Para visitar a mi hija se requieren dos visas.



(En el tren de seis. Foto de Angela Gómez)

El amable lector que se acerca a este blog, más por solidaridad generacional que por gusto, es decir, para contribuir a que mi autoestima no se baje más ante la falta de “likes” en el Facebook (hay estudios que demuestran una clara relación de causalidad entre la depresión y la falta de likes), habrá notado que la mayor parte de las publicaciones que hago se refieren a viajes, generalmente hechos a pie, habida consideración de la escasez de recursos para realizarlos por otros medios de locomoción. Pero a veces realizo algunos periplos trasatlánticos para visitar a mi hija que es la luz de mis ojos, lo cual requiere algo más que buena voluntad, disposición física y unos buenos zapatos para caminar. Me refiero a las visas.

Sería interesante saber cuáles son los verdaderos criterios de las autoridades de inmigración de un país para otorgar o negar el permiso de entrada a su territorio. Evidentemente nadie es tan estúpido como para aceptar, por escrito, en un formulario oficial, que tiene intenciones de traficar substancias prohibidas o atentar contra la seguridad del país que concede la visa. De modo que los criterios deben ser otros, y siempre serán un misterio para el viajero en ciernes. Lo cierto es que por fortuna he gozado desde hace años de esa cortesía oficial que me ha permitido viajar sin contratiempos.

El curioso lector habrá notado asimismo que hice alusión a visas, en plural. La razón es muy sencilla: superado el primer escollo para encontrarme con mi hija en otro país, esto es, la visa oficial como dije, resulta que ahora es menester aplicar a otra visa, la que me concede mi retoño para poderla visitar. 

Ella, muy ejecutiva, me formula el siguiente cuestionario policial:

Yo: Mi amor, voy a viajar, posiblemente en octubre.

Ella: ¿Y para qué vienes?

Yo: pues para visitarte, mi amor. Me haces mucha falta.

Ella: ¿Y cuántos días vas a quedarte? Porque en octubre no tengo vacaciones y no podré atenderte.

Yo: no importa, mi amor, antes bien lo que yo quiero es atenderte, cocinar para ti que te alimentas tan mal.

Ella: Pero no vendrás a hacerme esa “sopita de pollo”

Mi hija llama despectivamente “sopita de pollo” a mi mejor esfuerzo por hacerle un puchero bogotano con los ingredientes sucedáneos que se consiguen allende el mar. Vale decir: un pollo con hormonas esotéricas que no tiene genéticamente nada en común con la gallinita que come piedras en la finca, unas papas superdotadas y desabridas de Idaho y unas malangas del caribe que suelen ser lo más parecido a una yuca. Del plátano, ni hablar.

Yo: No. Voy a hacerte otras cosas, pasta, un arrocito, qué sé yo.

Ella: sabes que no me gusta la pasta. Mejor yo dispongo el menú para que me cocines.

Yo: Bueno, mi amor.

Ella: Y no irás a traer esa pantaloneta de baño amarilla, horrorosa, toda desjaretada(1) que tiene como mil años, ¿no?

Yo: Pero mi amor, si tiene apenas unas cuatro posturas…

Ella: No importa, si vienes con eso, no te dejo entrar. (servicio de aduanas) Ah, y trae unos zapatos buenos para caminar, porque las chandas(2) que dejaste la vez pasada, las boté.

Yo: Pero si eran mis preferidos, los más cómodos para caminar…


En fin, la visa, ya se sabe, es un requisito indispensable para que lo reciban a uno los de mejor familia, de manera que humildemente me adhiero a las condiciones impuestas por mi retoño para visitarla, y aspiro a no encontrar en el congelador, cuando llegue a su apartamento (aunque mucho me temo que así será), un recipiente con la “sopita de pollo” que le preparé con cariño en octubre de 2014. 



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(1) desjaretado, en tanto adjetivo, es un hermoso bogotanismo que significa (para el caso de marras) que las costuras y acaso el elástico de la cintura de la pantaloneta han cedido, no ofrecen resistencia, con inminente peligro de escurrirse para vergüenza propia y ajena.

(2) chanda es una cosa vieja y deshecha que sólo merece ser botada, según el criterio de mi retoño.


Comentarios

  1. En mi casa tambien me aplican Visa...! Te entiendo

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    1. No confunda, negrito. Yo también le exigiría a ud. visa para entrar a mi casa, pato. Yo entiendo a ña Claudia, JAJAJAJA. Un abrazote rompehuesos, negrito.

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  2. Espero que todo llegue a buen termino y no te dejen varado en el aeropuesto je je
    Un abrazo viajero y que encuentres a tu hija de buen taleante y apetitoooooooooo
    Cariños

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