Paranoia insustancial



(Interior del transmilenio a las 7:00 pm. foto de H. Darío Gómez A.)


Con alguna frecuencia entregan a los pasajeros del Transmilenio una tarjeta roja donde se lee: “Señor usuario: Para fines estadísticos, cuando llegue a su estación de destino deposite esta contraseña a la salida”. El hecho es que a usted no le entregaron el cartoncito colorado a la entrada (como a los demás pasajeros), y la omisión de la muchacha de la estación no dejó de perturbarlo, sobre todo por la explicación estúpida que tendría que dar a la salida del sistema por el hecho de no portar el cartón: “es que a mí no me dieron”, o alguna estulticia de un tenor parecido. Eso, en caso de no haber pasado  igualmente desapercibido en su estación de destino. Pero acontece que usted fue transparente también al salir. Insustancial como la niebla de la madrugada. Póngase a pensar en el asunto...

Ahora bien, si el incidente se repite en otro vagón, ojala el mismo día, entonces usted deberá empezar a preocuparse seriamente. En primera instancia, verifique si otros pasajeros se encuentran en su misma situación. Fíjese, pongamos por caso, en hombres con traje y corbata mayores de cincuenta años. Si ellos al igual que usted carecen de contraseña, podría ser que únicamente están censando a personas más jóvenes. Un parte de tranquilidad. Pero si no es así, o si nuevamente se repite la omisión de algún funcionario en una nueva estación, incrépelo exigiendo que le entregue una contraseña como a todo el mundo, para depositarla en la tómbola de la salida según mandan los cánones. Resulta odioso no ser tenido en cuenta así sea para inútiles encuestas burocráticas. Al fin y al cabo uno ocupa un espacio en el mundo, y de ello puede dar fe el principio de Arquímedes que se cumple con el rigor de una sentencia cada vez que uno desplaza a otro cuerpo de igual volumen al acomodarse en el expreso de las seis de la tarde.

En cualquier caso, si el dependiente de la estación de llegada no le exige depositar la tarjeta roja en la bolsita a la salida del vagón como a los demás pasajeros vivientes (o malvivientes que para el caso lo mismo da), entonces si tendrá suficientes razones para entrar en pánico. Es muy probable que usted ya no forme parte de este mundo descreído y egoísta. En una ciudad de ocho millones de almas nadie notará su ausencia, o su insignificante presencia de código de barras, si prefiere. No obstante es importante salir de dudas; de manera que, por si acaso, busque un espejito de mano y acérquelo a su nariz para comprobar si aún le queda un resquicio de aliento vital.

Comentarios



  1. Nunca estamos solos
    cuando sabemos
    que ocupamos
    un lugar, en el
    corazón del amigo.


    Quisiera que la belleza
    de esta tarde del viernes,
    conquistará una sonrisa
    en la cornisa del viento
    para ti!!


    Un abrazo de violetas
    y un beso de poetas.

    (Gracias por acordarte alguna vez de mí, ya que de lo contrario me ausento.
    Un cordial saludo y mi apecio hacía ti!!)

    Atte.
    María Del Carmen




    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu comentario.
    No no somos excepcionales , el pueblo uruguayo una vez fue así.
    Tuvimos padres y abuelos trabajadores y honrados, ea Darío fue nuestra herencia,moral no monetaria.
    Tuvimos la suerte de tener una educacion universal, lloro cuando pienso en ello y GRATUITA.

    Pero si con un fuerte sentimiento de la familia unida, lamentablemente los tiempos cambian y ya los nietos vivien vivencias distintas.

    Fantastico 8millones de personas,pensar que contando apretujados a penas llegamos todo nuestro hermoso pais a 3, ja ja,me siento hormiguita.
    Te dire que en lo prsonal no entraría en pánico, ultimamente me estoy acostumbrando a ser invisible, claro tengo canas y arrugas.
    He probado ja ja con el baston y.....por ahi me miran un poco más.....tal vez por lástima no?

    Un abrazo con gran cariño parte para allá.


    PD vere que pasa que no te actualizas en mi blog, ya he hecho todo hasta dejar de seguirte y volvere a inscribir.

    ResponderEliminar
  3. Darío: Hace poco hice un relato para un sitio en el que escribo casi por inercia. Se llama : "Transfiguración". En síntesis, hablo de el afán de algunos chicos por hacerse notar a como de lugar. Y es que sí, uno y una se pierden entre la atiborrada población de cualquiér ciudad latinoamericana. Pero también las autoridades desconciertan a cualquiera con algunas disposiciones un tanto descabelladas qué,sin saber porqué, debemos cumplir. A lo mejor piensan que, si nos piden esos raros requisitos, nos vamos a sentir más importantes.
    La vida de la tía Ku, está a punto de dar un cambio tremendo, ya te escirbiré para decirte la razón. Por lo pronto te dejo mi cariño de siempre. Desde hasta acá: Doña Ku

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Cien años del barrio San francisco Javier de Bogotá, AMDG

De Boyacá en los campos… el tejo, nuestro deporte nacional

Bulevar Niza cambió sus gratas terrazas por más locales comerciales