Optimismo

De cara a la firma de la paz, ratifico mi optimismo. Nadie se llame a engaño: “no hay almuerzo gratis” (como aseguran los economistas neoliberales), y el hombre es lobo del hombre, si se quiere, como reza el necio precepto. Pero lo importante no es la ley sino sus herméticas excepciones, sus exiguas confirmaciones reducidas a pequeñas gotas de esperanza por el autoclave manchesteriano. Ocurren a veces incidentes generosos que no corresponden al azar, ni a la gazmoña caridad del poderoso, y he aquí que uno se reconcilia con la raza de los bípedos "pensantes" cuando presencia una mano extendida al condenado o cuando escucha la voz prestada sin interés a quien le negaron el crédito de sus palabras. Uno se conmueve, qué sé yo, con los proyectos para colorear los mapas del despojo, no con la hemoglobina de sus hijos, sino con pinturas de maíz y secreciones nutritivas de ganado manso para mitigar su angustia invete...