Santa Paula, mi barrio. O lo que queda de él
(Cecropia peltata. Un Yarumo como este es lo único que quedó de mi casa en Santa Paula. Foto. www.flickr.com)
PEQUEÑAS NARRACIONES INTRASCENDENTES
El peatón cuenta que…
Salvo mejor cuenta de alguna memoria
menos precaria que la mía, hace cuarenta y cinco años el barrio de Santa Paula
consistía en unas cuantas manzanas construidas entre la calle 108 y la 112, al
oriente de la carrera 15. Lo demás eran lotes urbanizables utilizados
provisionalmente como potreros donde pastaban vacas indolentes, que sólo se
inmutaban al escuchar el pitido del tren del norte que paraba innecesariamente en
la estación de Usaquén, quizá por costumbre o tozudez en el cumplimiento del
itinerario, pues nunca había pasajeros esperando. Salvo nosotros, que le poníamos piedras y
monedas en los rieles, aguardando escondidos tras los árboles a ver que pasaba.
Sin embargo nunca se descarriló el tren, y en cambio si extraviamos muchas
monedas.
El potrero era el universo y la calle el
ágora de nuestros juegos infantiles.
Hoy pasé por
mi barrio y sólo vi manzanas pobladas con edificios abigarrados que le borraron
su fisonomía entrañable. Y, por supuesto,
no vi niños en la calle. Los que había se los llevó el tren de los años,
que, como se sabe, nunca se descarrila, así le pongamos trampas en los rieles y
perdamos nuestras monedas en el intento.
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