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Mostrando entradas de agosto, 2011

Poética judicial

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Salvo algunos artículos de nuestro Código Civil Colombiano -compendio lírico  de normas redactado por un  poeta venezolano que se afincó en Chile-, pocos escritos hay tan prosaicos en el mundo de las letras como los mamotretos jurídicos. Y ni que hablar de los fárragos judiciales. El poeta a que me refiero -ya lo habrán inferido los letrados- es don Andrés Bello, y uno de los felices acápites a que aludo es la definición de “aluvión”, que el artículo 719 del código en cuestión considera como : “el aumento que recibe la ribera de un río o lago por el lento e imperceptible retiro de las aguas” . ¿No sugiere este verso, acaso, el sutil advenimiento de la soledad, con toda su aridez, cuando nos abandona poco a poco y sin darnos cuenta el agua fresca del amor? Otra cosa bien distinta, más falta de elevación aún, es la literatura judicial. Cunden allí las piezas procesales como la que recibí por correo electrónico hace unos meses, remitida por un colega desconocido que  ponder

Lingüística bancaria

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Agotados los lugares comunes por los publicistas, languidecidas las frases hechas que prometían cumplir los sueños de los ciudadanos de a pie –editados en tecnicolor y con casting extranjero-, los creativos de un banco con nombre de ciudad de tierra fría resolvieron inventarse una palabra para definir las acciones que gobiernan sus relaciones comerciales con los clientes: “banquear” . Como si no hubiera en el hermoso idioma de Castilla  suficientes palabras para definir sus onerosísimas intenciones. Palabra horrorosa esta de “banquear” , que, por fortuna, como dicen los mismos publicistas, no existe en ningún diccionario. Y es que “banquear” no puede llegar a significar nada bueno, ya que suena como a obligación de permanecer en la banca sentado, impotente y sin poder participar en el juego mientras los otros, los banqueros en el caso de marras, disfrutan de las mieles de la victoria y del lucro a costa del "banqueado" -participio del verbo "banquear"

Pequeñas narraciones intrascendentes XVIII

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(Burro en Villa de Leyva, foto de H. Darío Gómez A. ) "PROHIBIDO ESTACIONAR BESTIAS EN LA ALCALDÍA" Cuenta el profesor José Fernando Isaza (El Espectador, junio 7 de 2011) que en su último viaje a Marmato, amén de la pobreza y desigualdad reinantes en ese municipio minero enclavado en las verdes montañas de Caldas, le llamó la atención el hecho de que el principal medio de transporte era hasta hace muy poco, como en el siglo XIX, el cuadrúpedo doméstico de carga, esto es, la mula. Pueblo atípico este de Marmato, donde la iglesia no queda en el marco de la plaza, como mandan los cánones de las fundaciones españolas, sino unas cuadras más abajo de la alcaldía del “pesebre de oro” colgante, como denominan al municipio sus propios hijos. Mas es lo cierto que, según refiere el profesor Isaza, en el edificio municipal subsiste todavía un aviso -que bien podría aplicarse a una cantina del “Far West” -, donde se previene lo siguiente: “PROHIBIDO ESTACIONAR BES

Pasaje redondo (cuento) pseudo odisea por entregas, (VI) final

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COLOMBIANO, GO HOME "Un viajero sabio nunca desprecia su propio país" Carlo Goldoni Mi hermana tomó mi decisión de regresar a Colombia como una afrenta personal. Consideró que mi actitud era cobarde e insensata -recordé las palabras de mi padre-, y añadió otras como mediocre, pusilánime y cosas de un tenor parecido. Me echó en cara las inversiones que tuvo que hacer para mi alojamiento y alimentación, el tiempo que perdió buscándome un empleo, su pena ajena con una amiga hondureña, ciudadana americana, que estaba dispuesta a casarse conmigo para solucionar definitivamente mi residencia, cosa que yo desconocía, -me refiero a la situación, aunque también podría aplicar el término, cosa , a la amiga en cuestión, a juzgar por una fotografía que alguna vez me mostró mi hermana-, en fin,   desagradecido fue la palabra que más repitió en su discurso de despedida, que culmino con llanto, mocos y abrazos. El domingo por la tarde mi hermana me dejó en la puerta