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Mostrando entradas de abril, 2011

Metamorfosis de los Cines

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(créditos foto: ruinas del teatro San Jorge -vestigios de Art Deco- , carrera 15 con calle 14, Bogotá. Foto de H. Darío Gómez A. ) Donde se habla de la extraña mutación que sufrieron los cines en Bogotá,  y el peatón pela  el cobre  evidenciando  su cursilería  con algunos recuerdos de antaño . En Bogotá llamamos cine al séptimo arte, pero también al lugar donde se exhiben las películas.  Mi abuela Sofía, sin embargo, iba al cinematógrafo. ¡Que hermosa palabra! Ella es en sí misma un poema. Mas si yo dijera hoy: ci-ne-ma-tó-gra-fo, pasaría por anticuado o cursi, que para el caso lo mismo da. Qué le vamos a hacer; aun así me encanta esa palabra. La tengo guardada en una libreta de apuntes  -atada con una cinta elástica- junto a otras que también me gustan. Debo confesar que algunas veces escribo entradas de blog por el simple placer de escribir las palabras que me suenan bonito.  No se me puede culpar por esa inocente banalidad. Otros coleccionan latas de cerve

Los serenateros de la Caracas con 54: ánimas siempre firmes

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“A esa gente le toca muy duro. No acaban de acostarsen , cuando tienen otra vez que levantarsen .” Un vecino. Si la Ciudad de México tiene su Plaza Garibaldi, Bogotá tiene su playa de los serenateros en la Avenida Caracas con calle cincuenta y cuatro. En ese lugar se les ve tomando  el sol o chupando frío con el mismo estoicismo de un soldado de plomo. Mariachis, tríos y parranderos vallenatos permanecen allí dispuestos a servir las veinticuatro horas del día, trescientos sesenta y cinco días al año, tal como reza el eslogan de los cajeros automáticos de los bancos. Y al igual que los banqueros, los serenateros carecen de alma. Pero a diferencia de estos, no es por avaricia sino que la fueron perdiendo entregándola gota a gota, generosamente, en cada canción.   El alma, además de otros usos que le atribuyen  religiosos y moralistas, es para los artistas el insumo  necesario para interpretar con fundamento boleros exquisitos, tangos sensibleros, sórdidas rancheras 

El espectro de mi acreedor

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“he visto bajo el sol que ni es de los veloces la carrera, ni de los valientes el combate, ni de los sabios el pan, ni de los inteligentes la riqueza, ni de los instruidos la estima, porque el tiempo y la mala suerte alcanzan a todos” Eclesiastés (9,11) Hace cinco años resolví no volver a contestar el teléfono de mi casa.  Me cansé de lidiar con un banco que se ha convertido en mi más amoroso seguidor: no ha querido olvidarme. De modo que cada cierto tiempo reanuda sus desapacibles incursiones telefónicas, obstinado en cobrarme una deuda, que, por principio de conducta,  no reconozco.  Soy muy testarudo y me niego a pagar lo que no debo, de suerte que nuestras diferencias están separadas por un abismo insondable. El hecho es que el jueves santo rompí mi regla de oro, y cuando sonó el timbre del teléfono, en lugar de escuchar pacientemente los repiqueteos del aparato hasta su extinción, como acostumbro, me animé a contestar.  Era una muchac

Guía zurda de bogotá XII

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(Plaza de San Victorino, foto de Oscar Edmundo Díaz, www.flickr.com) San Victorino: el ágora del "pueblo soberano" “eche veinte centavos en la ranura, si quiere ver la vida color de rosa.” Raúl González Tuñón Este no es un lugar  para visitar sin prevenciones.  En San Victorino, más que en otras latitudes de Bogotá, se cumple la teoría matemática de las catástrofes de René Thom; es decir, allí es más probable que se produzcan esos pliegues inesperados -como los llama Umberto Eco- en lo cotidiano. Un “ raponazo”  al mejor estilo de “ Pinini  el ladrón elétrico” constituye un claro ejemplo  de esos cambios abruptos e intempestivos que afectan la continuidad  del paisaje. Pero he allí su fuerza vital, su incontrovertible vocación de espacio caótico propicio para las sensaciones.  Ahora bien, para no dejar el ejemplo trunco, aclaro que el tal Pinini   era un ladronzuelo del centro de Medellín -hace más de un rato según refería mi padre-, que  hurtaba a su

