Transmilenio a las 6 p.m.






 (Foto de H. Darío Gómez A.)

La avenida Caracas es la arteria por donde fluyen los glóbulos rojos de Bogotá. Aquí llamamos Transmilenio al sistema de buses colorados que transportan gran parte de las células que dan vida a la ciudad. Y cuando hay mucha suerte, uno puede viajar sentado.

Afuera huye la luz y el frío se apodera de la tarde. Desde mi silla zurda, pegado a la ventana, veo como se aleja la ciudad: pasa el barrio Santa Fe con su endémica lascivia; pasa Teusaquillo, desdibujado, con sus casas elegantes venidas a menos como sus dueños vergonzantes; pasa Chapinero, libérrimo, con sus compra-ventas noctámbulas y sus parrandas alternativas; pasa, en fin, la ciudad imperturbable.

Y frente a mí está ella: secretaria, digitadora (ya no hay mecanógrafas, menos aún estenógrafas) o quizás auxiliar contable de la academia “Paciolo”, supongo por su traje algo formal para su belleza juvenil. Sus manos impecables sostienen un paraguas florido como su perfume de mujer espléndida. Sin darse cuenta, la muchacha comienza a cantar una balada cursi escuchada a través de los audífonos de su blackberry, como si se le escapara el alma por un instante. Al otro lado de la ventana se encienden las estrellas con las primeras luces de neón; y sentado frente a ella hay alguien que desde la distancia del anonimato le contempla la vida.

Comentarios

  1. Darío: Estupendo soliloquio (conste que no te estoy diciendo que por estar solo te vuelvas loco). No cabe duda que sabes guardar en tu mente, para posteriormente describírnoslos, tanto los paisajes urbanos, como los rurales o los marinos.
    Recuerdo cuando, ya hace bastantes años, íba al centro de la ciudad, acompañando a mi madre, y pasábamos por unos portales donde se congregaban los llamados "evangelistas", la verdad no sé porque los llamaban así. El caso es qué, los encontrabas en un escritorio con una máquina de escribir al frente y, todo aquel que quería mandar alguna carta, documento o incluso un recado, acudía a ese hombre que sabía juntar con habilidad las letras (muchos de sus clientes ni siquiera sabían leer, mucho menos escribir). Yo pensaba que cuando fuese grande, sería una inteligente "evangelista", ¡que cosas!
    Saludos desde hasta acá: La tía Ku

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    1. jajaja, buen juego de palabras, aunque yo si creo estar un poco loco, pero solo... eso si que no: todos mis seres queridos y amigos son una bola de locos (tienen que serlo) para convivir conmigo.

      De otro lado, en efecto, tía, yo ví ahora años una hermosa película de Cantinflas ("El ministro y yo, si no me equivoco), donde le hace un bello homenaje a estos entrañables personajes urbanos: los evangelistas.

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  2. que linda historia cotidiana de esa hora en que sale el pueblo a ganarse el pan, es como el primer recreo antes de comenzar la jornada, saludos querido Peaton

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    1. En efecto, Amalia, también es válida la mirada a las 6:am. Un fuerte abrazo.

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