Empanadas olímpicas
En mi patria hermosa y solidaria (a pesar de su clase politiquera y dirigente), muchos programas sociales han pelechado a punta de rifas y venta de empanaditas parroquiales: salacunas, centros de salud, refugios para ancianos, casas para madres adolescentes, comedores comunitarios, qué sé yo. A punta de empanadas de carne desmechada con papa criolla y buen limón algunos pastores, de la estirpe de Albert Schweitzer, han levantado hospitales. Sé de hermanitas de los pobres que han financiado hogares de paso con la venta de empanadas amasadas con harina de trigo y relleno de arroz, carne molida y huevo duro. Y así cunden los ejemplos de damas voluntarias que preparan suculentas empanadas fritas con masa de yuca y rellenas de queso; matronas costeñas de la legión de la caridad que nos deleitan con empanadas de huevo y picado con ají; porque el ají, hay que decirlo, es indispensable para el fomento del consumo de la empanada, y, por ende, de las obras sociales.
Lo cierto es que ante el desgreño administrativo
y la falta de probidad de muchos funcionarios públicos que destinan los
recursos de inversión social para aumentar su caudal o favorecer a sus
compinches del sector privado, la empanada se ha convertido en el combustible (comestible) del desarrollo social. De modo que no pocos centros comunitarios deben su
existencia a las empanaditas de pipián (con relleno de maní, papa y carne) vendidas
en los bazares de barrio, en fin, a la empanada con mayúscula (y ají).
Y así pasa con el deporte olímpico
colombiano. Varias medallas (una de oro, tres de plata y cuatro de bronce) en Londres fueron ganadas por
nuestros compatriotas como justo reconocimiento a su esfuerzo, así como el de sus
familiares y entrenadores. Y merced a las empanadas, claro está. Me conmovió hasta
el llanto saber que Yuri Alvear, hermosa medallista olímpica de bronce en judo,
financió su preparación con la venta de empanadas vallunas (con masa de maíz
amarillo, rellenas de carne picada y guiso, exquisitas sin duda); y que su
entrenador no cobró por su trabajo durante varios años. Es decir, la muchacha ganó su presea, no gracias al apoyo
del gobierno (representado por Coldeportes y el Comité Olímpico Colombiano), sino a pesar de
él. Ella, sin embargo, generosa, se abrigó con el tricolor patrio que, a mi
juicio, debería tener como escudo una suculenta empanada valluna, ve.
¡Mi respeto, admiración y cariño por todos nuestros deportistas, sin excepción!
¡Mi reconocimiento a la exquisita y solidaria empanada colombiana!
(Créditos fotos: www.flickr.com)
¡Mi respeto, admiración y cariño por todos nuestros deportistas, sin excepción!
¡Mi reconocimiento a la exquisita y solidaria empanada colombiana!
(Créditos fotos: www.flickr.com)
Gracias, David. Mi único mérito es tener el privilegio de ser compatriota de esas muchachas y muchachos extraordinarios.
ResponderEliminarLLegue a ti un abrazote solidario por las cosas hermosas que has compartido y que conmueven.
ResponderEliminarDe acuerdo total contigo por acá gastan tambien el dinero en otras cosas y en delegaciones fabulosas pero con pocos deportistasssssssssss
Felicitaciones calurorsas a tus esforzados deportistas y en especial a esas manos hacendosas que convierten empanadas en SUENOS!!!!!!!realizables!!!!!!
Cariños
Cierto, Abu. Hay algunas delegaciones con 9 directivos y 1 deportista. ¡Qué horror!
EliminarQue preciosa y emotiva entrada, FELICIDADES! a esos grandes deportistas, que con mil sacrificios salen adelante, eso es ejemplar.
ResponderEliminarMil gracias por tu bello comentario.
Abrazos llenos de ternura.
Mau
Me encanta tenerte por acá, Mau. Gracias por tu participación.
Eliminarde todo corazón me uno a tu homenaje a la deportista...y a la empanada, la guapa empanada que por aquí también hace historias de solidaridad, saludos querido amigo Peaton
ResponderEliminarSalud, querida Amalia. Y hablando de empanadas, las de tu tierra son super exquisitas y por lo que me cuentas, también solidarias. Un beso.
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