padre Alberto?

Atentamente,

LLEVADO DEL BULTO”

He aquí la respuesta del Padre Alberto:

“Apreciado Amigo LLEVADO DEL BULTO:

No sé qué significará la expresión “llevado del Bulto”, mas por el contexto de tu carta imagino que te encuentras bastante deprimido. Y es natural, porque cargas  en tu espalda el bulto del pecado. Lo primero que debo aconsejarte es que termines inmediatamente con esa relación adúltera, porque estás  faltando gravemente contra el sexto mandamiento, y la lejanía de tu esposa legítima no es óbice para darle estricto cumplimiento. Lo segundo, es que ojalá tu arrepentimiento por haber maltratado a la muchacha cubana con la que convivías sea sincero y, en consecuencia, no  vuelvas a herir de palabra ni de obra a ninguna persona.  Finalmente, mi consejo más sabio es que no te aparezcas nunca más donde la muchacha en cuestión ya que, sin lugar a dudas, cumplirá su amenaza y te denunciará ante las autoridades de inmigración. Que Dios te bendiga, hijo.

Atentamente,

PADRE ALBERTO”

-       Y ante eso, ¿que hace uno, mano?, pues hacer de tripas corazón y echar p’adelante – dijo Uriel, y luego continuó. -  a mí no me convenció mucho la respuesta del padre Alberto, de manera que le pedí a un conocido que me pusiera en contacto con un  Santero.  ¿Usted sabe qué es eso?
-        Algo se -, le respondí. Y Uriel continuó.  
-       Acudí, pues,  donde el santero que resultó ser tío de la muchacha con la que vivía.  Él mencionó que mi Orishá predijo que yo me voy a morir en un año, así que el asunto de volver con la muchacha pasó a un segundo plano, y empezamos a trabajar en mi supervivencia, es decir, en cambiar mi sino fatal.  Tuve que ir hasta Homestead a comprar una gallina y llevársela al santero para el sacrificio ritual.  Muchos me previnieron contra la santería: que eso es cosa de herejes, que es pecado, que no sé que más. Pero yo pensé que, como dice el dicho:  “untado un dedo, cagada toda la mano”, o traducido a inglés maicero: “untated one finger, cagated the whole hand”, ¿me entiende?.  Sin embargo la vida tiene sus paradojas, y el tío de la muchacha que yo había maltratado terminó ayudándome a escapar de las autoridades de inmigración, ya que cierto día él tuvo  la visión de un operativo federal y me previno para que no regresara más al trabajo que yo tenía manejando un montacargas cerca al aeropuerto.  Efectivamente allí mismo hubo un operativo donde se llevaron a más de treinta personas en esos malditos buses verdes que, si son así de pérfidos cuando están biches, imagine cómo serán cuando maduren.  Ahora comprenderá por qué desde entonces no hago nada sin consultar a mi “Babalao”. Vea, es que la vida es muy dura. ¿Lo estoy aburriendo?, ¿no?, bueno, como le venía diciendo, a mi me ha tocado muy duro.  Yo he querido salir de Estados Unidos para ir a ver a mi familia en Colombia pero no me atrevo.   Cada vez es más difícil volver a entrar.   Mejor me quedo quieto. -   

Y en efecto, se quedó quieto y callado un buen rato.  No me atreví a interrumpir su  silencio.

TIME IS MONEY

"El que no sale nunca de su tierra está lleno de prejuicios"
Carlo Goldoni

Aquí el tiempo  es oro, mano.  Día que no trabaje, día que no come. Una vez el pastor, sí, el pastor, no se ría, porque también estuve yendo a una iglesia cristiana. Una vez el pastor me dijo que la pobreza es un castigo de Dios a la pereza. De manera que la única forma de obtener la bendición financiera es trabajar mucho y diezmar oportunamente a la iglesia.   

