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Copetón Copete

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Por: H. Darío Gómez A. Era un gorrión. Pero en el altiplano llamamos “copetón” a los de su laya. Era un gamín, un callejero, arisco, libérrimo, como corresponde a un suspiro emplumado. Y se salvó por un pelo, ¡qué digo un pelo!, por una pluma, de las fauces de una sombra felina que se apareció en el antejardín. Dicen que la vecina del primero lo rescató de una muerte segura. Cojito de un ala, como suele decirse, la dama lo acogió en su seno con ternura. Mas, de nada valió el cariño y el cuidado de unos días, porque los suspiros son inasibles, como el viento. De modo que el copetón voló con sus plumas fracturadas a la libertad de la nada. Pero queda su recuerdo emplumado, como un suspiro en el antejardín.