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Mostrando entradas de julio, 2012

Pequeñas narraciones intrascendentes XXVII

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El negro, dueño del son El peatón cuenta que……… A las doce del día el centro de Bogotá luce más hermoso. Y no es precisamente por la luz cenital, ya que durante las temporadas de lluvia capitalina el sol brilla únicamente por su ausencia -frase manida pero acertada en este caso-. Quizá sea la gente. A esa hora comienzan a florecer las puertas de los edificios públicos y de los bancos con las muchachas que salen ruidosamente a comer.  Incluso el funcionario -grave y trascendente- suaviza su semblante a esa hora, tornándolo más humano. Pero ante la ausencia del sol, el calor del trópico va por cuenta del negro, dueño del son. Sentado en un costado del Museo del Oro, en el Parque Santander, el dueño del son golpea el adoquín con un palo de escoba, haciendo música con el delicioso ritmo que le brota de las entrañas.  ¡Cómo toca la clave el negro, dueño del son!, ¡Cómo tararea la guaracha ese negro, dueño del son! A 2.600 metros de altura, lejos del mar, toca y canta e

Pequeñas narraciones intrascendentes XXVI

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(Créditos foto: www.flickr.com, ag2078) CRÓNICA ENTRE ROJA Y ROSA PERRUNA El peatón cuenta que...... En la esquina sur occidental de la plaza de Los Mártires, muy cerca de la truculenta calle del “Bronx”, yace sin vida un habitante de la calle. Una puñalada trapera, dicen. Nada nuevo por esos lares. Un muerto más sin importancia –estamos acostumbrados-. El asunto no daría ni para una  escueta nota en la crónica roja de la tarde si no es porque un presente se opone con vehemencia al levantamiento del cadáver.  Muestra su malacara y pela los colmillos impidiendo a los forenses ejecutar la diligencia judicial. Tiene que intervenir la policía para neutralizar al opositor, pero su ferocidad intimida a los agentes. Se ven obligados a pedir refuerzos. ¿Quién se iba a imaginar que un caso de rutina se fuera a complicar por algo tan “banal”?.  Sin embargo en un descuido de la "fiera" -aprovechando que está haciéndole el quite a los policías que intentan atraparla-, los fu

Pequeñas narraciones intrascendentes XXV

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A pósito de ternura El peatón cuenta que...... Tenemos a veces la sensación de que el mundo está por desmoronarse, y que solo hace falta una gota para que se reviente la represa que contiene todos los males que nos agobian. Eso pasa generalmente los lunes a las seis de la tarde, mientras aguardamos estoicamente -bajo la lluvia pertinaz- el bus que nunca pasa. En ese instante no queda más que abandonarnos a la inútil espera, y rumiar en silencio nuestra mala leche pasada por agua. No es tanto la lluvia, sino la impresión metafísica de impotencia y desamparo ante la adversidad lo que nos corroe el alma. De pronto aparece una muchacha con su pequeño hijo cargado en un canguro, y se acomoda en la banca del paradero. Todos la contemplamos con ternura, al tiempo que le abrimos campo a su encantadora presencia. ¿Es María Auxiliadora con el niño Jesús coronado en sus brazos la que viene en nuestra ayuda? No. Es una jovencita de rostro broncíneo, donde se asoma -a pesar del

Iindicaciones para combatir el silencio

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Me regalaron un smartphone con sistema touch y no sé que hacer.  Me embromaron. Demasiadas opciones tecnológicas para un hombre premoderno resistente al cambio, más cercano al silencio escaso de lo cotidiano que al ruido frenético del vértigo. De hecho concibo el teléfono sólo para hacer y recibir llamadas de emergencia: “estoy demorado por el atasco, mi amor”; “no olvides comprar la leche”; “¿otra vez en la librería, es que allá te pagan, buen hombre?”; “ya voy llegando, patrona”; “te dejo la llave de la casa donde ya sabes” ; "si, señora" ; en fin, cosas por el estilo. Lo cierto es que el manual de instrucciones del celular -abstruso para mí- se asemeja a una combinación de formas de lucha contra el silencio. El operador al menos debería reivindicar francamente su apología del ruido con una carta de bienvenida, que, a mi juicio, podría ser algo como esto: A preciado usuario: recuerde que al final siempre estará el silencio esperándolo. ¡Y no es poca cosa

Vigencia del "western" en Colombia

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Adoro el Western . Y a despecho de sus detractores, este delicioso género cinematográfico no morirá, al menos mientras viva ese gigante de rostro pétreo y mirada insondable llamado Clint Eastwood. Siempre llevaré conmigo la imagen del pistolero sin nombre -el bueno de la trilogía del dólar de Leone- que comparte su cigarro con un soldado moribundo, víctima de la absurda –como todas- guerra de secesión. Los sábados por la tarde suelo encerrarme a ver mis películas del oeste, sin esposa ni descendencia que interrumpan mi cinefilia. Congruo privilegio de quien, como yo, llegó al medio siglo de trajín. El caso es que hacia las seis de la tarde llega doña Inés del alma mía, me encuentra encerrado a oscuras en nuestro cuarto y me pregunta con desconfianza: -¿Qué estás haciendo? - entonces le digo que estoy viendo una película que trata de unos mineros que trabajan en las montañas del oeste explotando oro de aluvión de manera artesanal, es decir, respetando el río. Y que, no

Pequeñas narraciones intrascendentes XXIV

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(El peatón en un abrigo rocoso de la Sierra Nevada del Cocuy, Boyacá, Colombia, a 4.600 msnm. Foto de Pacho Hernández) LA FIESTA DE LA ESPERANZA "Cuando, en lo infinito, lo idéntico A compás eternamente fluye, La bóveda de mil claves Encaja con fuerza unas en otras. Brota a torrentes de todas las cosas la alegría de vivir, De la estrella más pequeña, como de la más grande, Y todo afán, toda porfía Es paz eterna en el seno de Dios, Nuestro Señor." Goethe. El peatón cuenta que... Hace veinticinco años decidimos con mi entrañable amigo Pacho Hernández emprender un viaje al cielo, por tierra y caminando. O dicho en términos menos metafísicos, nos propusimos ascender a pie hasta una de las cumbres de la Sierra Nevada del Cocuy, cerca del cielo. Pero sólo llegamos hasta el glaciar de la Laguna Grande de la Sierra, a más de 4.600 metros sobre el nivel del mar, mal equipados y con soroche. Como no alcanzamos a levantar el campamento base por falta de