Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2020

"Vanity Fair" en Usaquén.

Imagen
Tomo prestado el nombre de la famosa revista del corazón, sin ánimo de banalizar el glamour, con la esperanza de no ser demandado por el uso indecoroso de sus derechos de autor. Pero, al fin de cuentas, la vanidad es patrimonio de la humanidad y además está muy de moda en Usaquén. Allí los lujosos restaurantes de autor se han convertido en enormes vitrinas adonde acude la gente chic de Bogotá, no tanto para disfrutar de la buena comida, como para que la vean comer. Sin embargo, tan presuntuosa afectación tiene sus inconvenientes: no siempre sus espectadores son trabajadores honrados, que, de paso hacia los restaurantes populares, tragan saliva al contemplar las viandas que disfrutan los comensales que exhiben sin pudor su riqueza ante la galería.   De golpe sucede algo inesperado que rompe el encanto sensual de la opulencia: un desharrapado sin nada que perder se acerca a la enorme vitrina de la cebichería “La mar”, donde una mujer elegante y hermosa degusta un exquisito carpac

Romance medieval escuchado en Boyacá.

Imagen
Margarita Parra era una contadora de cuentos de Chiquinquirá, en Boyacá, tierra donde todavía se conservan hermosos arcaísmos en el habla popular. Margarita, mujer analfabeta y maravillosa, era dueña de una enorme cultura. De ella no se sabe mucho, salvo por sus cuentos, que fueron rescatados con amoroso cuidado por doña Elisa Mújica, académica de la lengua ya fallecida también, y a mi juicio la mejor escritora colombiana. Nos quedó debi endo doña Elisa un perfil de Margarita Parra, cuya vida campesina fue acaso tan extraordinaria como las narraciones populares que contaba, muchas de ellas provenientes del cuento medieval español de Don Juan Manuel, traído a valor presente prácticamente sin ninguna variación. Transcribo a continuación este bello romance de la princesa: “Un caballero requirió amores A la princesa Ana María; La doncella desque lo oyera Díjole con osadía: Tate, tate caballero, No hagáis tal villanía; Hija soy de un malato(*) Y de una mal

Reivindicación de la cursilería y la ternura.

Imagen
La ternura y aun la cursilería nos rescatan muchas veces de la desesperación que produce la realidad, siempre grave y trascendente. Por eso reivindico ambas. Es más, como decía sabiamente Rodrigo Peláez, mi entrañable pariente y amigo: "El que no ha sido cursi en la vida, es porque nunca ha amado" Y para la muestra tres botones que cosí ahora años:  LA ARITMÉTICA ES SIMPLE (1.983) En tu cuaderno de matemáticas uno mas uno éramos los dos, y la división de tus onces no tenía residuo. La aritmética es simple, me dijiste un día. Hoy sólo nos resta el recuerdo. S.O.S (1984) Como era un náufrago alejado de tus trenzas, durante el recreo puse mi S.O.S. de amor dentro de una botella de Coca-cola y la tiré al fondo de tu pupitre. Cuando la encontraste, vi tu cara de sorpresa y la felicidad con que corriste a la tienda del colegio para cobrar el depósito. Nunca leíste el mensaje, sin embargo yo me quedé esperando tu rescate. ASTRONAUTAS (1.985)

En algún momento habrá que pagar.

Imagen
  Sierra Nevada del Cocuy (Boy.) Foto de H. Darío Gómez A. El confinamiento obligatorio de este tiempo extraño nos ha permitido valorar los oficios cotidianos. Las horas se nos van en ejecutar labores para satisfacer las necesidades físicas más elementales. Pelar cebollas y picar unos ajos para hacer el arroz, por ejemplo, nos puede llevar media mañana, como quiera que son tareas que requieren tanta habilidad y concentración como la redacción de un memorando estratégico en la oficina. Sin embargo , por la desviación del oficio somos capaces de sacar los costos del picadillo en cuestión, en términos del precio de cada hora invertida en esa labor por un profesional bien cotizado. La productividad ante todo. Sea como fuere, lo cierto es que los oficios diarios de la casa nos permiten pensar en la vida, hacer balances y programar el pago de las deudas aplazadas, ya no digamos los servicios públicos y la tarjeta de crédito que el banco, siempre mezquino, nos r

Jueves tedioso.

Imagen
Ruinas de la Estación del Tre n de Puente Nacional. Foto de H. Darío Gómez A. 7 de mayo de 2020 A los privilegiados que no tenemos que jugar a la ruleta binaria del hambre o la peste nos queda, en todo caso, el riesgo de morir de tedio. Nos vamos gastando contra la ropa, como prefiguraba el poeta Castro Saavedra, pero también nos vamos gastando por el tedio. Y empezamos a morir de una manera inusual, es decir, velando los relojes de la casa y viendo ponerse mustio el almanaque. Entramos con los ojos abiertos al limbo que imaginó Dante para los inocentes que guardan la ilusión pero se saben sin esperanza. Gastamos inútilmente los días que nos quedan en la billetera en mirar la televisión, chatear, leer libros y periódicos, en combatir el insomnio y dormir a deshoras. Nos gastamos de esperar, de jugar con el perro o el gato, de enviar memes y chistes flojos, de ver al maestro en el computador, de pensar, de arrepentirnos, de escuchar la alocución presidencial, del

Lírica en remojo.

Imagen
Revisando mis papeles encontré el siguiente texto escrito hace unos 35 años: “A la hora del almuerzo los oficinistas escriben poemas de amor que dejan olvidados en el bolsillo de la camisa. Y luego, cuando lavan sus chiros en el baño del cuartito de alquiler, ahogan sin querer su tierna lírica entre el platón de la ropa en remojo”.