Bulevar Niza cambió sus gratas terrazas por más locales comerciales


(Créditos foto: Sites.google.com)

Salvo Unicentro, en los años ochentas del siglo pasado no había en Bogotá centros comerciales dignos de consideración. Pero en 1989 se inauguró Bulevar Niza, un novedoso edificio al noroccidente de la ciudad, ubicado en el cruce de la Avenida Suba con la calle 127.

Su diseñador, el arquitecto Germán Samper, le imprimió un estilo particular como de  buque futurista, con un enorme domo circular al centro y unas singulares estructuras metálicas de ventilación en sus extremos, parecidas a los manguerotes de las escotillas náuticas.  Bulevar Niza es un centro comercial generoso en espacios de circulación y luz cenital para deleite de sus visitantes. En el tercer nivel hay una superestructura concebida principalmente para los restaurantes, que simula, a mi juicio, el castillo de proa del barco (y he aquí lo más encantador), donde se extienden varias terrazas, como las cubiertas generosas de un buque anclado a los pies del cerro de Suba, orientadas hacia sus cuatro costados.

Las terrazas con vista al occidente de la ciudad (y aquí debo hablar en pasado) eran la delicia de muchos visitantes, que, como el suscrito en compañía de sus hijos pequeños, disfrutaban el paisaje de los cerros de Suba con sus casitas estilo suizo enmarcadas por los arreboles del atardecer sabatino.  Y allí podíamos durar una hora degustando los helados, manjares y golosinas que venden en el tercer nivel, abanicados dulcemente por el aire libre. Era una dicha pequeña para esa generación urbana de niños nacidos en las postrimerías del siglo XX, que sólo contaba con los centros comerciales como punto de encuentro y esparcimiento. Un balcón amigable para la contemplación del ocaso en medio de la ciudad aturdida.

Pero con la ampliación del centro comercial iniciada en 2013, clausuraron las terrazas.  La gula comercial y el ánimo de lucro desmedido de los copropietarios y administradores de Bulevar Niza pudieron más que la conservación de espacios amables para sus propios clientes. Decidieron "tugurizar" (si se admite el término) el tercer nivel construyendo nuevos locales en las (otrora encantadoras) terrazas para ampliar sus ingresos a costa de la comodidad de los compradores. Se nota la mezquindad en los espacios atiborrados de mesas, donde los clientes no se demoran más de cinco minutos consumiendo, a la carrera y sin gozo, los alimentos comprados.

Quizá una forma poco ortodoxa pero efectiva de tomarle la temperatura a la salud mental de la gente sería analizar la manera como disfruta el tiempo libre.  Así por ejemplo, en el tercer nivel del centro comercial Bulevar Niza, uno puede ver a los clientes de sus restaurantes comer con una disposición entre frenética y ausente, acaso asfixiados por la ausencia del aire libre. ¿Tanto trabajar durante la semana para eso? En fin, cada cual disfruta su fin de semana como puede, o como quiere.

Mas, es lo cierto que extraño esos sábados por la tarde asomado con mis hijos al balcón del centro comercial de marras. Hacen falta las terrazas en el centro comercial Bulevar Niza, y en la vida, cómo no. Es importante asomarse de vez en cuando al balcón del alma para tomar el aire fresco de la mañana o aún la brisa melancólica del atardecer, para no condenarnos de antemano a la confinación perpetua.

Que lástima en todo caso!


Comentarios

  1. ¡Que edificio más bonito y que agradable como era antes de la transformación antes de 2013 que nos cuentas con tanta nostalgía.!
    Estoy de acuerdo contigo en la importancia de preservar espacios con encanto, contra esa fiebre comercial que lo destruye todo.
    Aquí en Coruña nos pasó algo parecido en el puerto, cargándose las vistas al mar con un edificio horrendo (ni siquiera es bonito), donde nadie puede asomarse en ningún sitio para ver los barcos, etc. Fue un afán de negocio y ahora no tiene ningún éxito. Yo en parte me alegro del fracaso, pero no escarmientan y siguen machacando la ciudad con las obras de los últimos años!. ¡No dan una!
    Te entiendo bien. Un abrazo.

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    1. Ciertamente, querida Chela, algunos mercachifles no tienen memoria urbana. Lamentable.

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  2. Una pena además que le hayan dado el premio Atila al centro comercial más feo de Latinoamérica! Me gustaría hablar con el creador del premio, y preguntarle si el premio lo dio por cuestiones de disonancia estilística entre centro comercial/resto de la zona o porque realmente tiene pobre calidad arquitectónica ( en mi opinión esta última es la menos posible). En todo caso, a mi parecer es uno de los mejores centros comerciales de Bogotá en términos de diseño, en especial el interior.

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