La indignación nuestra de cada día
(Foto de El Espectador)
"No toleraremos
indignante trato a niños": Santos sobre video en el que menores posan con
plato de comida
Una docente decidió hacer pública la
grabación en la que los niños son obligados a posar con un plato que no
comieron, y en contra parte reciben un patacón en la mano con trozos de carne.
Indignación despertó este jueves
un video que fue publicado en las redes sociales en
el que se observa una fila de niños del colegio Sagrado Corazón de
Aguachica, Cesar, posando con un plato de comida que nunca
probaron y que en cambio, recibieron un pedacito de patacón con trozos de carne
servido en su mano.
El Espectador, 1 de abril de 2016
El pan de
cada día en este país (digno de mejores dirigentes) es la corrupción. Ya sea
servido, literalmente, y de manera indigna en las manitos de los niños del
colegio Sagrado Corazón de Aguachica Cesar, como lo denunció la valiente
profesora (que Dios proteja de la retaliación del contratista), o servido en
abundancia y con exquisitez en las bacanales de los funcionarios públicos que se apañan los recursos para la alimentación
y protección de la infancia.
El hecho no
es nuevo ni aislado. La indignación tampoco. De modo que cada cierto tiempo el
Gobierno se rasga las vestiduras y anuncia en un despliegue mediático que no
tolerará las mafias de la alimentación escolar. Pero el hedor de la corrupción vuelve
a aparecer cuando se ha disipado la indignación nacional y se ha calmado la ira
santa de las autoridades responsables. Pero al final nadie hace nada. Ni
siquiera la sociedad civil, salvo honrosas excepciones como la docente de
Aguachica, Cesar.
Debería
haber mayor sanción social para estos criminales. Si hubiera verdadera intención de las
autoridades de perseguir a las mafias de la contratación pública, nos informarían a los colombianos
los resultados de sus pesquisas para conocer de primera mano su estructura: el concejal dueño del contrato de alimentación escolar, su jefe
político en la Asamblea Departamental, el patrón, el Representante a la Cámara u
“Honorable” Senador, y sus parientes y concubinas y copartidarios y lacayos e idiotas útiles, en fin.
Podría
decirse acaso que si hubiera intención legítima de acabar con tales estructuras
mafiosas, sus fotos aparecerían en los prontuarios judiciales y no en las revistas
del “Jet Set”. Pero eso es un imposible
teórico. Si fuéramos más dignos, los ciudadanos de a pie cambiaríamos de acera
al encontrarnos de frente con estos personajones detestables y nos avergonzaríamos
de su compañía perniciosa, en caso de tenerla por alguna razón en el club, en la iglesia, en el Directorio político, qué sé yo.
Creo que
fue T.S. Elliot quien dijo que si nunca podemos acertar, más vale que cambiemos
de vez en cuando nuestra forma de equivocarnos. Este es el momento. Como
ciudadanos no podemos seguir impasibles mientras sucede tanta infamia. Hay que ejercer el control social de lo
público, más todavía cuando se trata de los derechos de la infancia.
Cabe pensar
que ante la impunidad judicial, ya no digamos política, nos quedaría al menos el consuelo de
la sanción social.
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