"Dígale que yo la quiero, que qué buena hembra"
(Mujer con sombrilla, escultura de Botero, Museo de Antioquia, Medellín. Foto de H. Darío Gómez A.)
La guerra no es sólo
una sucesión de actos absurdos motivados por intereses mezquinos y alimentada
con la carne de cañón de los desposeídos, sino que además cuenta con un agujero negro
que se traga la poca humanidad que les resta a sus actores. Pero a veces algo queda. De suerte que en medio del horror hasta los más duros combatientes se llevan al
sepulcro, como único bien cosechado en este mundo, el recuerdo de una caricia a
título precario, la sensación de un roce de piel transado de antemano, el
perfume barato de la “damisela” untado al pellejo.
Más allá de
la barbarie, la devastación, el abuso sexual, la violencia de género (las mujeres son consideradas
como botín de guerra), el reclutamiento forzado de jóvenes y menores de edad
para prestar servicios sexuales a los alzados en armas, en fin, de la estadística y la desesperanza, a veces surge en las entrañas del guerrero el amor o algo parecido,
pues tal lujo burgués pesa más que la munición en el morral de campaña, y no
conviene dejarlo pelechar en el monte.
En un
interesante artículo de Mauricio Rubio (El Espectador, septiembre 27 de 2012) sobre
las relaciones sexuales de los combatientes en medio del conflicto, el autor
cita unas cifras de la Fundación Ideas para la Paz. Y he aquí que entre la maraña de porcentajes e indicadores sociológicos, se destacan las
declaraciones de algunos protagonistas de la problemática objeto del estudio, que me conmovieron por la extraña ternura que subyace tras su crudeza:
Una
damisela del conflicto, la geisha paisita, tiene su teoría sobre por qué en los
grupos armados siempre hay clientela fija: “los combatientes también necesitan
el aliciente del amor para pelear con valentía”.
Antes de
morir ajusticiado un guerrillero le manda saludes a Rocío. "¿Es la puta
gorda de San Vicente?" le preguntan. "Sí, esa. Ella me gusta… Mejor
dicho, dígale que yo la quiero, que qué buena hembra".
La postrera voluntad del guerrillero ajusticiado por sus
camaradas, que acaso fue reclutado desde la niñez y nunca conoció el afecto, me
recuerda el poema de Ciro Mendía -extraordinario poeta antioqueño-, que reza:
Dígale
a Ema Arboleda,
De la
calle de Lovaina*,
Que esta
vida es una vaina
Y su
carne fue de seda
(*Antigua
calle de Medellín, famosa por su zona de tolerancia.)
No le falta razón a la geisha paisita en el sentido de que hace falta algo de amor para afrontar el absurdo. Y ojalá que
alguien le haya entregado a Rocío las saludes del ajusticiado.
¡Esta vida es una vaina!, como dice el poeta.
¡Esta vida es una vaina!, como dice el poeta.
Has traido al tapete unos de lso flajelos de la humanidad de hy y siempre.
ResponderEliminarEl abuso sistemtico de la mujer, en todos los órdenes de la vida.
Y PENSAR QUE NACE DE MUJERES!!!!!!!
Algo inentendible.
A estas altura nuestros corazones ya vienen preparados para el dolor de la humilliacion, no lo sabemos pero su gen esta ahi presente a traves de los tiempos.
Siempre usadas , hasta......por los romanticos.
Pero tambien traemos el gen de la vida, y somos tan testarudas!!!! que sobreviviremos.
Cariños
Inentendible e inaceptable, Abu. El abuso y maltrato a la mujer debería estar proscrito hace mucho y sin embargo vemos que culturalmente es incluso aceptado en pleno siglo XXI en muchas partes del mundo.
EliminarHay culturas en las que realmente nacer en ellas es de sufrimiento total.
EliminarBueno lentamente se van modenizando, pero es algo ancestral.
Lo malo es en paises modernos que el indice de violencia vaya en aumento.
Cariños
Pues sí, Darío, como dice la Abuela Ciber: "sobreviviremos", para bien o para mal, pero "sobreviviremos".
ResponderEliminarEn la Revolución Mexicana, se destacaron las dichosas "Adelitas" ("si Adelita se fuera con otro, la seguiría por tierra y por mar")
Cuentan que era muy frecuente que murieran los guerreros, y las "Adelitas" se quedaran sin pareja. De manera que, no bien acababa de caer su hombre e inmediatamente aceptaban a uno nuevo a quién hacerle las tortillas, cargarle la escopeta y seguirlo adonde estuviera la refriega.
("Si por mar en un buque de guerra, si por tierra en un tren melitar" (así hablaban mis paisanitos)
Saludos de la tía: Doña Ku
Tía Ku:
EliminarTraes a colación un precioso personaje de la Revolución Mexicana: las Adelitas. Un ejemplo insólito de generosidad, solidaridad y entrega a una causa, aún por encima de su integridad y no pocas veces de su dignidad. Un abrazo.
creo que el sexo y la muerte se unen en sus extremos, uno representa la vida, la otra, la nada..
ResponderEliminarimagino que esos seres que solo viven de y para la muerte solo sienten la vida en esos momentos de goce, saludos querido Peaton
Así es, Amalia. ¡Qué dramática realidad!. Un abrazo, amiga.
EliminarMuy bueno el comentario, breve, aterrizado. Ojalá le llegue el saludo del difunto para que vea que ella no vive en vano.
ResponderEliminarOjalá, mi querida y lúcida Johanna. No sé si alguna vez viste una película que tenía como leitmotiv el sexo por piedad. Era de una prostituta que obsequiaba, por piedad, sus servicios a seres proscritos y marginales. ¡Qué durísima realidad! y sin embargo ¡qué capacidad de amar al prójimo!
ResponderEliminarOye:¿Ya leíste "Pantaleón y la visitadoras" de Vargas Llosa? Si no lo has hecho te lo recomiendo, vas a reírte con ganas.
ResponderEliminarBye sobrino: Doña Ku
¡Pero claro!, tía, ese fue un libro que leí "obligado" en cuarto de bachillerato, por allá en el año de upa. Merece una relectura ahora que me cuentas. Un besote, tía.
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