"Tiempo de morir", ¿un verdadero western?

(Foto de www.proimagenescolombia.com)



"Por más caro que sea un hombre, no puede costar más que eso"
Juan Sáyago refiriéndose a los dieciocho años de cárcel que pagó –“uno detrás de otro”- por la muerte, en un duelo, del padre de los hermanos Moscote.


Aceptar públicamente que adoro los filmes de vaqueros y que, en cambio, la gran obra de García Márquez -salvo sus reportajes, cuentos y guiones- no me trasnocha, resulta políticamente incorrecto por estas calendas conmemorativas, más todavía en mi patria donde la unanimidad en ciertos temas es endémica. Sin embargo, esa circunstancia tan banal tiene como única virtud la de ser cierta.

Quizá por eso, por tratarse de pistoleros, el guión de la película “Tiempo de morir”, escrito por nuestro Nobel de literatura y aderezado de manera estupenda con diálogos de Carlos Fuentes, me encanta. La historia de García Márquez tiene todas las trazas de un western. Los puristas del género me dirán que una verdadera película de vaqueros sólo se puede desarrollar en un contexto espacio temporal específico, es decir, durante el siglo XIX en un pueblo desértico del oeste norteamericano y nunca, por supuesto, en un pueblo de tierra caliente del trópico colombiano a mediados del siglo XX, como sucede en “Tiempo de morir”.

Más, a riesgo de teorizar sin fundamento, me parece que el verdadero espíritu del western está en sus motivos. La venganza, el duelo, el honor y la justicia por propia mano ante la actitud negligente, cobarde o cómplice de la autoridad, son su esencia. Con lo anterior quiero decir que, estando presentes en una película uno o varios de tales motivos, ésta será para mí un western, sin importar que los hechos ocurran en un pueblo del Japón feudal, como en la película “Los siete samurais” de Kurosawa, o en un pueblo polvoriento de la Guajira, como bien podría suceder en “Tiempo de morir” (en la versión de Jorge Alí Triana de1985).

En el caso que nos ocupa, el motivo central de la película es una mezcla de machismo, honor mal entendido y deseo ciego de venganza de Julián Moscote, que sólo se podrá materializar con la muerte -mediante duelo- de Juan Sáyago, asesino de su padre.  De hecho el duelo, según afirma Elizabeth Frenzel (Diccionario de motivos de la literatura universal), fue considerado durante mucho tiempo como el medio más prestigioso de eliminar ofensas. Su misión consistía, anota Frenzel, no tanto en el castigo de los delitos –recordemos que Juan Sáyago ya había pagado su delito con dieciocho años de cárcel- cuanto en la expiación de la ofensa como única vía para una posible reconciliación.  

La película “Tiempo de morir”, tanto en su primera versión de 1965 (la del mexicano Arturo Ripstein), como en la versión colombiana de Jorge Alí Triana (1985), está cundida de frases lapidarias que, lejos de restarle mérito, constituyen uno de sus encantos.  No hay que olvidar que guión y diálogos fueron escritos por dos gigantes de la literatura contemporánea. Acá algunas frases que me conmovieron:

“Tienes tanto miedo de matar que lo vas a matar de puro miedo...”
"Creo muy poco en lo que veo y en lo que me cuentan, nada"
"Dicen que se quedó como ensimismada"
“Un muerto pesa mucho”
"Yo no vine en plan de pelea, yo nomás vine"
"Por más caro que sea un hombre, no puede costar más que eso"

Y, cómo no, al igual que una película de pistoleros en el lejano oeste norteamericano, “Tiempo de morir” culmina con un plano americano que detalla el duelo mortal entre el impetuoso Julián Moscote (Sebastián Ospina) y el prudente Juan Sáyago (Gustavo Angarita), que, ante el acoso interminable de aquel, se ve en la encrucijada de matar o morir.

Ahora bien, en gracia de discusión, como dicen los letrados, si me fuera dado realizar una tercera versión intemporal de “Tiempo de morir” en el más puro formato western, la rodaría en un desfiladero de Arizona con el siguiente reparto en sus mejores épocas:

Juan Sáyago: Clint Eastwood
Julián Moscote: Mel Gibson
Mariana (la eterna novia de Juan Sáyago): Sofía Loren
Música: Ennio Morricone

La historia de García Márquez es, en todo caso, extraordinaria, y para reafirmar mi gusto por el western, tendría que agregar en su defensa el siguiente argumento de Borges: "Creo que en la actualidad, cuando los literatos parecen descuidar sus deberes épicos, son los westerns los que, por extraño que parezca, han rescatado la épica..." (The Paris Review, 1967).

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