(Foto de H. Darío Gómez A.) Un espectro se cernía sobre Bogotá durante la primera década del siglo pasado: el espectro de la clase obrera. Para conjurar ese fantasma y “A mayor gloria de Dios” , cómo no, la Compañía de Jesús importó de España a mediados de 1910 al padre José María Campoamor, S.J., quien debía establecer una obra social que lograra "la redención moral, económica e intelectual de la clase obrera" , es decir, adoctrinar a los trabajadores y a sus "Marías" para que no surgiera de su seno, pongamos por caso, una Flora Tristán, una Rosa Luxemburgo o peor aún, una vernácula María Cano que pusiera en peligro la propiedad privada. En otras palabras, se buscaba aplicar la doctrina social de la iglesia contenida en la encíclica “Rerum Novarum” del papa León XIII, con el fin de erradicar cualquier brote comunista del incipiente movimiento obrero capitalino, cuyas condiciones de vida bastante precarias constituían un caldo de cultivo (como dice
(foto de inciclopidia.wiki.com) Tengo varias frustraciones en la vida: una de ellas es que nunca aprendí a chiflar; otra, no saber jugar al tejo. Por cuenta de la primera fui un marginado social durante la infancia, pues todos mis amigos sabían chiflar; y por la misma causa creo haber perdido (hasta el día de hoy) más de doscientos autobuses que hubiera podido parar a la distancia con el recurso infalible del chiflido. Ahora bien, en cuanto a la segunda, lo de no saber jugar al tejo, es una frustración más esotérica si se quiere, por sus implicaciones prácticas en la vida y por el hecho, acaso banal, de ser considerado el deporte nacional de mi patria, por ley de la República. Me explico: el jugador de tejo, más aun si es el careador (o sea, el duro), tiene una destreza envidiable para lanzar el tejo (un disco metálico parecido a un pequeño ovni) y dar justo en el bocín (un tubo metálico enterrado en arcilla y coronado por mechas de pólvora que estallan al primer impact
(Créditos foto: Sites.google.com) Salvo Unicentro, en los años ochentas del siglo pasado no había en Bogotá centros comerciales dignos de consideración. Pero en 1989 se inauguró Bulevar Niza, un novedoso edificio al noroccidente de la ciudad, ubicado en el cruce de la Avenida Suba con la calle 127. Su diseñador, el arquitecto Germán Samper, le imprimió un estilo particular como de buque futurista, con un enorme domo circular al centro y unas singulares estructuras metálicas de ventilación en sus extremos, parecidas a los manguerotes de las escotillas náuticas. Bulevar Niza e s un centro comercial generoso en espacios de circulación y luz cenital para deleite de sus visitantes. En el tercer nivel hay una superestructura concebida principalmente para los restaurantes, que simula, a mi juicio, el castillo de proa del barco ( y he aquí lo más encantador), donde se extienden varias terrazas, como las cubiertas generosas de un buque anclado a los pies del cerro de Suba, orie
Comentarios
Publicar un comentario