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Mostrando entradas de junio, 2013

Excomunión

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“Aquesto dixo el ebrio una vegada Aquesto dixo con su voz cansada Aquesto dixo por la madrugada. Yo dello non sé nada” León de Greiff Ya no quiero salvar a este mundo desdeñoso, de modo que libero a los incautos que gané para mi causa improbable. No les conviene tener trato con un hereje pero aun así les digo: desconfiad, como el maestro Estanislao Zuleta, “de las mañanas radiantes en las que se inicia un reino milenario”. Fui abogado de negocios sin futuro con el mismo candor de San Nicolás de Tolentino, patrono de las almas en pena; mas hoy mi inspiración se desparrama como el mercurio de un termómetro roto. Muté en un endriago inestable, volátil y aleatorio como un dado, con vocación de eremita en tránsito al purgatorio. Hoy me entrego, sin más, a la blandura perniciosa del anatema para escándalo de la grey y complacencia del maligno. Al fin y al cabo “lo que es esencialmente malo jamás dejará de serlo”, Pontifican los curas. Me excomulgarán entonc

Cursilario II

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(Niño cincuentón de más de 100 kilos de peso imaginando conducir "La 125". Foto de un buen samaritano) Es verdad sabida (lamentablemente no recuerdo el autor de esta afirmación), que cuando se es adolescente no se tiene esa visión de conjunto que pueden tener, pongamos por caso, un filósofo o un científico. Simplemente se actúa conforme a los impulsos hormonales y, en el mejor de los casos, de acuerdo a los mandatos del corazón, pero siempre sin medir las consecuencias. Acaso sea ese el manantial de la fuerza vital de la juventud. Lo cierto es que a los diez y seis años fui capaz de escribir sin ruborizarme lo que sigue: En el Café Colonial (enero de 1978*) Estabas sentada frente a mí en el Café Colonial Y me gustó mirarte; Eras como un sueño escondido Detrás del humo bohemio De los cigarros; Bailaban tus palabras en mi mente Y me gustó escucharte. De golpe fuimos cómplices del silencio indiferente De las sillas vacías y los ceniceros;