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Mostrando entradas de marzo, 2012

Domingo de resurección...... del teatro

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(Detalle de la fachada del Teatro Nacional de Panamá. Foto de H. Darío Gómez A.) A PROPÓSITO DE LA SEMANA SANTA, TEATRERA, IBEROAMERICANA Y ALTERNATIVA EN BOGOTÁ I Un hombrecillo con la cara percudida entra en escena por la esquina sur occidental de la plaza de Bolivar blandiendo un botellón de plástico, cuyo contenido es tan desconocido como el color de sus harapos. Se detiene de golpe a mirar unas muchachas con pelucas rojas y nariz de tomate que promocionan el Festival Iberoamericano de Teatro. En seguida suelta una carcajada estruendosa: - “Salieron a rezar los payasos de Mc. Donald´s” , -grita, y se pone a bailar alrededor de las modelitos haciendo ademanes, como de bendiciones, ante sus miradas atónitas. Las muchachas corren aterradas a refugiarse detrás de unos policías que las reciben con sonrisas socarronas. Es un actor natural de la ciudad defendiendo su espacio vital. II A las once en punto de la mañana sale de la Catedral, cargado en hombros, Jesús resucitado

Pequeñas narraciones intrascendentes XXII

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  EL GUARDABARRERA DE LA 163   Realmente no se puede decir que en la sabana de Bogotá hay tren.  La flota en operación consiste en dos locomotoras a vapor y un autoferro que arrastra los vagones inefables del Turistren que viaja hasta Zipaquirá. También hay una locomotora diesel al servicio del tren de carga de las Acerías Paz del Río, en Boyacá.  El primero, esto es, el tren turístico, mantiene itinerarios regulares durante los fines de semana, pero el de carga parece un fantasma que se desliza como un condenado impredecible entre las brumas de la madrugada sabanera. Lo demás es nostalgia.     Pero a decir verdad, da mucha rabia que nuestra clase política, roñosa y burocrática, haya abandonado un medio de transporte tan eficiente sólo para favorecer los intereses de sus socios, los transportadores por carretera.  Volveremos algún día sobre esto. Lo cierto es que así sean cuatro "cafeteras" que ruedan de vez en cuando sobre los rieles oxidados del ferroca

Soneto de la mujer que mira un buque zarpar

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(Puerto de Cartagena, Colombia. Foto de OmarD, www.flickr.com) (Por H. Darío Gómez A.) Eterno viajero de cabotaje Atracaste a salvo en mi ensenada, Tu buque ancló pacífico en la rada Merced a mi abrigo del bravo oleaje. No estaba yo para extraviar tu viaje, Ni aun  para dilatar tu partida, Pero me empeñé en orientar tu vida Hacia los confines de mi paraje. Mas, tu destino estaba en otro puerto Y con fácil billete de regreso Dejaste al partir mi corazón yerto. ¡Oh dulce melancolía de tu ausencia! Dolor por saber tu recuerdo muerto. ¡El olvido es de la soledad esencia!

MUJER CON MAYÚSCULA

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8 de marzo Mujer: Dadora de vida que no se agota en el alumbramiento de la esperanza, sino que sigue dando vida toda la vida, y amor, y belleza, y sabiduría, y ciencia, y rebeldía, y valor, y sentido... Mujer: Acaso la razón más valedera para levantarse todos los días a enfrentar con entereza el absurdo. Gracias, mujer. (Créditos foto: Una de las razones de mi vida. Foto de H. Darío Gómez A.)

Pregón del peatón

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  Conviene que todos sepan, señoras y señores, lo que piensa el peatón: Los sujetos que van en coche, como otrora los de a caballo, llevan candorosamente su estatus a cuestas como el cangrejo ermitaño arrastra en la arena su vivienda de nácar. Y cargan su pesado bulto de aquí para allá, y de allá para acá, ¡ay, hombe! , pero ellos creen que no hacen sino rodar. Llevan pegada la cuota del carro como una piel de lagarto, insensible al placer de caminar. Vienen contaminados con la malasangre del atasco y la peste del semáforo, pero aún así exhiben con orgullo una bata de doctor que abraza la silla, o el casco de ingeniero que protege la retaguardia del automotor. Aman con ternura su posesión, aunque condenen sus huesos al duro catre, más eso no importa, pues los entresijos del sueño no se ven. Y encomiendan su estatus a la calcomanía del rosario de María santísima o al signo del pez, según convenga al modelo del auto o de la confesión. Pero no le perdo

Gracias muchachos, gracias profe Pékerman

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Se encendió la llama de la esperanza Yo no sé de fútbol, así como tampoco sé de vinos. Mas, ¿quién dijo que para disfrutarlos había que ser técnico abstruso o enólogo pedante? Aclarado lo anterior, paso a reiterarle mi amor a la selección Colombia. Y a opinar de fútbol así sea sin fundamento. No sé si logremos clasificar al mundial de Brasil 2014 , qué más da. Pero los hinchas vernáculos -a costa de sueños fallidos- hemos desarrollado una fidelidad, digamos estoica, que va más allá de los resultados y los galardones. Hablo, por supuesto, de la afición de corazón puro, la que se congrega religiosamente a predicar el evangelio de la esfera pecosa, pongamos por caso, en el barrio Pescaíto de Santa Marta o en el Olaya en Bogotá, para citar sólo un par de ejemplos. De modo que disfrutamos a rabiar con los destellos de buen fútbol que con alguna frecuencia nos regala el equipo nacional, al que adoramos con amor de madre, es decir, no porque sea bueno sino porque es nacido d