Apósito de ternura
(Créditos foto: Escultura madre e hijo. www.morguefile.com)
Tenemos a veces la sensación de que el
mundo está por desmoronarse, y que sólo hace falta una gota para que se
reviente la represa que contiene todos los males que nos agobian. Eso pasa los
lunes a las seis de la tarde mientras aguardamos estoicamente -bajo una lluvia
pertinaz- el autobus que nunca pasa.
En ese instante no queda más que abandonarnos a la inútil espera y rumiar en silencio nuestra mala leche pasada por agua. No es tanto la lluvia sino la impresión metafísica de impotencia y desamparo ante la adversidad lo que nos corroe el alma.
En ese instante no queda más que abandonarnos a la inútil espera y rumiar en silencio nuestra mala leche pasada por agua. No es tanto la lluvia sino la impresión metafísica de impotencia y desamparo ante la adversidad lo que nos corroe el alma.
De pronto aparece una muchacha con su
pequeño hijo cargado en un canguro, y se acomoda en la banca de la parada. Los
esperadores -mojados hasta el tuétano- la contemplamos con ternura, al tiempo
que le abrimos campo a su encantadora presencia.
¿Es acaso María Auxiliadora con el niño Jesús
coronado en sus brazos la que viene a socorrernos?
No. Es simplemente una jovencita de rostro broncíneo
donde se asoma -a pesar del frío- una sonrisa dispar pero infinita que le
arranca espasmos de emoción y alegría a su retoño. No es la virgen, está
claro; ni es milagrosa, es evidente. Sin embargo nos regala con sus
carantoñas la tibieza del vientre materno, haciéndonos olvidar el tedio de la
tarde glacial. Entonces los transeúntes -apeñuscados en la parada del bus como
pingüinos- nos miramos unos a otros para encontrar con asombro las sonrisas que
la muchacha ha dejado pegadas en nuestras caras de lunes lluvioso.
¡Maravilloso relato!. Humano, real, con perfecta combinación de apisodios prosáicos y poéticos. Nada mejor para expresar la ternura que una madre joven y un niño.
ResponderEliminar¡Sigue escribieno así!.
Tengo una foto, casi igual a la que incluyes, hecha en la misma plaza de Zorrilla, en la ciudad de Zamora, que es donde se encuentra. Es muy bella, está hecha en bronce por el escultor zamorano, Baltasar Lobo, en el año 1947.
Un afectuoso saludo.
Querida Chela:
EliminarQué hermosa casualidad haber encontrado en el archivo de imágenes esta del escultor Baltasar Lobo. Mujer, nada escapa a tus ojos enamorados del paisaje urbano.
Darío: Me pasó algo similar: mientras renegaba de que había regresado el mal tiempo y que la pobre gente que ya había pasado lo suyo en las costas del pacífico, ahora se veían de nuevo amenazadas y no podía dejar de sentir ese resabio amargo que dejan las malas noticias...De pronto tocaron a mi puerta y lo primero que vi fue la cartita risueña de Mady, mi bisnieta. Como por encanto se disipó mi mal humor.
ResponderEliminarLos niños tienen el don de infudir ánimo y vida.
Saludos, sobrino querido: DK
Nada reemplaza la dicha de una sonrisa infantil, querida tía.
EliminarQue bien has descrito la magia dela presencia de los infantes , hasta en momentos tan penososo.
ResponderEliminarCariños
Martha, los niños son los ángeles de mi cielo laico.
Eliminar