Ciudadanos del mundo II
Con ocasión de la publicación del post que escribí hace unas semanas titulado “Ciudadanos del Mundo”, una querida lectora me reclamó reivindicar con mayor vehemencia las virtudes que adornan a los colombianos de bien -que somos la inmensa mayoría-, frente a las infamantes generalizaciones que nos muestran ante el mundo como narcotraficantes violentos.
Sin embargo, creo yo, las virtudes de los ciudadanos de bien no son muy diferentes en Bogotá que en Hanoi, Amberes, la Patagonia o Kampala. En Tallín, como en Miami, la Habana o Ciudad Bolivar, a orillas del gran Orinoco, hay hombres, y por supuesto mujeres, cuyas pequeñas historias de vida son generosas en conductas dignas de imitar. Se podría escribir un libro sobre la naturaleza humana con sólo entrar en las cocinas de los pueblos pequeños, arrellanarse en los sillones de los gerentes de los bancos o esculcar en los talleres de talabartería de los barrios marginales de las grandes ciudades. Nuestras pertenencias son más locuaces que sus dueños. Sería interesante poder interpretar el lenguaje de las cosas para entender los motivos que mueven a sus poseedores: ora la avaricia mezquina, ora la creación generosa.
Pero aunque no soy quien para juzgar las virtudes, se reconocerlas. Hace unos años -me perdonarán el ejemplo tan coloquial, mas no perderé tiempo ni credibilidad citando filántropos de cartón piedra o inversionistas de capital en quienes creo aún menos- conocí a un paisano que tenía por oficio la ornamentación en metal, pero los fines de semana hacía por encargo videos caseros de bautizos y matrimonios en los barrios populares. Este buen hombre me decía –con candorosa socarronería- que su trabajo subsidiario consistía en inmortalizar el paraíso de papel festón alquilado por horas en un salón comunal. Se me ocurre que un ciudadano que filma a destajo la dicha para que sus protagonistas puedan prolongarla hasta el infinito reproduciéndola en su humilde cuartito de pensión, tiene que ser -insisto en ello- una persona de bien. Y así cunden los ejemplos, como el de la muchacha que tararea baladas mientras vende en la calle el diario de la tarde, o el hombre que silba al tiempo que escarba con cuidado para rescatar de nuestra basura las botellas de vino ya escanciado, las cajas de cartón que alojaban nuestras pertenencias sin estrenar y las letras de los periódicos ya leídos, qué sé yo...
(Créditos foto: Jazz al Parque, Bogotá, 2010, foto de H. Darío Gómez A.)
Buenisimo, ahi estan los seres reales en el pueblo que día a día se entrega, dando lo mejor de si.
ResponderEliminarY como uruguaya que hace muchisimo añoa, visite tus costas, te dire que si, si tu hermosos pais esta lleno, repleto de gente de bien.
Un abrazo.
Ojalá tuviéramos la dicha de tenerte de nuevo por acá. Un abrazo.
EliminarDarío: No hace mucho hice un escrito a cerca de los hombres de bien.
ResponderEliminarCreo que los hombres y la mujeres de bien, son los que sostienen el planeta para que no se venga abajo.
Mientras haya un maestro que se pare frente a un grupo de alumnos, con el deliberado y sano fin de entregarles conocimientos. Mientras exista un doctor o una enfermera que asista a un enfermo, dando lo mejor de sí, para que este recobre la salud. Mientras haya un músico o una pintora, que entreguen su arte para recrear los oídos y los ojos. Ningún narcotraficante, asesino o político corrupto podrá contra el bien.
¡Estoy segura de esto!, aunque me tilden de idealista.
Te quiero sobrino,hombre de bien: Doña Ku
Yo también te aprecio muchísimo, mujer de bien, y tía por adopción. Gracias por tu visita.
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ResponderEliminarLa Vida es espectacular y hay que aprovechar a disfrutarla en todas sus vertientes, incluido el carnaval que mañana es su día grande y algunos de los más jóvenes lo pasaran en grande devolviéndoles la alegría a los no ya tan jóvenes...
Te deseo un fin de semana lleno de todo aquello que tu alma necesite por abrigo...
Un beso
un abrazo
y mi aprecio
para siempre
María del Carmen
María del Carmen, con qué gusto me pondré el abrigo que me regalaste. Muchas gracias.
EliminarComo el vigilante en el que siempre se deposita toda la confianza, la vecina que cuando se sale de la ciudad es a quien se le deja las llaves de la casa para regar las plantas o pagar los recibos de los servicios. Si... la gran mayoría somos gente de bien, entonces... ¿ porqué no es tan agradable el estilo de vida de los de a pie?
ResponderEliminarMartha C
Esa es la pregunta metafísica del millón, profe Martha C. La desigualdad, la iniquidad,la brecha entre ricos y pobres y la falta de oportunidades tienen mucho que ver en el asunto. Aún así, como la matica de la canción de Atahualpa Yupanqui, la gente se hace flores de sus penas. Lo que no quiere decir necesariamente que acepten su destino como un Karma. La conciencia crítica contra el injusto estado de cosas que nos agobia no apaga la sonrisa franca de las pequeñas alegrías de nuestra gente.
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