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Mostrando entradas de mayo, 2019

Tiempo de morir, un verdadero western.

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(Foto de www.proimagenescolombia.com) "Por más caro que sea un hombre, no puede costar más que eso" Juan Sáyago refiriéndose a los dieciocho años de cárcel que pagó – “uno detrás de otro” -  por la muerte, en un duelo, del padre de los hermanos Moscote. Aceptar públicamente que adoro los filmes de vaqueros y que, en cambio, la gran obra de García Márquez (salvo sus reportajes, algunos cuentos y todos sus guiones) no me trasnocha, resulta políticamente incorrecto en esta, mi patria boba, donde la unanimidad en ciertos temas es endémica. Superada esa circunstancia tan banal, debo manifestar con la misma contundencia, mi gusto por la película "Tiempo de morir". Quizá por eso, por tratarse de pistoleros, el guión de la película en cuestión, escrito por nuestro Nobel de literatura y aderezado de manera estupenda con diálogos de Carlos Fuentes, me encanta. La historia de García Márquez tiene todas las trazas de un western. Los puristas del

Buzón de correspondencia devuelta

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Hay cartas que nunca  se escribieron,  cartas que nunca se enviaron y cartas que nunca llegaron. Hay asimismo cartas que nunca se leyeron, cartas ficticias con motivaciones reales y cartas reales con motivaciones ficticias, epístolas, en fin, que regresaron, después de un periplo por la  imaginación afiebrada del peatón, al buzón de correspondencia devuelta. ( Foto de Mumuop, www.flickr.com)  Por H. Darío Gómez A. “La experiencia de muchos años en la crónica de éste género me dice que el lunes es el día del suicidio.”  Felipe González Toledo Esta carta fue encontrada en el bolsillo  del uniforme camuflado de un  soldado  mutilado, que, estando en terapia de rehabilitación y sin mediar aviso, intentó pegarse un tiro. “Mi teniente Soler: Ayer en el circo supe que la amaba.  Disculpe que sea tan directo, pero usted es mujer antes que oficial. En otras circunstancias no me habría atrevido a escribirle estas letras, y menos aún a decírselas, no tanto por

Florecita del campo

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(Flores silvestres en la finca Versalles, Saboyá, Boyacá. Foto de H. Darío Gómez A.) El peatón cuenta que…… Flor Burgos, con cédula de ciudadanía número 5.678.876 de Macaravita, Santander, por buen mote  “Florecita del campo” - como la llamábamos con simpatía-, tenía dos cargos en el despacho: uno, el oficial, como operaria de cafetería y aseo; el otro, subrepticio, hacernos  mandados a los funcionarios. A cambio de una congrua propina, Florecita compraba esmaltes a las muchachas, cobraba cheques endosados, pagaba servicios públicos, recibía encomiendas con autorización escrita y nos traía empanadas con ají. Quizá por su origen bucólico se amañaba más a la intemperie, bajo el rigor de los elementos, que al interior de una desapacible oficina gubernativa y abogadil. Era feliz en la calle, al aire libre y contaminado de la ciudad, pero abierto a fin de cuentas. Un día la jefe de personal le informó que a partir de la fecha le quedaba terminantemente prohibido

Vida, pasión y muerte de un ponqué Ramo

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Pocos maridajes tan afortunados en la vida como el ponqué  Ramo  con leche. Si acaso se le acercan -y muy de lejos- la mogolla chicharrona con  Pony malta  o el buñuelo con kumis. Quizá sean los recuerdos de la infancia que idealizan ciertas golosinas, pero lo cierto es que no cambiaría, pongamos por caso, un roscón caliente con gaseosa en la puerta de una panadería por un filete de congrio a las finas hierbas con vino blanco en  La mar.   ¡Ah!, pero el ponqué Ramo con leche… En fin, debo confesar que tengo gustos que resultan harto extraños a mi edad. Los viernes por la noche me gusta llegar a la casa, enfundarme en la cama para releer mi colección de cuentos de Tintín, provisto de un vaso de leche y un ponqué  Ramo .   No me canso de admirar los    dibujos perfectos de  Hergé   donde el nivel de detalle de los objetos, sobre todo de los automóviles, es alucinante. ¿Qué me dicen del Buick Super 1.949 rojo conducido por el Doctor Müller -el malo- en  Tintín en el país d

Optimismo

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De cara a la defensa de la JEP, ratifico mi optimismo.  (créditos foto: el peatón H. Darío Gómez A. en la Sierra Nevada del Cocuy, Boyacá, Colombia. Foto de Francisco Hernández) Por H. Darío Gómez A. Nadie se llame a engaño: “no hay almuerzo gratis” según los economistas neoliberales, y “el hombre es un lobo para el hombre” sentenció Hobbes hace más de un rato. Pareciera que hoy solo están vigentes las leyes del utilitarismo, pero lo importante no es la ley sino sus herméticas excepciones, sus exiguas confirmaciones que son como pequeñas gotas de esperanza. Ocurren a veces incidentes generosos que no corresponden al azar ni a la gazmoña caridad del poderoso, de modo que uno se reconcilia con la raza humana. Todavía hay gente que extiende su mano generosa al condenado y quien escucha con interés (no bancario, desde luego) al que le negaron el crédito de sus palabras. Uno se conmueve con los proyectos para colorear los mapas del despojo, no con la sangre de sus hijos,