El oficio ingrato de los caminantes


“La fama no es sino vano ruido y falsedad e impostura, que las más de las veces se gana sin mérito y se pierde sin culpa”
W. Shakespeare


De pocas personas ha huido tanto la fortuna como del caballero andante Lorenzo Boturini Benaduci. Hace unos días encontré en la biblioteca pública Virgilio Barco la biografía de tan ilustre errante, escrita por Giorgio Antei. Ojeando el libro -desde mi perspectiva de caminante inveterado-, no pude menos que solidarizarme con un personaje que recorrió, a física pata, gran parte de Europa occidental y otro tanto de México. En efecto, si nos dan las cuentas, este peregrino profesional caminó más de tres mil kilómetros (sin contar las traslaciones cotidianas), utilizando como único combustible su devoción por la Virgen María: ora de Madrid a Zaragoza para visitar el santuario de Nuestra Señora del Pilar, ora de Veracruz a Guadalupe siguiendo la pista de la Virgen Indígena, a cuya protección se había encomendado para que lo librase de una muerte segura en un aciago naufragio en la costa de Veracruz –en 1736-, como a su juicio, ciertamente lo libró. Y se le fue la vida a este buen caballero italiano intentando probar la historicidad de las apariciones de la virgen guadalupana que le hizo el milagro. Pero fue en vano, según algunos. Sin embargo, en el intento, investigó la cultura y el idioma de los habitantes prehispánicos de México, y conformó un “museo histórico” que llegó a tener un número importante de documentos náhuatl y piezas arqueológicas valiosísimas, convirtiéndose así en una suerte de protomartir de la etnografía mesoaméricana. Oficio ingrato que le valió la persecución, la cárcel y la expulsión de la Nueva España, no obstante el carácter piadoso de su empresa. Murió –en Madrid en 1755- este caminante ejemplar, sin un maravedí, y sin culminar su obra enciclopédica titulada: “Idea de una nueva historia general de la América Septentrional”.

Como no admirar a Boturini, cuya grandeza está justamente en su persistencia y determinación, más que en sus empresas aparentemente fallidas. ¡Así debería ser todo buen caminante! Por eso me causa algo de hilaridad la campaña mundial de una prestigiosa marca de whisky -la de Juanito Caminador- denominada walk with giants, que en su culto al éxito ensalza a una serie de personajes, como el multimillonario Richard Branson, el piloto de carreras Lewis Hamilton o el empresario colombiano Mario Hernández, gigantes en su ego, pero poco caminadores –creo yo-, pues, aparte del green de un campo de golf , no deben haber pisado sino el tapete de sus mansiones, clubes y oficinas, y el de sus lujosos automóviles.

Se me dirá que no llegaré muy lejos caminando junto a personajes “poco exitosos”. Aún así, me quedo con el caballero andante Lorenzo Boturini Benaduci, o con aquel caballero inglés que, con una devoción similar, según cuenta Julio Cortázar, recorrió en el siglo XVIII “la distancia que va de Londres a Edimburgo caminando hacia atrás y entonando himnos anabaptistas.” Caminantes que cuando vamos por las rutas del destino han de sernos modelo de dignidad y empeño.

Vale

(Créditos foto: el peatón en el Paso del Angel, Santa Sofía, Boyacá, Colombia. Foto de Adriana Gómez)

Comentarios

  1. Para tu consuelo todavia hay algunos caminantes silenciosos.
    Y sigamos observando el mundo desde la colina de los sueños imposibles.
    Hilda Breer

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  2. Darío gloriosos somos los viajeros, los caminantes, los que no vivimos el infierno en carne propia cuando tenemos que abandonar nuestras mansiones acorazadas para juntarnos con la plebe mugrosa.
    Los caminantes persistentes sabemos que la vida es más que pasto perfectamente cortado y comidas exquisitas pero de sabores repetidos.

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  3. Que interesante lo que has compartido.
    Seres que no se conocen y que importante hechos dejaron tras de si.

    Cariños y buen fin de semana

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  4. Hilda, Licuc, Abu, es un honor para mí poder caminar junto a ustedes por estas rutas virtuales. Un fuerte abrazo.

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