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Mostrando entradas de diciembre, 2017

Nada como el porro colombiano (a propósito de la inclusión del término vallenato por la academia de la Lengua)

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Nada como el porro colombiano.... Eso comentaba yo hace unos meses en el “Salón Málaga” de Medellín mientras disfrutaba  con unos amigos una cerveza helada al calor de ese aire musical colombiano que interpretaba, a la sazón, un versátil dúo de teclado y guitarra. Una turista española me interpeló para aclararme, muy convencida ella, que el porro californiano es mucho mejor. Ofendido por la ignorancia atrevida de la muchacha en cuanto a nuestro género musical, le insistí en que el porro (como la cumbia) sólo puede ser colombiano, si bien tiene grandes intérpretes en otros países latinoamericanos. Entonces la españolita se excusó diciéndome que ella se refería a otra cosa. Yo  también me sentí avergonzado por mi defensa tan vehemente del porro equivocado, de modo que le ofrecí disculpas, aduciendo torpemente (peor la disculpa que la culpa) que yo de marihuana sé más bien poco. Pero revisemos el origen de esta confusión tan trivial: el error, creo yo, provino de mi comentari

Peligros de la acera o el riesgo de ser peatón

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Ayer caí en una alcantarilla. Era cuestión de tiempo. “Cosa de esperarse en cualquier momento”, me dijo mi adorada Inés Elvira con ese fatalismo dramático de los que tienen la razón. “Como si te hiciera falta caminar del timbo al tambo teniendo el carro guardado en la casa”, me reprochó remachando el clavo cuando le narré el incidente. De nada valió mostrarle la rodilla raspada, el pantalón de buen paño echado a perder y la dignidad, literalmente, revolcada por el piso. “Bien hecho, para que aprendas a no andar por ahí caminando distraído como un zombi”, sentenció doña Inés sin conmiseración. Digo mal. Si la tuvo después del regaño. Pero resulta que caminar es mi única fuente de inspiración, mi forma particular (y barata) de catarsis. Como sea, lo cierto es que un peatón siempre está expuesto a los riesgos inherentes a su condición pedestre: atraco, alcantarilla abierta, abono orgánico de origen animal, aire contaminado, agua lluvia (¿ácida?), atropellamiento por cuen

No fue hurto agravado, fue un rapto de amor

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Redacción El Espectador, 7 de diciembre de 2017 "En Melbourne, Australia, un sujeto ingresó a un local de venta de juguetes sexuales y raptó a la muñeca avaluada en 4.500 dólares. Las autoridades están en búsqueda del individuo" El mundo está necesitado de amor.   Una verdad de Perogrullo que no tenemos tiempo de asimilar por estar navegando en ese mar espeso e inefable de la virtualidad. Pero cuando apagamos el dispositivo electrónico desaparece como por arte de birlibirloque el grupo de WhatsApp. Y nos quedamos completamente solos, sin amigos, sin un amor que nos comprenda como dice el bolero, es decir, en esa soledad esotérica de la tercera acepción del diccionario RAE: “Pesar   y   melancolía   que   se   siente   por   la   ausencia de   alguien”.   Ya no digamos carentes del cariño paliativo de una mascota, no por falta de disposición sino de espacio, en fin, huérfanos de afecto.  Son muchas las razones para ser un marginado afectivo: ser pobre, feo,

“En los llanos del setenta”, patrimonio inmaterial de la humanidad

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En buena hora Unesco declaró los cantos de vaquería de los llanos de Venezuela y Colombia como patrimonio inmaterial de la humanidad. El galerón llanero, que recoge en hermosos versos las rimas consonantes que terminan con la sílaba “ao” tiene, como afirmaba el maestro Guillermo Abadía Morales, la función de arrullar al ganado mientras es conducido por los vaqueros a través de las extensas llanuras cruzadas  por el Arauca, el Meta y el Orinoco, que no son ríos Venezolanos ni Colombianos sino llaneros. Porque la frontera en esa inmensidad es una convención inexistente.  Es una seguidilla de puntos y rayas en la abstracción de un mapa, innecesaria por demás para los bravos vaqueros que arrean ganado a uno y otro lado sin importar su nacionalidad. Hay un hermoso galerón, de autor desconocido (colombiano o venezolano, lo mismo da) como corresponde consecuentemente con el entorno descrito, que tiene versiones diferentes a lo largo de   la llanura colombo-venezolana.  Se trata del c