Pequeñas narraciones intrascendentes XXIX






Clase de historia en tercero de primaria

El peatón cuenta que......
En mi curso todos queríamos ser Neil Armstrong, el primer humano en pisar suelo extraterrestre. Nadie admiraba a Edwin Aldrin que fue el segundo, menos todavía a Michael Collins que ni siquiera tocó la luna. ¿A propósito, quién era el tal Collins?

Pero es que en la primaria (como en la vida competitiva y absurda que llevamos) el que no llega en primer lugar no cuenta. A los ocho años de edad “se es o no se es” y punto. Y yo era Neil Armstrong, el astronauta que todos recuerdan.

Mas ocurre que de vez en cuando los exploradores interplanetarios interceptan mensajes lejanos que atraviesan fugazmente el universo como una interferencia onírica. Algunos de esos mensajes difusos hablan de conquistadores arriesgados que descubrieron nuevos mundos, otros discurren sobre generales valerosos que lucharon por la independencia de sus galaxias, algunos más hablan de traiciones cobardes, de ejecuciones ejemplarizantes, de bajas del enemigo y de cosas por el estilo.  Pero un astronauta prudente no presta atención a tales interferencias mientras reconoce el paisaje lunar para plantar la bandera ingrávida, salvo que, como sucedió en el colegio Calasanz de Bogotá ese martes 22 de julio de 1969 a las dos de la tarde (apenas dieciocho horas después del alunizaje), el mensaje en cuestión estaba dirigido, sin lugar a dudas, al explorador de marras.

- Por última vez, señor Gómez, cómo se llamaba el primer español, marinero de La Pinta, que avistó tierra americana? - preguntó insistente la señorita Teresa, mi profesora del tercer grado.

Sin embargo, ese  tipo de información clasificada no estaba disponible a la sazón para el comandante Armstrong (alias Gómez), conque fue castigado de manera implacable con un fuerte tirón de oreja, tortura infame que era aplicada a los interrogados por las criaturas feroces de la especie docente del planeta primario o elemental que también llaman.

-Usted vive en la luna, Gómez- Sentenció la señorita Teresa, que, en estricto sentido (al menos en ese instante), tenía toda la razón.

Hoy, a cuarenta y tres años luz del suceso, muerto ya el comandante Neil Armstrong (el de verdad) que podría certificar la verdad de lo dicho, aún me duele la oreja izquierda cuando escucho mencionar el nombre de un tal Rodrigo de Triana, marinero de La Pinta. Y todo por no llevar puesto el casco de astronauta cuando tocaba.

Recuerdos del cosmos, rescatados del olvido entre el polvo interestelar.

(Créditos foto: de todogaceta.com, www.flickr.com)


Comentarios

  1. Darío: Tú eres de mucho más para acá en el tiempo, a mí me tocó solamente soñar con que algún día podría viajar en una nave "interplatanaria", como decía Chespirito,en los tiempos que hacían películas del espacio, que ahora dan risa.
    Me da gusto poder leerte de nuevo.
    Saludos de la tía Ku

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, tía Ku. Aunque no creo que tan antigua como la famosa película de Melies sobre el aterrizaje en la luna.

      Eliminar
    2. ¿Ese que le da en el ojo? ¡genial!

      Eliminar
    3. Si, esa misma, tía. Estupenda, ¿no?

      Eliminar
  2. B endito marilero que despuesde una travesia tan terrible vislumbraba tierra !!!!

    Y.....pobre tiera vislumbrada....saqueda serás.

    Cariños

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cierto, querida Martha. Se llevaron casi todo y ahora siguen con la amazonía.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Cien años del barrio San francisco Javier de Bogotá, AMDG

De Boyacá en los campos… el tejo, nuestro deporte nacional

Bulevar Niza cambió sus gratas terrazas por más locales comerciales