En Villapinzón hay un río que tiene un salto......

 

En Villapinzón  hay un río que tiene  un salto, y en el salto juega el agua pequeñita y pura.    

El río es el Bogotá, y el salto el de la Nutria, muy cercano al nacimiento de aquel, en el misterioso páramo de Guacheneque a 3.300 metros de altura sobre el nivel del mar.      
Uno no sabe si el nombre del salto se debe al agua alegre y saltarina que cae inocentemente al pozo sin presentir que río abajo la esperan agazapados los vertimientos de las curtiembres para asestarle la primera herida mortal, o porque que allí habitaron alguna vez, junto a los venados y a las aves silvestres, las simpáticas nutrias buceadoras.     Lo cierto es que ya no queda ninguna. Pero que hubo nutrias en ese lugar, las hubo. Se siente su presencia en el paisaje encantador de la lagunilla y en el murmullo inquieto del agua. Es como si alguien hubiera decorado el entorno con guirnaldas verdes para la fiesta infantil del río.  Y quién mejor que un niño para contarnos el origen del río Bogotá. Ya no recuerdo el libreto, pero me cautivó escucharlo en boca de nuestros pequeños guías que lo recitaron a rabiar, como para que no olvidáramos nunca que pisábamos terreno sagrado. 
Estando en aquel paraje resulta imposible no sentir un respeto reverencial, religioso me atrevería a decir, por el agua. Como si ese nacimiento tan cercano, esa niñez impoluta y cristalina del líquido vital         fuera, al igual que el Mesías cristiano, nuestra única esperanza.  Y lo es.     No en vano nuestros ancestros aborígenes, más sabios, eran adoradores del agua.
Pero siguiendo la visión cristiana del universo que nos enseñaron, debemos preguntarnos quién nos pagó los treinta dineros por entregar al mejor postor el futuro del agua, su pureza a cambio de un bienestar ficticio y perecedero. Mejor aún, debemos preguntarnos por qué vendimos -apenas aguas abajo del río Bogotá- tan barato nuestro futuro, y por qué lo seguimos sacrificando  con nuestra contaminación insensata o nuestra pasiva complicidad.  

También el libro sagrado del agua tiene su Apocalipsis; de manera que, acabada la sustancia vital, ¡que ironía!, no tendremos con qué lavar nuestras manos contaminadas por haber pecado contra el agua. 

(Créditos foto: Salto de la Nutria, nacimiento del río Bogotá, www.flickr.com)

Comentarios

  1. ¡Que hermosos son los rios y los saltos de agua en las zonas verdes, boscosas...! Es una lástima todos los atentados ecológicos que hoy sufren los rios por una explotación abusiva y poco respetuosa con el medio ambiente, que acaba con la pureza de sus aguas, que merma su caudal, que hace desaparecer su fauna, que daña la vegetación por la que discurre su cauce... Aquí también sufren nuestros hermosos rios explotación inadecuada. Lo pagaremos caro en un futuro que ya no paece muy lejano.

    Es importante tu conclusión y reflexión sobre el tema.

    Un afectuoso saludo.

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  2. Gracias, Chela, por tu comentario. Quizás se nos tilda de apocalípticos con esto del agua, pero, a mi ver, tenemos una responsabilidad indelegable con las generaciones futuras. A estas alturas y con ganas de nietos (que no me oigan mis hijos), quisiera legarles un mundo más responsable. Un abrazo.

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  3. Darío: Cada vez que recuerdo las veces que visité a la familia Rovira-Vázquez (que por aquellos tiempos cambiaban de residencia con mucha frecuencia, debido a que mi cuñado era ingeniero de caminos)en los pueblos pintorescos en los que les tocaba residir, me deleito nuevamente rememorando los deleitosos paisajes que mis ojos de niña contemplaron.
    Entonces, tanto mis sobrinas (a quienes llevo apenas unos años), como yo,que éramos unos torbellinos, apenas amanecía, corríamos al río más cercano a sumergirnos en sus claras y refrescantes aguas. A veces frente a nosotras caía una cascada. ¡Que recuerdos!
    Años después me tocó visitar uno de esos lugares, y apenas podía creer el grado de contaminación y escasees en que se encontraba.
    "Cuando en destino nos alcance", o ¿ya nos alcanzó?
    Recibe mi cariño de siempre: Doña Ku

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    1. Tía Ku: Esos bellos recuerdos de la infancia nos salvan de la desesperación. Los míos se remontan a un río en el pueblito de Arbeláez, donde los padres escolapios, regentes del colegio Calasanz, en que estudié, tenían una finca enorme con árboles frutales. Ya no se puede bañar uno en ese río. Un besote, tía Ku.

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  4. Dices

    "......por haber pecado contra el agua. "

    Cuan cierto y, lamentablemene no aprendemos.

    Cariños

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  5. No aprendemos, querida Martha. Por eso toca seguir tu ejemplo de permanente denuncia y compromiso. Un abrazote.

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  6. todo verdad tu escrito, aqui regalan los glaciares y de los ríos, ni te cuento la contaminación, tiemblo pensando el futuro, saludos querido Peaton

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    1. Yo también le pido a Dios por nuestros nietos (ya con ganas de tener los propios. ¡Que la vida los dote de sentido común y amor por el prójimo!, entendiendo que el prójimo, en tanto compañero de viaje, incluye a todas las especies vivas de todos los reinos.

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