La esperanza de todos los días



Mi condición de librepensador no me impide conjeturar que Dios, en su infinita bondad, y consciente de nuestra triste condición de mortales, nos envía ángeles de esperanza todos los días. En cualquier caso, no los concibo como los íconos de la imaginería católica. No los veo enfundados en trajes de batalla y armados con espadas vengadoras como los representa, pongamos por caso, Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, nuestro artista barroco de la colonia, en sus pinturas; o con trompetas apocalípticas que claman justicia y anuncian el fin de los tiempos. Tampoco me los figuro volando asexuados por los cuatro puntos cardinales del planeta, o haciendo guardia con sus ejércitos de arcángeles, principados, potestades, virtudes y dominaciones. No.

Los ángeles a que me refiero son los niños y las niñas –y me perdonarán el símil tan manido- que pueblan nuestra tierra “agobiada y doliente”. No en vano la esperanza cristiana está representada en la inocencia de un infante.

Porque las niñas y las niños sacan lo mejor de nuestra esencia, nos convierten en mejores seres humanos –salvo las abominables excepciones de maltrato y explotación en todas sus formas que conocemos o desconocemos o no queremos ver -. Ellos nos extraen la ternura del fondo del alma con el tirabuzón de su pureza. Su alegría  innata saca a pasear con frecuencia a nuestra esquiva felicidad. Los niños –y las niñas, por supuesto- se convierten entonces en nuestra única razón de ser y estar en el mundo.

Con todo, el escepticismo connatural a mi condición de librepensador tampoco me cohíbe discurrir que nosotros, adultos insensatos, soberbios y tontainas -con algunas felices excepciones, claro está-, les devolvemos el favor pretendiendo amaestarlos a nuestra absurda imagen y terrible semejanza.  Les transfundimos nuestros odios inveterados con la leche que se toman, y los alimentamos con la sopa de nuestros prejuicios hasta que sin darnos cuenta, convertimos a nuestros ángeles en adultos.

Dios, sin embargo, un poco irresponsable, a mi modo de ver, pero siempre generoso y consciente de nuestra triste condición de mortales, nos sigue enviando ángeles de esperanza todos los días.

(Créditos Foto: "Mis ángeles anfibios")

Comentarios

  1. Dios siempre nos brindará la esperanza. El nacimiento de un hijo, ese milagro tan bello, es prueba de eso. Felíz año, peatón.

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  2. Muy ciero don Danilo. Exitos para el 2012 que comienza.

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