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Mostrando entradas de julio, 2014

Animosucción

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En reciente publicación restringida al honorable cuerpo médico, el Doctor Elías Foncelet ha expresado temerarias declaraciones tendientes a desvirtuar los beneficios terapéuticos y estéticos de la liposucción en el tratamiento de la obesidad. Es más, se ha atrevido a calificar de anodino tal procedimiento que, en su concepto, sólo contribuye a la producción masiva de estrías y frustraciones. El problema de la gordura, según afirma el sabio, no está en los tejidos adiposos sino en las células del alma. Basado en los principios de la medicina hipocrática, especula que si los átomos del alma son redondos y lisos como intuía Parménides -hipótesis que dice haber confirmado-, tales atributos propician una reacción en cadena cuando alguno de los cuatro humores del cuerpo humano – sangre, flema, bilis negra y amarilla- resulta estimulado por la acción de sentimientos de amor, odio, soberbia o perfidia según el temperamento de cada individuo. En buen romance, la teoría del Doctor Foncele

La ley de los números grandes

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"El secreto del éxito es la honestidad. Si puedes evitarla, está hecho". Groucho Marx No soy bueno para los números. Y atribuyo tal falencia a mis profesores del colegio, que, con su pedagogía de la férula, insuflaron  en mi mente el terror por las matemáticas. Tarde llegó a mis manos ese maravilloso libro denominado  “El hombre que calculaba” , una suerte de “mil y una noches”  de las operaciones aritméticas.  De haberlo encontrado en mi época escolar, otro gallo cantaría. El hecho es que soy poco versado en el asunto, pero tengo el suficiente sentido común  para entender que los banqueros son amantes de los números grandes. Eso es evidente, como quiera que también son grandes sus rebaños. Y ni que decir tengo de sus impúdicas utilidades.  De manera que para administrar eficientemente tal abundancia, ellos aplican la que he dado en llamar –teorizando sin ningún fundamento-  “Ley de los números grandes”,  que no debe confundirse con la  “Ley de los grandes núme

Realización de saldos

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Por H. Darío Gómez A. Hoy subasto mis posesiones ilusorias en pública almoneda. Vendo, si es que todavía la conservo, una enciclopedia autista con profusas definiciones sobre todo, e inútiles certezas sobre nada. Negocio, si alguien quiere comprarlo, el terror atrapado en las páginas de la historia patria, y la oscuridad que lleva encima como eterna noche boreal. Liquido igualmente mis discos de jazz: tóquenlos si los van a comprar. Y si los compran, tóquenlos si los van a transfundir a los sentidos; o, si no, no. Regalo un telescopio con pocas constelaciones vistas, y un par de mujeres atrapadas para siempre en su lente atormentada por la cercanía imposible. Despacho, con provechosa pérdida, un colchón relleno de cansancio y espuma como mis proyectos inconclusos. Ferio asimismo otras pertenencias intangibles, igual que los sueños: poemas enredados en los textos mancillados de un devocionario, candorosas imitaciones de Chagall imaginadas con crayones, fotos de