Apósito de ternura

(Créditos foto: Escultura madre e hijo. www.morguefile.com) Tenemos a veces la sensación de que el mundo está por desmoronarse, y que sólo hace falta una gota para que se reviente la represa que contiene todos los males que nos agobian. Eso pasa los lunes a las seis de la tarde mientras aguardamos estoicamente -bajo una lluvia pertinaz- el autobus que nunca pasa. En ese instante no queda más que abandonarnos a la inútil espera y rumiar en silencio nuestra mala leche pasada por agua. No es tanto la lluvia sino la impresión metafísica de impotencia y desamparo ante la adversidad lo que nos corroe el alma. De pronto aparece una muchacha con su pequeño hijo cargado en un canguro, y se acomoda en la banca de la parada. Los esperadores -mojados hasta el tuétano- la contemplamos con ternura, al tiempo que le abrimos campo a su encantadora presencia. ¿Es acaso María Auxiliadora con el niño Jesús coronado en sus brazos la que viene a socorrernos? No. Es simplemente una ...