¿A quién le interesa desalentar el uso del SITP?

(Foto: www.flickr.com)


(Foto de H. Darío Gómez A.) 


Don Enrique Santos Molano, siempre tan acertado en sus opiniones acerca del transporte público en Bogotá, nos pone de manifiesto en su artículo de hoy en EL TIEMPO las bondades del Sistema Integrado de Transporte Público (SITP por su sigla).

Yo comparto su criterio en cuanto a la comodidad e higiene de los buses, la amabilidad de la mayoría de sus conductores y el hecho de no viajar espichado. Sin embargo, me aparto de su percepción idealizada en cuanto a la frecuencia puntualísimade ocho minutos. En efecto, como usuario frecuente del SITP he tenido que padecer un fenómeno que yo, malpensado como soy, atribuyo a la teoría de la conspiración.  Pareciera que los mismos operadores (a regañadientes) del sistema prestan deliberadamente un mal servicio para desalentar su uso por parte de los ciudadanos, con el fin mezquino de condenar al fracaso el modelo. Sucede que los usuarios del SITP, conocedores de las bondades que cita el periodista Santos Molano, esperamos juiciosos en los paraderos demarcados la llegada de los buses azules que, no con una frecuencia de ocho minutos, sino a veces de hasta treinta minutos, pasan impasibles sin dignarse parar en los sitios designados, pese a la señal insistente de los pasajeros que, frustrados e indignados con la tarjetica verde en la mano, los vemos pasar. Por otra parte, es inexplicable que haya tanto bus del SITP circulando por las vías (contribuyendo a los atascos) sin oficio ni beneficio, portando sendos avisos ofensivos para los pasajeros ilusorios donde se lee: EN TRANSITO (¿al limbo?).


Escuchaba hace unos días (es imposible dejar de atender las conversaciones ajenas en un bus) a unos pasajeros, quizá dueños de buses, conversar sobre la rentabilidad mensual de una buseta frente a un bus afiliado al SITP. Mientras aquella deja en metálico cinco millones de utilidad, el bus afiliado al SITP deja sólo tres millones de pesos. Es natural, porque la buseta circula sin estándares mínimos de comodidad, higiene y mantenimiento y sus conductores están sometidos a la informalidad laboral y por ende, a la guerra del centavo, mientras que el vehículo de transporte público del SITP debe cumplir con todas las normas legales. Y eso cuesta. De ahí que (afirmo a riesgo de teorizar sin mucho fundamento) a los mismos operadores del SITP les conviene prestar  un mal servicio para que las autoridades de la movilidad aborten el proyecto y se vuelva a la informalidad, al caos, en fin, a la infame guerra del centavo a expensas de la comodidad, seguridad y dignidad del sufrido pasajero. Esa es mi peregrina teoría de la conspiración en el SITP.

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