      ¿diezmar?  - interrumpí.
      si, diezmar, ¿porqué la pregunta?
      no, por nada,  - respondí. - es que me sonó raro. - 

Efectivamente la palabra diezmar, que, por supuesto es castiza, me quedó sonando en el cerebro como algo parecido a mermar, claro está, desde el punto de vista del exiguo presupuesto de quién diezma.  Me avergoncé de mí mismo por estos pensamientos tan fútiles frente a la historia de vida de un sujeto, que, pese a su aspecto atrabiliario de chofer de bus bogotano, mostraba una inocencia cercana al desamparo.  El tipo me estaba abriendo su corazón, y yo, en cambio,  mostraba desinterés por su angustia y una curiosidad insana  por escuchar las caídas de este sujeto tan proclive a la fatalidad como un piloto de pruebas de la NASA. Me sentí entonces  como un   voyerista cínico que se solaza con las angustias ajenas. Sin embargo me quise justificar -sin lograrlo- diciéndome que no soy nadie para aconsejar a un insensato condenado irremediablemente a la ruina. Me resultaba más cómodo limitarme a observar  desde lejos su pequeña tragedia, como hacía aquel personaje de la “ventana indiscreta”, una película que realizó Alfred Hitchcock por allá en 1.954, si  mal no recuerdo.

Afuera continuaba el sol cumpliendo patrióticamente con su oficio de alumbrar la ciudad de las tiendas y de la felicidad sobre cuatro ruedas. Una  mujer como salida de un cuadro de Botticelli entró al establecimiento cargada de paquetes haciendo notar su belleza inalcanzable  y mostrando la cantidad  de cosas que el dinero puede comprar.  Pensé que Uriel haría algún comentario procáz acerca de la mujer en cuestión, pero se limitó a decir, señalándola:

-     vea, mano, con todo eso,  ¿quién no puede ser feliz?, pero para tener "eso" se necesita billete, se requieren hartas lechugas de a cien, y, claro, pagar el diezmo al pastor; pactar con él, como le dije antes; si no, pierde la bendición financiera. Para conseguirse una hembrita como esa toca “camellar” doce horas diarias durante cinco años, a siete dólares la hora…. Calcule…. Time is money.
-       Sí, el tiempo es oro, - dije, y siguiendo su razonamiento, agregué: - por eso  no es lícito usarlo para otra cosa que no sea producir más oro, que, a su vez,  como un Midas cronométrico, disuelve nuestras vidas en segmentos de a siete dólares la hora.
-       ¿Qué?, no le entiendo un culo, usted habla muy raro.  – me dijo.
-       No me haga caso,  la mayoría de las veces yo tampoco  me entiendo. -  contesté.
-       Pero levantar billete acá siendo ilegal no es tan fácil, mano, ni siquiera trabajando over time. Por eso es tan importante tener el social security.  Yo he intentado conseguirlo torcido,  pero eso es muy jodido.   Recién llegado a Miami traté con unos dominicanos malencarados que me recogieron en una camioneta sin ventanas, me  vendaron los ojos y me llevaron a pasear durante una hora, hasta que llegamos a una bodega  en ruinas donde me tomaron una foto para luego dejarme botado en Little Haiti, creo, en todo caso muy cerca de Liberty City.  Me quitaron quinientos dólares y me dijeron que ellos me entregarían la tarjeta del social después de tres días.  Hasta el sol de hoy, no los he vuelto a ver.  
-       Menos mal, -  le dije,-  que peligro tener trato con sujetos así. Agradezca que no le paso nada en Little Haiti.
-       Es cierto, mano, North Miami es otra cosa, -continuó Uriel, - los barrios por allá son lóbregos aún en los días soleados. Pareciera que en sus calles estuviera proscrita la alegría. No es como en Bay Side, Coconut Grove, Miami Beach, o Coral Gables donde no se admite la fealdad. Todo es aséptico y ordenado: la gente es bonita, no suda  y huele bien; tanto, que uno siente  algo de vergüenza al pasar  a su lado.  Es como si uno estuviera colado en el paraíso.
-       Colado en el paraíso… – Repetí.

