Mi vieja Olivetti
Es claro que no debemos desarrollar apego por los bienes materiales a riesgo de parecer mezquinos. Mas, hay algunas cosas, ciertos objetos inanimados que adquieren por fuerza del uso que les damos una connotación especial en nuestro corazón. Algo parecido al cariño. Eso pasa con los zapatos viejos, algún juguete de la infancia, una que otra prenda de vestir y, cómo no, para los nacidos hasta los años setentas del siglo pasado, pasa con la máquina de escribir. (Foto de mi amiga la periodista Caro Herrera Farfán, quien comparte mi nostalgia por las máquinas de escribir) Para los adultos jóvenes de hoy (ni qué decir los niños y adolescentes), la máquina de escribir es un curioso anacronismo del que no vale la pena ocuparse. Sin embargo a nosotros, los adultos de edad mediana, la máquina de escribir siempre nos suscitará una enorme simpatía. Tal le pasó a mi amigo Pacho, quien me envió hace unos días la foto de una máquina de escribir que encontró en la oficin