Poética judicial



Salvo algunos artículos de nuestro Código Civil Colombiano -compendio lírico  de normas redactado por un  poeta venezolano que se afincó en Chile-, pocos escritos hay tan prosaicos en el mundo de las letras como los mamotretos jurídicos. Y ni que hablar de los fárragos judiciales. El poeta a que me refiero -ya lo habrán inferido los letrados- es don Andrés Bello, y uno de los felices acápites a que aludo es la definición de “aluvión”, que el artículo 719 del código en cuestión considera como: “el aumento que recibe la ribera de un río o lago por el lento e imperceptible retiro de las aguas”. ¿No sugiere este verso, acaso, el sutil advenimiento de la soledad, con toda su aridez, cuando nos abandona poco a poco y sin darnos cuenta el agua fresca del amor?

Otra cosa bien distinta, más falta de elevación aún, es la literatura judicial. Cunden allí las piezas procesales como la que recibí por correo electrónico hace unos meses, remitida por un colega desconocido que  ponderaba con socarronería “el uso libérrimo del lenguaje y la precisión deductiva de los investigadores”, de la siguiente acta de levantamiento de un difunto:

“El cadáver del difunto se encuentra bocarriba, con la boca abierta y los ojos cerrados, con la cabeza medio ladiada como mirando un guanábano en completa producción, con el brazo derecho estirado hacia un lado y como saludando a alguna persona…”

Sin embargo no todo es burdo en la práctica forense. Es más, si en gracia de discusión -como solemos decir los abogados en nuestras aburridas argumentaciones jurídicas- existe la justicia poética, jurisdicción romántica inventada por los literatos para vengarse de los jueces que imparten justicia a favor de los poderosos, resulta justo que haya también una “poética judicial”, si se me permite el término, donde los sujetos procesales puedan expresar su pasión libérrima por las rimas. En cualquier caso, hay protomártires de nuestra “poética judicial” que han sabido encontrar en la oscuridad de los despachos su fascinación por  expedientes amorosos que suscitan aventuras lírico-forenses, como las que transcribo a continuación:

Este soneto, atribuido a Francisco Ordóñez, fue rescatado por mi adorada hermana Adriana –a quién agradezco de paso la colaboración- de sus apuntes de la facultad de Derecho, por allá en los ochentas.

“AMOR LITIGIOSO

Una acción posesoria yo entablara
para probar, con alegatos sabios,
tranquila posesión sobre tus labios,
y derecho real sobre tu cara.

Sé que costumbre inmemorial me ampara
y que son rescindibles tus agravios;
pero al decir de  Ulpiano y de los Flavios,
perdiera el juicio si tu amor ganara.

Responde a mi demanda dolorida
que  clamó en la audiencia suspendida
cuando iba a secuestrarte el primer beso.

Que prescribió la acción has pretendido,
pero mío es el derecho ya adquirido
como consta en las actas del proceso.”

Los siguientes poemas -una demanda, su contestación, los alegatos, recursos y sentencias en varias instancias-, que descubrió mi pariente y amigo Rodrigo Peláez entre los libros raros y curiosos de la biblioteca de EAFIT, son verdaderas joyas de la práctica forense en colaboración, pues si bien la demanda que da inicio al proceso fue escrita por el “Caratejo” Vélez, su contestación –a cargo de Rosa Tulia Varón-, los alegatos, recursos y sentencias subsiguientes, corresponden a otros escritores espontáneos que se fueron involucrando con el tiempo a esa experiencia literaria-judicial colectiva, hasta completar el expediente que a continuación se transcribe, donde el hermeneuta aficionado encontrará, al final de cada actuación, el nombre del autor correspondiente:

“UN PROCESO AMOROSO
ÍNDICE DEL EXPEDIENTE

Este cuaderno contiene
el juicio de amor completo
de un dulce cantor inquieto
que por el mundo va y viene;
es un poeta que tiene
alquilado el corazón,
palacio de la ilusión
castillo de la quimera,
ornado de enredadera,
florecido de pasión.

Julio César Benítez

LA DEMANDA

Hace un año, Señor, estoy queriendo
con todo el corazón a una mujer;
hace un año que en él está viviendo
y no quiere pagarme el alquiler.

A la ingrata le di mis ilusiones
y en pago de su amor se lo alquilé;
la cuenta me negó mil ocasiones
hasta hoy que ante ti la demandé.

Tú que eres juez justísimo y severo,
haz que me quiera como yo la quiero
pues pierdo la paciencia y la razón;

y si no me concedes lo que pido,
¡préstame el policía del olvido
para sacarla de mi corazón!


Santiago Vélez Escobar (El Caratejo Vélez)

CONTESTACIÓN A LA DEMANDA
Señor juez:
Santiago Vélez Escobar, poeta,
a quien aquí le dicen "Caratejo",
me ha dado en alquiler oscura, escueta
habitación, en un corazón viejo.

Allí encontré un retrato, una paleta,
una lira, el pedazo de un espejo;
un carriel, un bastón y una muleta...
¡
era el cuarto, Señor, de San Alejo!
Entré como inquilina. De tal modo
transformé el cuarto aquel a mi acomodo,
que hoy allí todo es ritmo y alegría;

y ese ingrato, Señor, quiere lanzarme
con el solo pretexto de cobrarme
siendo mucho mayor la cuenta mía:


Rosa Tulia Varón

ALEGATO DEL ACUSADO

En el recuento que hace la acusada
de los enseres que tenía Santiago
dentro del corazón, olvidó el mago
número, que nos lo entrega consagrada.

