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Mostrando entradas de abril, 2013

Lamento del bronce

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Durante el verano el sol recalentará tus broncíneas entrañas sin la esperanza  de un amigo copudo y sombrío que mitigue tu incendio interior. Querrás gritar  por un sorbo de agua pero tu boca metálica no podrá musitar la súplica. Colúmbidos impenitentes dejarán sus ofrendas húmedas sobre las cuencas vacías de tus ojos, chorreará su materia esotérica sobre el rictus grave y trascendente de tu dignidad  de prócer. Al llegar el invierno la lluvia  no aplacará tu sed, pues el agua resbalará por tu rostro sin quedarse, sin que puedas sacar la lengua para atrapar unas gotas de vida. Y tendrás que soportar durante las gélidas noches las evacuaciones corporales de los vagos. Tullido por el frío  no podrás hacerles el quite. Los grafitos envilecerán la piedra que sostiene tu rancio abolengo, y treparán abyectos roedores hasta tus barbas profusas que serán escenario de sus acrobacias inverosímiles. ¡Cruel tormento para quien  quiso inmortalizarse con beneméritas obras!

A mí me gustan las mujeres de verdad

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(Mi madre entre un par de amigas, ahora años. Foto familiar) Hace un par de años un reconocido laboratorio cosmético (¡siempre los laboratorios!) se inventó una encuesta para hacerle creer a las mujeres que a los hombres nos disgustan sus arrugas. Ante semejante despropósito, escribí un post que bauticé “Reivindicación de la arruga, defensa de la estría”. No obstante, acaeció que una amiga venezolana (hermosa, tal las mujeres que se crían silvestres en ese entrañable país) me hizo una confesión perturbadora, como quiera que el espejito de mano que siempre lleva en la cartera, indiscreto como el de la madrastra del cuento, le reveló sus primeras arrugas. -“Mi contextura robusta...... vaya y pase, he aprendido a sobrellevarla; pero arrugas...... ¡qué horror!” - enfatizó compungida en su correo electrónico. De   suerte que consideré pertinente desempolvar el escrito en cuestión para ponerle de presente el encanto boticelliano de las mujeres rollizas, así como la dignidad de esa

"Eppur si muove"

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(Foto de H. Darío Gómez A.) "Y sin embargo se mueve" , afirmó Galilei ante el tribunal de la santa Inquisición con ocasión de su abjuración de la visión heliocéntrica del mundo. Y sin embargo la vieja es peor que el tuerto,  podría afirmar asimismo Mujica ante la prensa internacional con ocasión de sus disculpas públicas por decir lo que todos sabemos.

Transmilenio a las 6 p.m.

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 (Foto de H. Darío Gómez A.) La avenida Caracas es la arteria por donde fluyen los glóbulos rojos de Bogotá. Aquí llamamos Transmilenio al sistema de buses colorados que transportan gran parte de las células que dan vida a la ciudad. Y cuando hay mucha suerte, uno puede viajar sentado. Afuera huye la luz y el frío se apodera de la tarde. Desde mi silla zurda, pegado a la ventana, veo como se aleja la ciudad: pasa el barrio Santa Fe con su endémica lascivia; pasa Teusaquillo, desdibujado, con sus casas elegantes venidas a menos como sus dueños vergonzantes; pasa Chapinero, libérrimo, con sus compra-ventas noctámbulas y sus parrandas alternativas; pasa, en fin, la ciudad imperturbable. Y frente a mí está ella: secretaria, digitadora (ya no hay mecanógrafas, menos aún estenógrafas) o quizás auxiliar contable de la academia “Paciolo ”, supongo por su traje algo formal para su belleza juvenil. Sus manos impecables sostienen un paraguas florido como su perfume de mujer

El palacio de Versalles

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(Finca "Versalles", Saboyá, Boyacá, Colombia. Fotos de Davi d Nieves) “Versalles”: así   reza la escritura pública de la notaría única de Saboyá al referirse a un predio rural de unas cuantas fanegadas, ubicado en la vereda de la Lajita (no precisamente en la campiña francesa, en la región alpina de Ródano ,   como lo sugiere el nombre del municipio boyacense al que pertenece), que adquirimos hace más de quince años doña Inés del alma mía y el suscrito, en común y proindiviso, con el único fin de legar a nuestros hijos un pedazo de planeta plantado con robles y alisos. Pero sucede que el nombre determina la cosa (al menos eso afirman algunos metafísicos),   de suerte que un fundo denominado “Versalles” debía tener, además de espléndidos jardines (que los tiene y muy naturales), un digno palacio para solaz de la reina, una princesa   y dos príncipes. El caso es que yo de Luis XIV tengo poco, menos aún su fortuna, conque doña Inés se propuso a fuer