El negro dueño del son
El
peatón cuenta que………
A
las doce del día el centro de Bogotá luce más hermoso.
Y no es precisamente por la luz cenital, ya que durante estas
temporadas de lluvia capitalina el sol brilla únicamente por su ausencia
-frase manida pero acertada en este caso-. Quizá sea la gente. A esa
hora comienzan a florecer las puertas de
los edificios públicos y de los bancos con las muchachas que salen
ruidosamente
a comer. Incluso el funcionario -grave y
trascendente- suaviza su semblante a esa hora, tornándolo más humano.
Pero ante
la ausencia del sol, el calor del trópico va por cuenta del negro, dueño
del
son.
Sentado en un costado del Museo del Oro, en el Parque Santander, el dueño del son golpea el adoquín con un palo de escoba, haciendo música con el delicioso ritmo que le brota de las entrañas.
¡Cómo toca la clave el negro, dueño del son!,
¡Cómo tararea la guaracha ese negro, dueño del son!
A 2.600 metros de altura, lejos del mar, toca y canta el
dueño del son.
No tiene camisa ese negro, pero es el dueño del son.
Y perdió la luz de sus ojos el negro, pero es el dueño del son.
Oído ciertamente no le falta al negro, porque es el dueño del son.
¡Y qué espíritu insondable tiene ese negro, dueño del son!
Oído ciertamente no le falta al negro, porque es el dueño del son.
¡Y qué espíritu insondable tiene ese negro, dueño del son!
Le huye la fortuna, pero sigue siendo el dueño del
son.
Y no pide nada a cambio el negro. Sólo toca y canta su
son.
No tiene motivos para reír ese negro, pero es la alegría
misma y la comparte con largueza con los transeúntes, porque es el dueño del son.
¡Qué negro más grande es el dueño del son!
¡Qué negro más digno es el dueño del son!
¡Qué negro más digno es el dueño del son!
¡Qué negro más generoso es el dueño del son!
Viene y va sin aviso, como la brisa caribeña, el negro
dueño del son.
¡Dios te guarde siempre, negro bendito, por compartirnos tu son!
(Foto de F. Hernández. "El peatón haciendo su mejor esfuerzo con los cueros ante la mirada incrédula la niña Iné)
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