Desde luego  nunca me había hecho esa reflexión, menos aun cuando había tenido la oportunidad de conocer esos lugares como turista con alguna capacidad de gasto.  Entonces sentí más que nunca el peso de mi condición de individuo de clase acomodada pero vergonzante, obligado por las circunstancias a convertirme en trabajador raso, y a desempeñar labores que, a la luz de mis estúpidos prejuicios de clase, son para “otra clase de gente”.   A continuación Uriel sentenció:

– Yo creo que mi futuro está en Canadá, mano, acá ya cumplí mi ciclo, ¿sabe?, no tengo social security ni licencia de conducir. En cualquier momento me para un officer y hasta luego, "mortus est" el guache, como decía el padre Numael de Floridablanca.  Si, mano, yo también sé palabras raras como usted, no vaya a creer que porque el indio es pobre la maleta es de hojas.  Vea, mano, en verdad estoy cansado de hacer equilibrio en la cuerda floja.  Mas temprano que tarde me iré a Canadá para seguir luchando.-   

El hombre se volvió a quedar callado mirando fijamente el vaso de cartón encerado sobre la mesa. Después me preguntó con incredulidad justificada:

-       entonces, que, rolo, ¿nos vemos mañana a las cinco de la mañana en el “Winn Dixie” para lo de la limpieza?
-       seeemmm, - le respondí a secas.  

Uriel se levantó de la mesa, agarró otra manotada de bolsitas  de salsa  de chile picante que metió luego en su chaqueta, y salió del establecimiento silbando una melodía irreconocible, tal vez una guaracha.  Instintivamente volví a palpar el bolsillo del pantalón para verificar la presencia de mi pasaje de regreso y del pasaporte con la I-94.  Me sentí estúpido llevando conmigo tales documentos, corriendo el riesgo innecesario de extraviarlos o echarlos a perder.  Era como si me resistiera a  cortar el cordón umbilical que me unía a una madre, desnaturalizada, si se quiere, pero madre al fin y al cabo.

(continuará en la próxima entrega, que será la final)

Créditos foto: Daveo, www.morguefile.com

Comentarios

  1. Leyendote.
    Vida de emigrantes que por el mundo claman poder vivir dignamente en el suelo en donde nacieron.

    Saludos

    PD Gracias por el comentario, estando de acuerdo con tus sentires.
    Por estas tierras, pocas cosas tenemos para alegrarnos....o....entusiasmarnos, pero caer en el letargo de la pesadumbre no nos llevara a buenos términos.
    Tal vez , sea reirse de la propia tristeza y exclavitud de poderes.

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  2. BUENA TARDE DON DARIO

    Y con permiso


    Y....vaya!!!!! ha sacado ud todo su arsenal literario.....y de que forma!!!!!...Pensando que estamos en un mundo tan dificil y en un pais mas dificil aun, donde el rebusque es el premio mundial a la innovacion, no me extraña para nada que el hombre piense asi y se preste para lo que sea con tal de ganar algunos pesos.

    Y este padre alberto...tambien usa lacoste???? jajajajaja

    Este tipo de la santeria...sera del tolima??? Pues yo soy de por alla y se ve mucho de eso....

    Y de los pastores , iglesias, diezmos.......mejor ni hablar......no me gustan como tampoco los pasaportes, las banderas y los gobiernos....

    Ud escribe fabulsamente!!!! Escrito que toca temas sociales, religiones, soledades, lugares, historia......Como decimos por aca: ¡Se fajo!


    Felicitaciones y espero la continuacion....

    UN GRAN ABRAZO, ADMIRACION Y RESPETO

    STAROSTA
    (UN PRODUCTO DE SU IMAGINACION)

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  3. Abuela Ciber: Como en las "Selecciones" del "Readers Digest", la risa siempre será un remedio infalible.

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  4. Starosta, le sacó usted todo el jugo a la ironía con que caricaturicé al "padre Alberto", otro producto de nuestro bestiario tropical.

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