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Mostrando entradas de julio, 2016

Para visitar a mi hija se requieren dos visas.

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(En el tren de seis. Foto de Angela Gómez) El amable lector que se acerca a este blog, más por solidaridad generacional que por gusto, es decir, para contribuir a que mi autoestima no se baje más ante la falta de “likes” en el Facebook (hay estudios que demuestran una clara relación de causalidad entre la depresión y la falta de likes), habrá notado que la mayor parte de las publicaciones que hago se refieren a viajes, generalmente hechos a pie, habida consideración de la escasez de recursos para realizarlos por otros medios de locomoción. Pero a veces realizo algunos periplos trasatlánticos para visitar a mi hija que es la luz de mis ojos, lo cual requiere algo más que buena voluntad, disposición física y unos buenos zapatos para caminar. Me refiero a las visas. Sería interesante saber cuáles son los verdaderos criterios de las autoridades de inmigración de un país para otorgar o negar el permiso de entrada a su territorio. Evidentemente nadie es tan estúpido como para acep

Misa de seis p.m. en La Candelaria (de pequeñas narraciones intrascendentes)

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(Iglesia de La Candelaria, Bogotá. Foto de www.bogotatravelguide.com) El Peatón cuenta que… Aunque no soy un hombre religioso, me atrae el ambiente conventual de las iglesias, tan propicio para la reflexión en medio de la demencia colectiva de la ciudad. Consecuente con lo anterior, ayer entré a la Iglesia de la Candelaria (serían las cinco y cincuenta de la tarde) atraído por los cantos gregorianos que provenían de su interior. Era la música de fondo que ponen los padres Agustinos Recoletos Descalzos para que los feligreses y los turistas, cómo no, puedan apreciar mejor y en un contexto, digamos religioso, las obras de arte colonial que adornan el templo. Me senté en una de las primeras bancas para admirar el espíritu barroco plasmado en las tallas de madera y en los frescos del techo, recién restaurados, cuando el vigilante, un muchacho peluqueado al estilo militar y con uniforme de gala, me interrumpió amablemente para pedirme el favor de hacer la primera lectura en

La experiencia que hace verdaderos sabios

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(Humedal de la Conejera, Bogotá, D.C., Foto de H. Darío Gómez A) Comparto con ustedes dos poemas que considero paralelos, aunque escritos en hemisferios diferentes. Sus autores son dos poetas contemporáneos entre sí, que tienen en común la facultad de hallar en los seres aparentemente insignificantes y en las cosas pequeñas, la grandeza del universo: Atahualpa Yupanqui y Harry Martinson, argentino y sueco respectivamente. Ambos poemas son, a mi juicio, el epítome de la sabiduría que regalan los años sólo a los hombres inteligentes. Juzguen ustedes el paralelo. Los ejes de mi carreta , (A. Yupanqui) "Porque no engraso los ejes Me llaman abandona'o ... Si a mi me gusta que suenen, ¿Pa qué los quiero engrasaos ? E demasiado aburrido seguir y seguir la huella, demasiado largo el camino sin nada que me entretenga. No necesito silencio. Yo no tengo en qué pensar. Tenía, pero hace tiempo, ahura ya no pienso mas. Los ejes de mi carreta nunca los voy