Acerca de la obsolescencia programada



En un mundo presa de la interinidad, lo único que nos faltaba era la entelequia de la obsolescencia programada. Hoy resulta que los dueños de la tecnología nos la venden por un tiempo fugaz. Ya no basta con ser cuidadosos con el celular, forrarlo con una carcasa y un vidrio anti rayones que lo protejan de los golpes del destino, en fin, de la ira de Dios o la rapidez de los ladrones. Ahora sucede que los adminículos que nos facilitan la vida diaria vienen de fábrica con su vida útil programada para obligarnos a consumir más, a ensuciar más el mundo con tanta basura tecnológica. Conque un día nos levantamos y ¡pop! el celular no prende, la impresora no imprime, el agua para el café no hierve. Y entonces nos percatamos (con frustración digna de mejor causa) de que no sirvió para nada tanto esmero en el cuidado de las cosas. Su destino ¡qué digo destino! su muerte ya estaba prefigurada por los dioses ubicuos y mezquinos de la tecnología. No es el fin del mundo, no. Es la certeza de que todo en este mundo es caduco, perecedero, provisional.
Pero más allá de la responsabilidad penal y ambiental, ya no digamos ética (¿ética? ja) de estas empresas tecnológicas, el asunto de la obsolescencia programada me pone a pensar en nuestras relaciones personales. ¿Estamos programando a nuestros jóvenes para establecer sólo relaciones temporales con compromisos determinados en un intervalo de tiempo? Desde luego no creo en eso de “estar juntos hasta que la muerte nos separe”, porque entre otras cosas puede constituirse en un incentivo perverso para el uxoricidio o el parricidio, que para el caso lo mismo da. Sin embargo, es mucho más hermoso acometer el camino de la vida en compañía del ser amado, como dice la canción de Héctor Ochoa, sin ninguna certeza de que la cosa va sólo por dos, cinco, diez años años, según se pacte en la cláusula de obsolescencia programada, y dejar más bien la relación en manos del corazón y de la autonomía de nuestros actos y omisiones, qué sé yo, del azar, así el asunto dure  sólo seis meses o hasta que la muerte nos separe.
OTROSÍ.

Se dice que el infierno está lleno de fabricantes de armas y de banqueros. Toca agregar a los dueños de las multinacionales farmacéuticas, a los traficantes de la fe y a los promotores de la tal obsolescencia programada. (Sigue la lista).

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