Un mexicano colombiano le halla parcialmente la razón a Donald Trump
(Cantinflas bailando la canción colombiana "María Cristina")
"México (…) está enviando a gente con un montón de
problemas (...). Están trayendo drogas, el crimen, a los
violadores (…)” Donald Trump
“No esperes sino veneno en las aguas
estancadas” William Blake. La cita, es claro, se aplica a Trump.
Con su ignorancia supina, el inefable
magnate del espectáculo asume que todos los americanos desde el río Bravo hacia abajo, pasando por el Caribe y su rosario de islas, hasta las
gélidas tierras australes, somos
mexicanos. Por su parte, Eugenio Derbez (el comediante mexicano) respondiendo en
un acto público llevado a cabo en los Estados Unidos a los señalamientos de Donald Trump, afirmó con su
humor característico, que el tristemente célebre millonario “piensa que cada latino en este país es mexicano. Él (Trump) cree que hay diferentes clases de
mexicanos. Los mexicanos colombianos, mexicanos puertorriqueños, mexicanos
dominicanos (…)” Y aunque parezca un
chiste, quizás Trump tenga razón en su percepción de que todos los
latinoamericanos somos mexicanos. México es, en efecto, nuestro
indiscutible referente cultural. Su música, su literatura, su extraordinaria
industria cinematográfica, su gastronomía, sus mariachis (resulta inconcebible una serenata sin ellos), así como sus telenovelas y doblajes
han marcado la vida de cuatro generaciones de americanos.
Por supuesto no vale la pena referirse a la
torpe generalización de Trump sobre nuestra virtual condición de ilegales,
ladrones, narcotraficantes y violadores, porque con el mismo razonamiento que
reduce a esquemas la diferencia, podríamos decir que todos los norteamericanos
(incluyendo, cómo no, a los pobres canadienses), son intervencionistas,
drogadictos, genocidas y torturadores. Y ninguna de las dos premisas es cierta.
Nos queda, entonces, nuestra condición de
mexicanos.
Yo,
personalmente, como mexicano colombiano no concibo mi infancia sin la presencia
de Tin Tan, Cantinflas o Chespirito. Los doblajes de las series norteamericanas
son creíbles sólo en las voces mexicanas que, las más de las veces, superan las
originales de los actores doblados. Podría afirmarse asimismo que, tanto la música ranchera o norteña, como los boleros interpretados por sus bellas cantantes acompañadas de las orquestas de Luis Arcaraz, Rafael de Paz o Juan García
Esquivel, sirvieron de leitmotiv para enamorar a nuestros abuelos. Y ni qué hablar de sus escritores que nos han deleitado e instruido con sus buenas letras. O de sus estupendas bandas contemporáneas como Maná y Molotov. Los mismos Tigres del Norte. Con esta mirada integradora todos los
americanos, incluso los del norte, seríamos mexicanos.
Como sea, tenemos mucho que agradecerle a la patria de Rulfo, de Arreola, de Paz, de Carlos Monsiváis, de Fuentes, de Elena Poniatowska, de José Emilio Pacheco, de Frida, de Diego, del inmenso Agustín Lara, de Toña la Negra, de Javier Solís, de Pedro Infante, de José Alfredo Jiménez, de Antonio Aguilar, de Alicia Juarez, del Indio Fernández, qué sé yo, hasta de la bella Angélica María, la novia de Mexico (o sea de América Latina). Desde luego el asunto también ha funcionado al contrario. La influencia de los demás países latinoamericanos ha marcado con tinta indeleble la cultura mexicana: el bolero antillano, la cumbia colombiana, el danzón cubano, el tango argentino, por citar sólo cuatro ejemplos.
Como sea, tenemos mucho que agradecerle a la patria de Rulfo, de Arreola, de Paz, de Carlos Monsiváis, de Fuentes, de Elena Poniatowska, de José Emilio Pacheco, de Frida, de Diego, del inmenso Agustín Lara, de Toña la Negra, de Javier Solís, de Pedro Infante, de José Alfredo Jiménez, de Antonio Aguilar, de Alicia Juarez, del Indio Fernández, qué sé yo, hasta de la bella Angélica María, la novia de Mexico (o sea de América Latina). Desde luego el asunto también ha funcionado al contrario. La influencia de los demás países latinoamericanos ha marcado con tinta indeleble la cultura mexicana: el bolero antillano, la cumbia colombiana, el danzón cubano, el tango argentino, por citar sólo cuatro ejemplos.
Quién quita que un día Donald, el “red neck”,
con toda su parafernalia de estulticia, amanezca siendo mexicano. Entre tanto,
como dijo Derbez: “recuerde, señor Trump, que quienes cocinan sus alimentos en cualquiera
de sus restaurantes predilectos pueden ser mexicanos”. Desde Alaska hasta la
Tierra del Fuego.
Da pavor comprobar que los poderosos solo vean su ombligo
ResponderEliminarSaludos
así es, querida Martha, y da pavor asimismo comprobar que el mundo está manejado por sujetos de esa índole.
EliminarDiario: soy yo, Dora. Debido a problemas cibernéticos, no he entrado mucho a internet, pero bueno, me permito comentar.
ResponderEliminarCreo q el tal Trump finalmente ha desistido de su candidatura, después de haber demostrado que es un "burro con dinero".
Hacía mucho que no veía meter la pata tan hasta el fondo como él lo ha hecho.
Ojalá los latinos no tuviésemos fronteras y todos fuésemos solamente de un inmenso lugar del mapa. Unidos y listos para ser el mejor lugar del mundo.
Recibe mi cariño de tía cibernética, que aún estando de este lado del charco, sigo siendo latina de corazón. D K
un fuerte abrazo, tía Ku. Acá en Latinoamérica se te recuerda con cariño.
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