Marlore Anwandter, trovadora infantil
Por: H. Darío
Gómez A.
Mis hijos son de la generación de
Canticuentos. Y hoy, 25 años después, a sus 30 años y un poquito más, esbozan todavía
una tierna sonrisa al evocar la carátula
roja del LP de Codiscos que contiene canciones de su infancia con animalitos y
personajes fantásticos creados por una hermosa dama chilena cuyo apellido es
impronunciable y lleva por buen nombre Marlore. Lo que no recuerdan (ni tendrían por qué), es que
esta adorable señora escribió muchas de sus canciones en Colombia, y aquí vivió
algún tiempo, el suficiente para contagiarse de nuestro realismo fantástico
donde la serpiente de tierra caliente, muy fiestera, come plátanos con
aguardiente y una iguana rebelde, contrariando la refinada costumbre del “five o´clock
tea” de las damas bogotanas, toma café a la hora del té, como corresponde en
nuestra patria cafetera; y ni que decir tengo de la letra “o” que se engordó por
comer tamales, seguramente santandereanos, que son los más sabrosos. Y así. Más
es lo cierto que Marlore está presente en la infancia y el corazón de varias
generaciones de colombianos que, locos como la tía Clementina, vamos caminando
por ahí con un zapato verde y el otro colorado. Gracias, Marlore, por la
fantasía y la imaginación.
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