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Mostrando entradas de diciembre, 2011

La esperanza de todos los días

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Mi condición de librepensador no me impide conjeturar que Dios, en su infinita bondad, y consciente de nuestra triste condición de mortales, nos envía ángeles de esperanza todos los días. En cualquier caso, no los concibo como los íconos de la imaginería católica. No los veo enfundados en trajes de batalla y armados con espadas vengadoras como los representa, pongamos por caso, Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, nuestro artista barroco de la colonia, en sus pinturas; o con trompetas apocalípticas que claman justicia y anuncian el fin de los tiempos. Tampoco me los figuro volando asexuados por los cuatro puntos cardinales del planeta, o haciendo guardia con sus ejércitos de arcángeles, principados, potestades, virtudes y dominaciones. No. Los ángeles a que me refiero son los niños y las niñas –y me perdonarán el símil tan manido- que pueblan nuestra tierra “agobiada y doliente”. No en vano la esperanza cristiana está representada en la inocencia de un infante. Porqu

En la costa dispensan la alegría al granel y sin fórmula médica

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El peatón cuenta que… En la costa dispensan la alegría a granel y sin fórmula médica. Y no me refiero al PROZAC que recetan los psiquiatras a los melancólicos que han extraviado en alguna gaveta de su cerebro el expediente que contiene el sentido de la existencia. No. Hago referencia a una bola de millo aglutinada con panela derretida (melaza) y aderezo de coco, golosina exquisita que preparan las hermosas palenqueras del caribe colombiano para comerciar en los parques, calles y playas de sus ciudades adoptivas. Pero es sabido por el Eclesiastés que “la alegría no es una sola”. De suerte que ellas venden “Alegrías” –en plural y con mayúscula- que acomodan con pericia de malabarista en una enorme batea que viaja, ingrávida, sobre sus cabezas cadenciosas. Tuvo que ser un poeta, un genio de la publicidad vernácula quien bautizó con un nombre tan feliz estas delicias que no requieren propaganda costosa. Su nombre es -en sí mismo- un estado del alma que garantiza la calidad de

La ciencia de contar la ciencia

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(Foto de Alejandro Gómez B.) Bien se sabe por los textos de astronomía que eso que llamamos  tierra es una pelota medio desinflada en los polos que gira alrededor del sol a una distancia media de ciento cincuenta millones de kilómetros y que alrededor  suyo gira, a su vez, un pequeño satélite, la luna,  a la que los perros ladran con tozudez digna de mejor causa creyendo –los pobres- que es un enorme queso gruyere  suspendido en el cosmos a una distancia media de trescientos setenta y cinco mil kilómetros. Todo eso está muy bien cuando se tiene el libro de geografía abierto. Pero cuando toca recitar la lección en el tablero, un sujeto desmemoriado como yo, empieza a padecer erisipela, transpira profusamente y no acierta sino a emitir sonidos inarticulados parecidos a los de una oca. Así, entre mi gusto por la geografía y el terror por la picota pública transcurría mi clase con el profesor Lizcano, en el  colegio Calasanz, hasta que  el maestro Próspero Pinedo –a quien

Pequeñas narraciones intrascendentes XXI

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LA ALMOJABANERA ¿Quién es esa mujer que repite cada día  el milagro de la multiplicación de los panes en una ínfima fracción del planeta? Es Lola, la almojabanera , por buen nombre Dolores. Y a pesar de su gracia, el espíritu más alegre de toda la galería. Con sus manos regordetas y tostadas, como almojábanas recién horneadas, acomoda en la precaria vitrina su mercancía.  Mientras me sirve un vaso de avena helada se le escapa un rizo cimarrón de la cofia. Ella se apresura a retirar de su frente el pelo montaraz con los nudillos de la otra mano y me obsequia, de ñapa,  una sonrisa. La mujer, guapa, robusta y entrada en sazón, habla duro y madrea con ganas a los patanes de la plaza de mercado que la llaman solterona. Se pelea a gritos con la marchanta del líchigo por unos centímetros cuadrados de espacio, y con la muchacha de las flores por unos cuantos piropos manidos. Todo en ella es excesivo, hasta la belleza.  Lola ha de tener en su cuartito de pensión

Pequeñas narraciones intrascendentes XX

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ARREBOL TAURINO Son las cinco en punto de la tarde. La Plaza de Toros de Santamaría tiene aforo completo. Un torero arremete con su espada contra el astado que bufa iracundo, como presintiendo el final del juego. Salta entonces un chisguete carmesí que se mimetiza en la arena, mientras el animal, ebrio de muerte, comienza a dar tumbos. Una hermosa mujer del palco de sombra, toda vestida de grana, vocifera a rabiar: ¡Qué estocada tan preciosa, mataor!. Y cae pesadamente el valiente miura, haciendo retumbar la tarde bogotana. A eso es a lo que deben llamar: "estética de la muerte". (Créditos foto: www.morguefile.com, Jetolla)

Usos insólitos del Almanaque del Granjero

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Quizá la fascinación que ejerce sobre  sus lectores el Almanaque del Granjero de Cuellar Editores se deba a la nota preliminar que, al rompe, en la primera página y con caracteres destacados en cursiva advierte a los destinatarios acerca del contenido y la variedad de usos, algunos insólitos, que se le pueden dar a esta entrañable publicación periódica. Dicho de otra manera, el almanaque en cuestión nos presenta de entrada un manifiesto sobre su utilidad indiscutible. Estamos acostumbrados a los almanaques temporales que, como el de la muchacha de los cigarrillos Pielroja, va perdiendo sus pétalos a lo largo de un perenne otoño anual, hasta que el día 31 de diciembre es menester echar a la candela su cuerpo famélico.  Pero el Almanaque del Granjero es diferente. Está hecho para durar toda la vida, como su pariente bicentenario que lo inspiró , “The Old Farmer`s Almanac” de Yankee Publishing Inc. Y hablando de bicentenarios, ahora caigo en la cuenta de que nuestro almana