Toca indignarse para no morir de sed
(Humedal "La Conejera", Bogotá, foto de H. Darío Gómez A.) De la basura de un lujoso restaurante de la Zona G -a manera de despensa sucedánea-, un desharrapado rescata una botella de agua “Evian” . La levanta con desconfianza, la destapa, analiza su contenido con escrúpulo de bacteriólogo, aprueba con desgano el contenido misterioso y procede a escurrir en su boca las últimas gotas del líquido vital importado directamente de Francia. No muy lejos de allí, al nor-occidente, en la localidad de Suba, un niño se sumerge en las aguas fétidas de la laguna de “Juan Amarillo” para rescatar su balón de fútbol, como lo hicieran siglos atrás sus ancestros Muiscas en el lago sagrado de Tibabuyes para mayor gloria de sus almas. Y más al sur, donde se encañona el Bacatá, escabulléndose entre los bordes quebrados de la sabana en busca del río madre , los herederos de Bochica contemplamos impotentes la esmirriada cloaca del Salto del Tequendama : el río Bogotá. De...