Londoño y la Orquesta Filarmónica de Bogotá

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“El infierno está lleno de aficionados a la música” George Bernard Shaw Mi amigo, el maestro Fabio Londoño, es desde hace varios años un destacado músico integrante de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, cuyo talento como arreglista e intérprete de la flauta contribuyó, estoy seguro,  a que dicha institución ganara un Grammy -galardón que nos llena de orgullo a los bogotanos-.  Pero en el salón de clases él era simplemente, Londoño Ramírez Fabio Alberto , un niño magro y tranquilo, con su pupitre ubicado al lado izquierdo de un tal Gómez Ahumada Héctor Darío , muchachito pecoso y desabrido.  De los compañeros del colegio podremos olvidar los nombres, pero nunca sus apellidos, ni su cara, ni su forma de caminar o de agarrar el lápiz.   Londoño era, pues, mi vecino de pupitre en el séptimo grado del Calasanz, cuando el colegio quedaba en el barrio de  “la Castellana”, y donde éramos formados en “ la piedad y las letras” .   No habría en esto nada digno de contar, salvo nuestra afi

Reivindicación de la arruga, defensa de la estría

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A mi me gustan las mujeres de verdad.  Me gustan las "modelos" robustas de curvas generosas que aparecen en “Televentas”, como lucían antes de aplicarse el tratamiento  para eliminar  el exceso de grasa abdominal  o las estrías de las caderas.  Me gustan la arrugas precoces de las damas cincuentonas, y sus “patas de gallo” donde se columbra  el uso intenso de la vida, para bien o para mal -como dice el bolero-  pero uso al fin, ejercido sin avaricia, por demás inútil. Sin embargo,  en criterio de los laboratorios cosméticos Vichy , “la arruga no es bella según ellos” ; y para afirmar tal disparate, se apoyan en el resultado de un estudio poco serio que dieron en bautizar con el embeleco de: “Las arrugas de las mujeres vistas por los hombres”.   ¡A mí que no me incluyan en esa estúpida generalización! Pero la amañada encuesta es aún más temeraria, al concluir que el único defecto que los hombres no perdonamos a las mujeres –salvo a las madres y a las abuelas- so

Discurso con perspectiva y equidad de gener@

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Señoras y señores, señoresas, señoritas, señorotes, señoratrices, señoruelas, señoronas, señoritas, señorones, señoros; Mujeres y mujeros, mujeresas, mujeretrices, mujeras, mujerzuelas, mujercitas, mujeronones, mujerucas, mujerazas, mujercillas, mujerucos, mujercicas, mujerotes, mujerzuelos; Hombres y hombresas, hombretrices, hembras, hombras, hembrotas, hembritas, hombros; Damas y damos, damesas, damotas, damiselas, damatrices, damitas, damazuelas, damozuelos; Niñas y niños, niñesas, niñitas, niñicas, niñatrices, niñotas, niñotes, niñicos; Compañeras y compañeros, compañeresas, compañetrices, compañeritas, compañerotas, compañorones; Caballeros y caballeras, caballeresas, caballeretrices, ¿caballerizas?, caballerías, caballerotes de largas y de cortas cabelleras; Humanas y humanos, humanesas, humanatrices, humanotes, humanazas, humanozuelos, ¿humanoides?; Todas y todos, todesas, todatrices, toditas, todotas, todazas, todotes, todetas: Este es un discurso