Y no confiesa que, a la abandonada
estancia, horrible fue como un endriago;
y aunque ella en su intención decía "no pago"
embellecióla y la llamó su amada.

Y que en su honor, como burbuja loca,
brotó del corazón hasta la boca
el armonioso verso sibilino,

que es como escala que al azul la sube
dándole alas sutiles de querube
y haciendo menos duro su destino.

Emilio Rico

SENTENCIA PRIMERA

Si hace un año, señor, estás queriendo
con todo el corazón a una mujer;
si hace tiempo que en él está viviendo,
es justo que te pague el alquiler.

Es ingrata. No des tus ilusiones
ni te sujetes más a tal mujer;
es amar peligroso en ocasiones
cuando lleva al olvido del deber.

Como juez, yo sentencio que te quiera,
si no quiere pasar por una fiera
que mata la paciencia y la razón;

mas... si acaso te niega lo que pides,
te concedo, Santiago, que la olvides
y la retires de tu corazón.

Manuel J. Maza

APELACIÓN

La mujer que ante el juez he demandado
porque ha tiempo me debe el alquiler,
a la Corte Suprema hoy ha apelado
y alega, sin razón, esa mujer.

Y a pesar de que nada me ha pagado
hubo la Corte así de resolver:
que como el corazón se lo he alquilado
condéname a tenerla que querer.

Del corazón jamás podré sacarla;
en él hice un altar para adorarla
y su imagen persiste en mi memoria;

ella en cambio a mirarme no se atreve,
y no niega tampoco lo que debe...
pero me declaró la moratoria.


EN CASACIÓN

A la Corte Suprema en casación
ha subido, Santiago, la querella
que le entablaste a la mujer aquella
que fue inquilina de tu corazón.

Ese alto tribunal con atención
estudiará el proceso contra ella,
y absolverá, seguro, a la doncella
de todo cargo y toda obligación:

Y así ha de ser, porque sería injusto
obligarla a pagarte el alquiler
de un corazón donde vivió a disgusto

y el que, como es notorio, nada vale
para vivir en él una mujer
porque está roto y como tal... se sale.

Francisco Campo Rivera

SENTENCIA FINAL


Creo que lo anterior es suficiente,
si en mi disertación no me equivoco,
para afirmar en forma concluyente
que tú, poeta amigo, eres un loco.

Y tú, acusada por indiferente,
codiciada mujer, que amo y evoco,
¿malferiste al poeta?... delincuente
y loca eres también... ¡
o falta poco!

Pero como las cláusulas penales
impiden condenar los anormales
posesos del amor o del demonio,

sentenciar para ello no vacilo
perpetua reclusión en el asilo
o pena capital: el matrimonio.

Cesáreo Rocha

AÑOS DESPUÉS


A los cinco poetas muy gloriosos,
que en el sonado pleito intervinieron,
a pesar de sus versos tan sabrosos,
les anoto que mucho se comieron.

Ni al Sabio Juez, justísimo y temido,
a quien el vate invoca reverente,
ni al genial policía del olvido
se cuidaron de entrar al expediente.

Mas lo esencial del inmortal soneto,
lo que anhela de veras en concreto
el insigne y sublime Caratejo,

es que lo quieran con amor sincero
o que le presten el guardián severo
que brinda olvido al corazón, ya viejo.”

Benjamín Ángel Maya

Y finalizo esta selección judicialmente caprichosa o caprichosamente judicial -que para el caso lo mismo da-, con estos versos del extraordinario poeta antioqueño, Ciro Mendía, en un caso de investigación criminal:

CARTA POLICÍACA

Mi marido, señor, está mordido de celos.
Que celoso más templado.
Celos de mi canario anaranjado,
Y celos del color de mi vestido.
Sospechaba de Juan, el engomado
Sospechaba de Pedro, el invertido.
Pero ahora, mi Nelson distinguido
Con una pista superior ha dado.
Por esto es necesario mi poeta
Que te cuelgues del hombro la escopeta
Y prevenido estés y en tus cabales
Porque te hago saber, y este es el hecho
Que anoche, en las dos copas de mi pecho
Mi esposo halló tus huellas digitales

Comentarios

  1. Me gusto mucho la poesía de Ciro Mendía. Pobre poeta ..... lo descubrieron.

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  2. Hombre, David, a mí también, el de Ciro Mendía, es el que más me gusta. ¡Me remito a las pruebas dactilares!.

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  3. Estoy muy interesada en conseguir el contenido de la "Demanda" del caratejo Santiago Velez Escobar y Francisco Campo R., entre otros. Mil gracias q debo hacer para lograrlo.germate15@gmail.com









    Me gustaria poder tener el contenido del libro de Poesias La Demanda del Caratejo Santiago Velez Escobar, Francisco Campo r mi correo germate152gmail.com

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    Respuestas
    1. Maria Teresa, creo que, por ahora la única fuente cierta es la biblioteca de EAFIT en Medellín, en la sala de libros raros y curiosos. Mi pariente de Medellín consiguió allí un ejemplar y pudo fotocopiar algunas páginas. Lamentablemente, María Teresa, no tengo otra referencia. Cordial saludo.

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